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Por Raiza K. Olivera
1
Despertar y ver la luz
Sentir esperanza
Volver a la vida sin miedo
Iniciar el ciclo.
No es una opción
Tanta inocencia.
2
Desvarío
Las mariposas emigran al Norte frío
El rojo intenso de las margaritas
El sulfuro del mar o era lava bajo mis pies?
Ya no sé
Ya no sé.
Los trigales se me hacen extensos en las noches
Los días, rampas de hielo.
Ya no sé
Ya no sé
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Por Juddy Martín
Hoy no llueve en París
ni tengo idea de si alguna vez
llueve en París
pero se anuncian torrenciales
aguaceros en La Habana
y el sol partió los adoquines
de la Catedral.
Casi es marzo otra vez.
Los hijos parpadean sin
rumbo en el andén,
parpadean los trenes hasta
que se apagan en silencio.
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La editorial cienfueguera Mecenas acaba de publicar un poemario singular, de esos —no muy abundantes— que llaman a disfrutar la calidad del verso en sus más exigentes ramificaciones. Se trata de Memorias de un gladiador,[1] de Pepe Sánchez (Cumanayagua, 1956). Compuesto por 32 sonetos (en efecto: sonetos) que en tres secciones (El tiempo y la utopía, Naves de Tarsis, El signo de los argonautas) reflexionan acerca de temas que son obsesiones del autor. Ese autor —no sujeto lírico, aunque coincidan y se entrecrucen en varias ocasiones— obsesionado por su capacidad de avizorar el futuro y descubrirse imposibilitado para hacer algo útil con sus revelaciones, salvo escribir con la mayor honestidad y la más lírica hondura. Honestidad al elegir el sentido de la vida y rigor literario como una norma insobornable del comportamiento. Numerosos apuntes dejan marca de ello a lo largo del cuaderno.
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Son los canteros del asombro, los imaginados
canteros en la dicha del patio.
Aquí las hortalizas
se anuncian discretamente. A solas,
mendigan su siesta los reptiles
bajo los gandules y la hojarasca. Los puerros
van deslumbrando el acoso de las sombras.
Y el viento seduce como algarabía
en los cabellos de otro siglo,
y son hierbas las amarguras del mundo
grabadas sobre la raíz que lo levanta.
Pero sonríen de pronto
el orégano y el anís que custodia la tarde,
las albahacas de trajes balbucientes y morados,
mientras los nervios perpetuos del tilo
convidan, sin saberlo,
a andar de ombligos cruzados.
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La felicidad es una pistola caliente
John Lennon
Esta no es la única muerte Aarón
Antes que tus ideas ardan
acaricia el muro
enciende el cuerpo limpio
en la encrucijada.
John tiene palomas felices en los huecos del pecho instantes de estupor dialoga con las aproximaciones minimalistas del acero sin la menor idea de la muerte
Hiba Kamal se fue antes
Octubre plantó sus huellas en un pájaro mecánico donde el metal ardía
Rafaat Alareer murió convencido de que una bomba es un regalo del cielo
Una bomba es más que niños pudriéndose
Una bomba suplanta los amarillos de las rosas
suplanta los trinos
las ruinas donde entierran a los poetas del otro lado del muro
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Por Ernesto Peña
A veces se viaja en el tiempo (en las barcas de la memoria y la imaginación); por lo común se viaja en el espacio; muy pocos logran realizar un viaje interior hacia sí mismos.
Pero estas tres especies de viaje son recreadas por Pepe Sánchez en su poemario Memorias de un gladiador (Ediciones Mecenas 2023). Treinta y dos sonetos que asumen la cultura grecolatina como contexto donde se dilucidan las vicisitudes de un gladiador-juglar. Corresponde a este describir conflictos relacionados con la libertad interior, las conquistas violentas y la perseverancia del amor como emoción a la que sujetarse siempre: “..que la vida es amor sin aranceles”.
Juegos de poder, juegos del Poder, juegos contra el poder, encontramos en la primera parte: “El tiempo y la utopía”. El sujeto lírico resume su nudo interno en el poema homónimo:
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Por Clara Lecuona
yo te digo.
Ni hoy, ni mañana,
ni aquí o en cualquier sitio.
No lo sabes,
pero siempre he gustado de los trenes,
de sentarme al revés,
no ser orilla, ni arena,
ni paz,
ni manso gozo.
Soy más bien un mar violento,
un tren veloz que va a la inversa
y a cada hora
se marcha para siempre
de tu vida.
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Por Arieski Castillo
I
¿Dónde estás cuando esta playa
grita una fuga de huellas
sin tus manos? Epopeyas
rugen en mi cruel muralla
de recuerdos. Mira y calla
si en el rostro de los puentes
te visito. No lamentes
la ceniza, ni el encierro.
Vivo tu ayer, no lo entierro,
se abraza a mí, no lo cuentes.
II
El silencio de las aves
parte el mar como Moisés,
y este éxodo sin es-
pada no llega, lo sabes.
Sigo en la cruz, no me alabes,
no traigo fe, ni camino,
no soy monje, ni rabino,
soy el vals de las ojeras.
Sálvate tú, no me quieras,
con lástima no germino.
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Por Ulices Trujillo
En el silencio del alma
la voz se torna imprecisa,
y es inquietante la lisa
tranquilidad de la calma.
La luz detrás de una palma
se esconde con cruel rutina,
y se apaga en la retina
la jornada como un año
donde el sueño es el regaño
que hacia la almohada te inclina.
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Por Anisley Fernández
Mi seno izquierdo es un niño con hambre de parque.
El derecho es una Glock 19.
Una vez tuve un sueño
donde alguien me volaba el cráneo.
Bajo la grasa revuelvo a la mujer que no soy.
Alguien dijo que no estoy hecha para este mundo
y sí,
el alma
pobremente calibrada
se orquesta para fagocitar.
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