Me quedé meditando
 en aquellas mujeres
 que también somos cámaras fotográficas
 y en aquellos hombres
 y en la quinta mutilación de lecturas
 y en mi fotógrafo
 y en la máquina de escribir
 que me obsequió un amigo
 de Guanabacoa.
 Desperté con el libro de Fina
 que ella me regaló.
 Ella es, por supuesto, la poesía:
 una patria
 un latido
 un grano que explota fuerte en mi cara
 y que nunca
 más
 amaré. 
 
											 
   
  
 
						













