Por Manuel Díaz Martínez 

 

Todos tenemos una amiga
de ojos tristes.
                        La mía
es una esfinge cuyos ojos
despiertan no sé qué cantidad
de olvidos.
Suelo obsequiarla con miércoles
o jueves
               recién cortados
y con breves paseos
por mi historia personal.
Ella responde a mis obsequios
con sonrisas generosas
mientras sus ojos atardecen
en los míos.

 

Por María R. Martínez

 

Se enamoraron tus ríos
bajo una manta de flores,
bebiendo de sus colores
para alimentar los bríos.
Por los remansos umbríos
viaja lentamente un ave,
cual símbolo que se sabe
de tu tierra y de tu cielo
y hace cruces en su vuelo
antes que la noche acabe.

Un graznido de esperanza
llega a las aguas desnudas,
el eco borra las dudas
despertando la confianza;
porque en esta tierra mansa
no se admira al que blasfema,
sino al que encuentra la gema
de la virtud, sólo en los
giros que le da a su voz
para decir un poema.

Por Osmel Valdés

 

Habitan en ti todas las sombras y las bestias conformes.
Los abismos del bien.
He dicho tu esplendor sin pronunciar el ojo, ni el salitre,
sin que te anuncies llena sobre el plato.
Trae tus peces de alquitrán.
Tus mieses.
Yo pondré un cielo en ti de crisantemos y menguarás despacio,
inofensiva
como si no fueras la casa de otros seres.
Como si no fueras el quicio de esta casa.

 

 

Por Taimi Blanco

 

Al cruzar Pasacaballos,
la Fortaleza de Jagua
es pueblo a los pies del agua:
crestas de furiosos gallos.
Del ruedo, la espuma y rayos
conjuran en el bramido
ese misterio que ha sido
por el eco legendario:
dama, cañón y sudario
están en el mar dormido.

En tu leyenda de sal,
—relatan tus almenas—
un hombre cosecha penas
tras  un amor fantasmal.
Ave nocturna, frugal,
a su espectro se le adhiere.
La dama sin velo hiere
bajo el ojo del espanto;
rosas devela en el manto
y ya sin espinas muere.

Por Ulices Trujillo

 

Es cotidiano el paisaje
cuando el ojo se acostumbra
y sabe a luz la penumbra
ponzoñosa del ultraje.
Un paso parece viaje
en la quietud de la espera,
cubre de nubes la esfera
bajo el grito de un farol
y se me antoja que el Sol
ha bajado la escalera.

 

 

Por Taimí Blanco

 

Buenos días, gente linda. Llevo días sintiendo un estado de vacío. Entre ustedes y el paisaje me han dejado en un estado de búsqueda, de reflexión, de añoranzas... Aún veo rostros de niños, gentes mayores, la liturgia de los caos sobre los algarrobos, los altos cerros girasolados en sagrada comunión con Dios y esa honda pena de desesperanza que atravesó mis pupilas para agarrarme por dentro de manera que no puedo desprenderme. Luego, el ruido de la “guarandinga” devorando el paisaje y sus “corcovios” briosos como un semental libre. Y de nuevo la gente que te sirve y te atiende con atención y gracia haciéndote sentir un embajador. Y nuestros chistes, risas, también enfados/desenfados, euforias y mis impertinencias... Todo un “combo” que guardo por estos días bien registrado en la memoria y el cuerpo, cruzándome el alma en esta suerte de viaje por uno mismo.


Esta crónica la autora escribió a partir de sus experiencias como partícipe del Festival de Cuentería “Cumanayagua Cuenta”, efectuado entre el 16 y el 20 de noviembre de este año 2023 en el macizo montañoso del Escambray o Guamuhaya Cienfueguero, auspiciado por el grupo Teatro de los Elementos. (N. del E.). 

 

 

Por José R. Calatayud

 

Como si hubiera amanecido de repente
Abrí los ojos a la luz del día
Mientras el sol en infamante orgía
cruzaba por el cielo dulcemente.

Como un rayo divino en el relente
De aquella madrugada oscura  y fría
Vi como se escapaba por la lejanía
El místico rumor de un ser ausente.

Puede que un resplandor siempre presente
Sospechado pero nunca cierto
Hubiera despertado mi confianza.

Pudiera ser, quién sabe, si el silente
Sonido de un recuerdo ahora muerto
Renaciera desandando mi esperanza.

7 de diciembre de 2023/Rodas/7a.m. 

 

 

Por Pablo Rigal

 

La música de tu cuerpo
es una música extraña
que por las noches se suda
y por el día se canta
quiero tocar en tu vientre
lo que el viento me regala
ese aroma de jengibre
que de tu pecho se escapa
oh mujer, vestido breve
que te pones en la cama
quitártelo yo quisiera
con mi boca, con mis ganas
la música de tu cuerpo
es como un chelo en la sala
y cuando llega a mi cuarto
se convierte en serenata.

Por Nicolás Guillén

 

La aldea es ya ciudad, mas no por ello
se piense que dejó de ser aldea:
en las calles el pueblo caga y mea
sin que el ojo se ofenda ni el resuello.

Paciencia hay que tener más que un camello
con el agua podrida y la diarrea,
y quien de noche ingenuo se pasea
a escondido puñal arriesga el cuello.

Moscas, mosquitos, ratas y ratones,
polvo hecho fango, charcas pestilentes,
fiebres malignas, chancros, purgaciones,

contagio son de bestias y de gentes,
bajo un sol de ladrones y gritones
y una luna de dientes relucientes.

En El diario que a diario, La Habana, Ediciones Unión, 1972, p. 20. 

 

 

Por Ana L. López

 

Entre los que abren puertas y los que tiran de ella, están los dueños de su propio destino. Los que salen por ventanas o rompen las paredes, esos son los que saben hacia dónde quieren llegar sin importarles el precio. A veces hay quien te abre una puerta aparentemente gratis, pero no logras pasar por ella hasta que pagas, en ocasiones el doble y no sales con  el éxito preanunciado. Yo, después de intentar pasar puertas y ventanas, rompí, rompí hasta con las expectativas de algunos. Al inicio uno siempre quiere ser orgullo de mamá y papá, luego de amigos y pareja, hasta que te lavas la cara, el cerebro y wake up que la vida es tuya. Fui rompiendo paredes, vendiendo los ladrillos, expectativas. Y es que ya las puertas me dan mala vibra, es confuso. La puerta del infierno, decía abuelo, está teñida de lindos colores y la puerta de la panadería es fea, mugrosa. Wake up, me repito, ya está bueno de pagar o regalar sonrisas. Si llego que sea saltando muros, rompiendo estereotipos, soltando compromisos, sin importar los dueños de puertas o los que se aferran a ellas. No siempre has de salir por una para hallar el camino.