Por Anisley Fernández

 

Me quedé meditando
en aquellas mujeres
que también somos cámaras fotográficas
y en aquellos hombres
y en la quinta mutilación de lecturas
y en mi fotógrafo
y en la máquina de escribir
que me obsequió un amigo
de Guanabacoa.
Desperté con el libro de Fina
que ella me regaló.
Ella es, por supuesto, la poesía:
una patria
un latido
un grano que explota fuerte en mi cara
y que nunca
más
amaré.