Por Olga Lidia Martínez

 

Necesito un mar para aplacar
mis olas
y hechizar
los arrecifes.

Una parte de mí destila sal junto
a la arena.

No seré más un torbellino.
Me convertiré en espuma
solo
para volver a ser gota.

¿Dónde quedó la brisa?
¿A dónde voló el pájaro chillón?

A lo lejos la línea inalcanzable
me recuerda el beso.

Por Lucio Pérez                   

 

            vienes por fin a mí
            tal como eras
            con tu emoción antigua
            y tú rosa intacta.
 
            Dulce M. Loynaz


Marchaste con la última omisión pactada a la vuelta
y una lágrima mojada
en el pañuelo.
La luna me ha visto
tragar los azules,
pero no puedo detener el sol
cuando asoman las mañanas de diciembre
y atrapo la espuma con las manos,
sintiendo la escandalosa evocación de los deseos.
En tanto sigo con los ojos
clavados en la orilla,
la extraña sensación de una presencia
y la dentellada ruin de tu naufragio.

 

Por Julio Alayón Morales

 

De una tarde cuando llueve
trillos nuevos se perfilan,
y nubes rotas deshilan
su algodón sobre el relieve.
El ganado vuelve y bebe
pero sus cansinos cascos,
rompen como finos frascos
con sus pausados reflejos,
los naturales espejos
que dejaron los chubascos.

Se abrieron como cortinas
los párpados de tus ojos,
tan verdes como manojos
de álamos en las colinas.
Pero si en raras neblinas,
una tristeza los mueve:
tus ojos, pecas de nieve
rotas de un amargo frío,
dibujan el goterío
de una tarde cuando llueve

Por Elvis García Rodríguez

           De una tarde cuando llueve

                    Luis Gómez


De una tarde cuando llueve
,
Tierra-milagro en sus mámas,
abrocha los pentagramas
de un dolor, y se conmueve:
Por la raíz, ya se mueve
más triste que un aria en vuelo:
y haciendo perlas del suelo;
menos destino y más nombre,
El Pichón se vuelve hombre,
y el ave una voz del cielo.

Leyenda: y luego señor
<Cu-todo-ma-: grande...> arrulla
al Gran hijo de Mabuya...
(la magia no tiene error).

Por Ana Lisandra López

 

como perro con rabia 
debería arrancarte la ropa de una 
y que todos vean lo que fue mío.
Debería echarte a la jaula con los leones
aunque los leones de mi pueblo no tienen dientes
solo cuentas bancarias
pensándolo bien estás bonita para postearte
el gris de tu pelo entona con las paredes
tu sexo puede ser una lámpara convexa a mi mano
convexo a muchas cosas.
Me gusta el verbo deber
no sé si te diste cuenta
que me debes el tiempo
deberías pagarlo de manera justa
deberíamos ser escorpiones 
y que nuestros bebés te devoren en mis narices
pero no

Por Irelia Pérez

        (A la memoria de mi hermano Nelito)

 
Un jirón de mi sangre ya no es,
se pudre entre raíces con la sombra.
¿Ya no recuerda el verso   ni me nombra?
¿Dónde late el mañana de sus pies?

Con la niebla pasea.    En el envés
nuestra infancia es un puente que se escombra.
Cose con hojas muertas una alfombra
este jirón de sangre sin después.

El río mutilado gime y arde,
se alimenta en el rúbeo de la tarde,
le incrustan al capuz los peregrinos.

Baja a la soledad de mis terrores
y vuelve      reventando en surtidores,
para sembrar de estrellas los caminos. 

 

 

Por José R. Calatayud

 

Con cuánto amor, cuánto brío
Tú amaneces, Damuji.
No sabes que para mí
Eres mucho más que un río.
En tus aguas yo confío
Porque a tu lado nací.
De tus aguas yo bebí
Desde que vine a este mundo,
Y siento un temblor profundo
Si me voy lejos de ti. 

 

 

Por Mayelín Ordóñez Valero

 

Pasan las horas entre cuchicheos y sorbos de café. El olor característico de cada lugar invade cada rincón. Las personas se acercan con rostros sombríos y me ponen la mano en el hombro, pero no puedo hablar; sigo sin entender. Mi hermana se acerca y me lleva hasta él. Me resisto estar allí. De pronto Andrés, con una sonrisa burlona, me hace señas para que lo acompañe, estoy emocionada, inmóvil. Se acerca y me susurra algo al oído que me ruboriza. Sin salir del asombro comienza a besarme la nuca, acaricia mi pelo. Quiero detenerlo pero me es imposible. Lentamente recorre todo mi cuerpo hasta despojarme de la blusa y sacarme el sostén y ya no escucho a las personas y el olor ha desaparecido. Se apodera de mi vulva y mis quejidos lo hacen extasiarse y siento cómo mi cuerpo gravita mientras tiemblo de placer.
     El despertador poco a poco me devuelve a la realidad y pude escuchar la voz molesta de Andrés y yo bañada en sudor con mis partes húmedas; mirando con una mezcla de asombro y sorpresa, a la vez que le pregunto: “¿Qué haces aquí, dónde están las personas y el ataúd que te guardaba?” Él, sin comprender y con una sonrisa de burla, me dice: “Llegué a las cuatro de la mañana, dormías como una piedra”. Mientras, se me aproxima poco a poco y me mira con ojos hambrientos y comienza a acariciarme la nuca.

Por Hansrruel Aldana

          De una tarde cuando llueve
               
                    Luis Gómez

 

De una tarde cuando llueve
se me ha caído tu ausencia,
y el cielo pide clemencia
con un rechinar de nieve.
Sobre el crepúsculo breve
la tarde, ingenua se agota,
y en el horizonte explota
un espejismo cobarde,
porque se ha roto la tarde
sin aceptar que está rota.


Me queda apenas el llanto
del sol por un precipicio.
Todo se fue, y acaricio
la nostalgia hecha quebranto.

Por Orlando Pérez Torranzo

 

La lengua toca cielo en otra boca
confundiendo la vida en su desvelo
entre sueños se torna medio loca
palpa surcos de piel, palpa otro cielo

la lengua por debajo de un pañuelo
ceñido a una cintura que provoca.
Y vive de los sueños por el pelo
siente miedo ser polvo cuando es roca.

Así la vida bien parece poca
así se ve la vida con un velo.
En el cielo la lengua que convoca

ha llegado a pensar en otro duelo.
La lengua en otra boca llega al suelo
como polvo del beso que le toca.