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 Por Derbys H. Domínguez Fragela

                ¿Por qué me trajiste, padre,
           a la ciudad?
                ¿Por qué me desenterrast
           del mar?

                                Rafael Alberti

Abro Memorias de un gladiador, poemario que Pepe Sánchez, (Cumanayagua, 1956), publicara por Ediciones Mecenas, 2023, y en la página inicial encuentro “Socráticas”, el soneto puerta o umbral.

 

 

Lo primero es un viento favorable,
ser el gurú que escribe tu destino,
la ruta sobre el mar, tu sol latino.
Mantener firme la pasión, lo amable.

Por Ronel González

          ¡Callado abuelo! A veces la vida
          a veces la vida parece venir de ti
          como del Éter silencioso.

                    Holderín: Retrato de abuelo


Ahora que las falacias
pagan sus culpas prolijas
y, a través de las rendijas,
se nos filtra la desgracia.
Ahora que vamos hacia
la destrucción, me pregunto
con desgano, ¿hasta qué punto
ostensiblemente insólito,
merecías ser acólito
del horror, como un difunto?

Por Ivette Hernández

 

Expeles olor a monte,
a vereda y a camino...
a hierbabuena, a distancia, a tierra húmeda y al rocío que baña todas mis flores cuando te acuestas conmigo.

Tu aroma tiene la esencia de campos, de madrigales, de lirios y de azucenas,
de caña y de maizales.

Tu cuerpo de hombre bravío que me clava
mil puñales cuando me acerco sumisa
¡y me enredas en silencio
entre tus brazos letales…!

 

 

Por Yosie Crespo

 

Soy del lugar en que vivo
del olor de amor impregnado en la almohada
de la palabra que lo abarca todo
y no me permite desdecirme
y soy de un puente en este mundo y otro tiempo
que transcurre ante el espejo
y soy como si no fuera, pero soy todos
y a veces no soy
por voluntad propia.


Tomado de: Sabíamos conocer qué era una rosa (N. del E.)

 

 

Por Eduardo Daniel González

 

Amo a una mujer pequeña
con labios de miedo
con voz azul;
una mujer plausible
que cosquillea en mi cuaderno.

Ella entrelaza mis horas
conmueve
con las vestiduras de su risa
mientras cabalga
en la rectitud de un sueño.

Amo a una mujer pequeña
como flor insomne        
diminuta...
Inequívocamente cabe
en la vanidad
de mi beso.

Por José R. Calatayud


Hace mucho tiempo que Jesús Orta Ruiz, El Indio Nabori, se convirtió en leyenda. Poeta singular por su descomunal obra y por su calidad humana, es uno de esos escritores que alcanzan la gloria en vida y gozan del respeto del pueblo y de la crítica, algo que sólo consiguen los elegidos.
     Con motivo del 102 cumpleaños de este extraordinario artista de la palabra, lo recordamos como un titán del verso improvisado y escrito que se enfrentó a los grandes y salió vencedor.
     Autor de muchos libros de poesía, maneja la décima, el romance, el soneto y otras estrofas rimadas y la poesía libre con absoluto dominio.
     Pero su principal valor radica en su amor a Cuba y en su corazón de oro. Naborí es un símbolo de Cuba y de la poesía, por eso es eterno. 

 

 

Por Waldo y Karel Leyva


I

Para el que salva o despoja
siempre he querido que alumbre
la luz, esa certidumbre
que a la vida nos arroja.
No hay flaqueza ni congoja
válida contra lo adverso,
la vida requiere esfuerzo
y si áspero es el camino
siempre tendrá el peregrino
el refugio de su verso.

Waldo Leyva

II

El verso es la patria eterna
de la que jamás se emigra,
quien lo difama o denigra
solo vuelve a la caverna.

Por Madeleine Hernández

 

¿Quieres saber dónde estoy?:
en el árbol, la pradera;
rocío de primavera
se impregna por donde voy.
Corriente de fuego soy,
por donde quiera que vibre
mi musa; pájaro libre
que multiplica sus alas
e impacta como las balas
de renombrado calibre.

¿Quieres saber dónde voy?:
al cielo y a lo profundo,
al nacimiento de un mundo
que se está gestando hoy.
Entre ser y no ser SOY
seda, clavel, desatino,
piedra y polvo del camino:
Llevo tatuada en la piel
la corona de laurel
que perfuma mi destino.

Por Roberto Manzano

 

Madre mía, a la vuelta del tiempo, con los
soplos
de la nostalgia, veo plantas que se han
marchado, rudos carbones,
qué apagó la tormenta, y siluetas que cruzan
los umbrales
con la misma figura de entonces, cuando las
miradas
eran verdes, de pulpas gustosas, y esplendían
olores de comienzo, silabarios primeros de la
sangre:
a la vuelta del tiempo, con todo el pulso ido,
cuándo el día vagaba igual que un humo dulce.
Madre mía, a la vuelta del tiempo, entre los
ciscos
hirientes y los rígidos algodones, a la hora en
que podía
venir cualquiera por el trillo y en la disposición
de los cubiertos
era bien recibido, como una plántula anillada:
y entonces en las frondas sonaba un airecillo
frío, un vaso de menta, y unos ojos de toro
silencioso;

Por Ulices Trujillo 


Llega el día con sus hilos
de luz y, sobre la nieve,
la novia inmóvil se atreve
a un sollozo de pistilos.
Parece mellar los filos
del invierno (sus puñales).
Entre las ramas (panales
de cálida clorofila)
el eco de un trino apila
la esperanza en los cristales.