Por María Salomé Pérez Conde

 

es esa ave de blancas alas
       que ni yo misma sabía
                 que dormía en su nido
                          de plumas dentro de mí.

                               Y
                                      ha despertado.

Ven

El amor es sal que se disuelve en la tinta.
Bebé, moja tus labios y recorre mi cuerpo,
que cada letra sea música en los oídos,
miel tibia para tu piel, que penetre así,
como el río se funde con el mar en su abrazo.

Llega allí donde nadie ha tocado jamás...
Ven, acércate.
Llevo desnuda el alma,
sólo así seré poesía.

 

 

Por Diane Lyx  

 

Soy un cuerpo líquido,
gotas pegadas a otras gotas,
millones halando hacia todas partes.
Desmembrándome.
Se licuan. Me mojan. Hierven.
Van a disolverme así, sin más,
como si yo sólo fuera un cuerpo líquido.

Abren sus bocas.
Jadean, respiran.
Pegajosas.
Intentan regresar a la superficie.
Inhalan. Exhalan.
Mis pasos asmáticos van dejando un reguero

de efes y jotas mojadas sobre el pavimento.
Un aguacero de rayos torrenciales.
Huellas, mis huellas.

Por María Rosa Martínez


La ciudad se ha puesto vieja:
lleva desgarrado el traje,
le ha corrido el maquillaje
y se despintó una ceja.
Tiene colgada una reja,
con óxido en el costado;
un bache se le ha borrado
en un profundo agujero
y no encuentra un cerrajero,
que le arregle su candado.

La ciudad, cómo bosteza,
cuando apenas dan las diez;
se le han hinchado los pies
y come de su pereza.
La digiera con tristeza
por ser bocado aburrido;

Por Gastón Baquero

 

¡Cuántas estrellas anoche!
¡Yo las veía tan claras y cercanas
como higos de cristal, como frutillas azules!
Me parecía
que todas las estrellas te miraban
con la misma alegría con que te miran
los ojos de mi alma.

Bocarriba en el campo,
solos la tierra y yo con las estrellas,
yo ponía mis ojos
en el pueblo de ojillos brillantes
que desde arriba podía contemplarte
con tantos ojos como estrellas tiene
el cielo blanco.

¿O serán las estrellas
las orejas del cielo,
por donde arriba oyen
tu cantar cuando hilas
o tu risa en el baile?

Por Anisley Fernández

 

Me quedé meditando
en aquellas mujeres
que también somos cámaras fotográficas
y en aquellos hombres
y en la quinta mutilación de lecturas
y en mi fotógrafo
y en la máquina de escribir
que me obsequió un amigo
de Guanabacoa.
Desperté con el libro de Fina
que ella me regaló.
Ella es, por supuesto, la poesía:
una patria
un latido
un grano que explota fuerte en mi cara
y que nunca
más
amaré. 

 

 

Por Jorge L. Veleta

 

Cualquiera de estas noches voy a tener que olvidarte, Betsaida.
No se trata de ti, de mí o de la intemperie,
se trata de estos ojos que cuelgan de tus ojos.
Se trata de esta edad, sesenta años,
donde cumplo más noches que la luna.

Voy a olvidarte, Betsaida.
Y ahora mismo daría lo que no tengo por ser el caminito,
la casa o el tifón que te sostienen
para olvidarte contra todo pronóstico,
bocarriba como un espantapájaros que se tragó la noche.

Voy a olvidarte, Betsaida, lo prometo,
voy a olvidarte veinticuatro horas, minuto por minuto
y cuando no te olvide sentiré tanta rabia que tendré que olvidarte.
Voy a olvidarte de pie como los hombres,
ceñudo como el mar,
llorando como un perro,
feroz de soledad y exactamente triste.

Por Jorge Ángel Hernández

 

Burla burlando

Con precisión y entereza el señor Búnquez ha advertido que no podremos burlarnos siquiera de la burla. ¡La burla ha sido siempre un mal innecesario y es necesario erradicarlo! Tan enérgicamente enfatizó que aplaudimos con énfasis sumario y nos sumamos con euforia sumaria a la consigna: «¡Abajo la burla!»
     Continuamos después con el axioma de campaña: «Burladores, ni los de Sevilla».
     El entusiasmo nos llevó a crear las activas Brigadas de Acción contra la Burla (nuestras gloriosas BAB) y a refrendar un reglamento penal para toda persona que incurra en el desliz de burlarse del prójimo, e incluso del no-prójimo que como acérrimo enemigo nos ha estado acechando.
     Como el señor Búnquez ha tomado el poder y su Partido, que es el nuestro, gobierna, han cesado las burlas y nadie se ha burlado de nadie nunca más, ni de la burla misma. La perfecta utopía se ha logrado y alcanzamos a ser, por fin y de una vez, los tristes más felices de todo el universo.

Por Orlando Pérez Torranzo 

 

Cazador atrapado por perdices
noveles discreciones del intruso
criterios sobre expertos aprendices
proverbios en inglés de origen ruso

desilusiones propias de un iluso
la gota que no agota la paciencia
la cosa en su lugar que nadie puso
verdades de dudosa procedencia

y condenas a lluvia sin motivo
los velorios de un muerto medio vivo
con verdes de esperanza y tonos ocre

flautas para ratones violinistas
idealismo para materialistas
para el genio, una lámpara mediocre.


 

Por Mailin Valdés

 

La esposa del poeta marca
la primera fila.
Lugar doloroso desde donde
observa cada parto de luz.
Entiende además de las
mutilaciones del feto
y sabe de qué  están hechos.
La esposa del poeta sabe
atravesar realidades
y saborear las tristezas.
Su aroma dulce y su sabor amargo.
Lleva todo el peso de la escritura.
Maneras sutiles de morir y de parir hijos
imperfectos.
Sabe cómo suicidarlos antes del nacimiento
y salvarlos cuando son necesarios.
Nacidos de esternón.
Hijos en los que no dejará
de ver su rostro
aunque cierre los ojos
y los puños,
                     los puños.

 

 

Por José Martí

 

El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española

Han hecho bien en quitar
El banderín de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.

Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.

Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!