Por Taimí Blanco

 

Un amén a los silencios,
a las manos cansadas,
al ángel que parte dejando
su baúl de estrellas en los corazones amados.
Un amén al silencio,
tributo de la noche,
velo mortaja del luto,
tejido de soles sobre las sientes del caído.
Amén, amén y amén
al viaje bajo o sobre el Hades,
infinito y eterno cofre de luz en el contenedor del recuerdo,
cada parada tuya ha sido siembra,
un reencarnar desde el cansancio y la tristeza.
Siempre tú, dueña del amanecer
y el tejido de los días entre tus agujas brazos. 

Por Olga L. Martínez

 

Atravesaré el cielo, y en las aguas rojas de tus venas
morderé el cansancio y la lujuria.
Entre tanto silencio, emerges con mi luz.
Muerdo el agua y el sudor cubre la piel con que te beso.
Araño un suelo fértil y retoño en tus entrañas.
No demorarán
el llanto, ni la lluvia.
No atrasaré los relojes.
Quiero ser el tiempo en tu garganta ahora.
Se desbordan los mares por donde has de llegar:
vuelto sueño.
Vuelto ángel. Vuelto pez.
Una golondrina no volará en un cielo verde.
Descorre las cortinas para el salto.
Allí donde los gemidos se interceptan, estoy.

 

Por Alberto Vega Falcón

 

1


Orlando Víctor, juglar
en su Guamuhaya Verde;
pasa el tiempo y él no pierde
el hábito de soñar.
Suele siempre cabalgar
en su potro, una quimera
de palo, que en primavera
cortó en un viejo lindero
y suelta allá, en El Jobero
un relincho de madera.

Por Ana L. López

 

En este esfuerzo de abrazar lo imposible, me afrerro a Dios, y es un péndulo en movimiento, debajo está el abismo. En este esfuerzo de caminar en el túnel creyendo que siempre habrá luz, voy con los ojos cerrados, a veces la luz está dentro. En este anhelo de tener un boleto, un golpe de suerte o simplemente ver el golpe de otra cosa, se convierte en un golpe en la cabeza, en pleno amanecer martillándome contra el asfalto. El pecho se aprieta como la puerta de un elevador. Escapo, en un rincón de la forma más valiente. A los minutos enjugo las lágrimas y vuelvo al péndulo. El péndulo que es Dios, mi fe, el amor. En esta isla que choca contra el iceberg busco un chaleco salvavidas, un abrazo, la esperanza de que el mar sea una piscina y yo un personaje de aquella película. Alguien me hala por los pelos, me saca del túnel, me agarra cayendo, me tira un bote. Alguien me dice puja que tú puedes, aguanta. En ese momento olvido el rincón, la miseria, la oscuridad y salgo a la calle; veo los demás zombis. En este esfuerzo de abrazar lo imposible soy una sobreviviente, mientras tenga fuerza para seguir aferrada nada estará perdido. 

Por Hansrruel Aldana (El Poeta de Junio)

 

Pero esta vez yo me rindo,
porque el mar me sigue
mirando de lejos,
porque estoy tan roto
que luchar no puedo,
porque duele el alma,
y vivir da miedo.
Esta vez me rindo.
Esta vez no quiero
levantar las manos
y empezar de nuevo.
Esta vez renuncio
a soñar mi sueño,
esta vez me marcho
del mundo en silencio.
Con las manos rotas,
con el pecho abierto,
con la luz marchita
de sentirme preso.

Por Ulices Trujillo

 

Cada sábana destila
Luz por tu leve calle
Y es la música el detalle
Que trepa por mi pupila.
Blanca paz, sin clorofila.
Colgada de mil razones
Junto a secretas pasiones
Con beso tibio despiertas,
Ciudad, y tus horas muertas
Renacen en los balcones. 

 

 

Por Agustín Serrano

 

La casa es una pradera
donde se queman los sueños;
el viejo fogón los leños
de mi niñez incinera.
Quedó atrás la primavera
de inocente fantasía.
El tiempo en su travesía
enciende la adolescencia
y una leve transparencia
susurra en la lejanía.

 

 

Por Anisley Fernández

 

ya usual:
sentarme en pórticos de noche
con un cuchillo entre las manos
fingir que el hambre es gloria

el cazador que robará tu piel también escurrirá su hambre
contra la fantasía de las muchachas que salen a cazar su pan
embarazadas de una quietud un hambre céntrica
como punzón al seno
son estampillas de purpurina
materia de una restauración irreductible
están echadas a la suerte del zoombie
y llegan lejos muy lejos
a pie

Por Silvia Valdés

 

         …oscuro o claro, no lo sé, no estoy delante.

                           Manuel Altolaguirre


Yo no sé de Mujer fruta-serpiente.
Bendita una mitad, otra maldita.
Que se muere en la sombra, resucita
y se adentra en la luz, irreverente.

Yo no sé si es un ángel penitente
en busca de perdón y de consuelo,
o un espejismo de gaviota en celo
cuando retorna del delirio ausente.

Yo sólo sé de la Mujer-paisaje
que va siguiendo en su peregrinaje
la ruta del ocaso y de la aurora.

Insólita Mujer del Claroscuro,
vislumbre del presente y del futuro,
ignorante del tiempo que no ignora.

Por Taimi Blanco Ruíz

 

Hombre de lunes infinitos,
caminante del ser,
atleta de los sentimientos.
Cabalga puntas de pétalos contra tempestades
también llora... mira la luna,
teme a su lobo aún no domesticado ante los perdones e injusticias.
Hombre de alas de cera,
hacedor de la luz,
hermoso ángel de silencios.
Un hombre se santifica,
sueña con las puntas de las alas...
cada roce en el vertiginoso vuelvo descubre mundos,
desata la  libertad entre los nudos del aire,
pluma a pluma entreteje en espirales la luz.