Por Silvia Consuelo Valdés

 

“Porque es mucha la vida que me mata”,
te la estoy entregando en un suspiro.
Si me muero mañana, si deliro,
así sabrás que el sueño me delata.

Porque es mucha la Vida que te entrego
y tú me matas con tu Amor cobarde.
¿Apagaste tu llama? ¡Apenas arde
en ella mi pasión! ¡Mísero fuego!

En este Amor lejano e imposible
florecerá por siempre mi ternura.
No olvides que es muy fácil lo posible.


Y allí donde esté la sepultura
de este amor sin olvido y sin medida,
perpetuarán las flores de mi Vida.

Por Richard Gutiérrez

 

Las partes de tu cuerpo
son fronteras clausuradas.
Intento introducirme en tu región.
Si el centinela de turno
no detecta mi presencia en sus radares.
El centinela de al lado 
a veces hace su turno.
Ahora espero la llegada del mío
y observo el panorama a través de un rendija.
Un perro enfurecido me clava sus colmillos.
Es hora de retroceder y esperar el cambio de guardia.
Para evadir los obstáculos
de fronteras clausuradas.

 

Por Silvia Valdés

 

Poeta, te fuiste un día
tras la huella de un suspiro
y por tu canto guajiro
sollozó la cubanía.
No ha muerto tu poesía,
tu estampa de soñador;
porque vino el ruiseñor
que bajó de la montaña
a cantar sobre la caña
con tu voz de trovador.

 

Tomado de: Bajo el ala de un sinsonte. La Pereza Ediciones (Miami, Fla., EE.UU., 2017). (N. del E.).    

 

 

Por Reynaldo de la C. Fernández

 

Parte 1 (fragmento)

Para Atanasia Villalobos hacer el bien era su religión. Las carcajadas le brotaban de las entrañas y todo el ambiente se contagiaba de frescura. A veces su lenguaje prosaico, soltado sin pensar a boca de jarro, retraía a los más recatados. Sin embargo, todos sabían que no había mala intención. Así era ella: ordinaria pero servicial; campechana como guajira silvestre, pero solicita ante los problemas del otro. Muchos niños del Valle de Siguanea habían llegado al mundo a merced de sus manos huesudas y callosas. Nadie le había enseñado cómo hacer un parto. Eso le vino por gracia divina y la perspicacia natural que tantos caminos le abrió. Se comentaba que la famosa “Cueva de la Vieja”, en Río Negro, había sido bautizada con ese nombre en honor a ella, afirmación desmentida por su hijo Cristóbal. Pesares y alegrías compartió con la gente de allí, y su nombre es el más recordado entre todos los que vivieron en aquellos parajes.
     Atanasia nace en Rancho Capitán, batey infortunado a mitad de camino entre Cumanayagua y Crucecita, cuando el desvío por la Cueva del Gallo subía hasta El Mamey. Un lugar apartado de la cordillera del Guamuhaya donde su padre Cheo Villalobos había arrendado uno de los tantos cafetales obrados por los colonos de la zona, con intenciones de hacer fortuna.

Por Pepe Sánchez

  

Ligero de equipaje, como el Machado español, siempre ha caminado la poesía de la tierra nuestro entrañable poeta Roberto Manzano. Y no podría ser de otra forma, pues la grandeza verdadera, raigal, prefiere y escoge la quietud de las horas, el feliz silencio de los verbos que desafían desde la íntima soledad las fronteras de lo humano, dejando en cada verso, en cada imagen poética hecha de raíz y tallo, y ramas y frutos, la temeraria palabra que congrega y alista a los pueblos del lado de los buenos. El 20 de septiembre de 1949, la ciudad de Ciego de Ávila (antigua provincia de Camagüey), vio nacer a quien sería desde su juventud temprana el poeta que sacaba sus versos de la libre sabana, del surco fértil de los campos y las aceras clamorosas de cada ciudad que abría las puertas a los pasos de la poesía. Hasta llegar a ser, desde hace mucho tiempo, uno de los grandes poetas, de cualquier época, en esta tierra de grandes poetas, referente de generaciones que han podido encontrar cobijo y enseñanza en el evangelio vivo de su palabra.

Por Miguel A. León

 

Alto, más bien delgado, pero de complexión recia; andar despacio y acompasado. Su vestimenta cotidiana, sobria, amorosa y meticulosamente preparada por las manos de su esposa; la de ocasión: traje oscuro que completa su imagen de fineza y le confieren mágica distinción al gesticular y departir sobre temas de disímil naturaleza… Hombre presumido, altivo y autodidacta. Nadie le llamaba por su verdadero nombre: Miguel Ángel León Reyes, y fue para algunos “el Gardel de Cumanayagua” o “el hombre de la chiva pirulítica”.
     El oficio de tabaquero robustece su mente: lector voraz por afición, y lector por profesión después en la Fábrica El Coloso —lo mismo de una novela rosa que de un clásico. Se inició como aficionado en el grupo de teatro dirigido por Antonio Sánchez y permaneció en otros surgidos a mediados de los sesenta. Escribe para publicaciones locales como La Tripa, y denunció sarcásticamente problemas de entonces, por lo que no en pocas ocasiones tiene desavenencias con las autoridades locales. Escribe poesía y teatro. Obras dramáticas de su autoría como “La sangre llama”, “Batalla de Santa Clara” “Madre hay una sola”, y “Emilia la rebelde” fueron presentadas en varios lugares de la localidad y en intrincadas zonas rurales.

Por Magaly Ojeda

 

Palabra y vida…
       Crear las cosas es nombrar las, dotar a los objetos, sentimientos y emociones de una vida independiente. Es un acto individual y general que me sirve a mí como individuo y a los demás como sociedad. En Génesis I. 3 se dice: “Entonces Dios dijo: !Que haya luz!  Y hubo luz”. Se dotó de forma y de contenido una realidad. Crear no solo es nombrar, dar sustantivo, también es acción; verbo y sustantivo van unidos en el acto de creación. Los creadores son artistas, los artistas son creadores porque establecen cosas, producen algo nuevo a partir de la realidad que viven. De esta forma palabra y vida van de la mano. La literatura, al igual que las ciencias, trata de dar respuestas a las preguntas más importantes del ser humano: ¿Quiénes somos? ¿Cómo fue el mundo de los primeros hombres? Entre otras interrogantes que nos hacemos: ¿Cómo llegamos a ser lo que somos? ¿Cómo se formó nuestra sociedad? J. H. Rosny en su novela La conquista del fuego (1909) nos recrea ese mundo primitivo. Se trata de una historia innovadora que inaugura el género de “novela prehistórica”. Junto con Julio Verne, Rosny probablemente sea el escritor francés de ciencia-ficción más importante hasta la fecha.
        Te invito pues, a leer La conquista del fuego

 

 

Por Magaly Ojeda

 

Vengo a reclamarte.
No voy a llorar
con esta daga
viviendo en mi rebelde corazón.
No voy a traicionar
tú último mandato.
Ya vez
estoy como querías,
con este cobarde aún latiendo.
Fuiste mi sueño inalcanzable
y mi realidad,
encuentros casuales,
sonrisas de viernes feliz
y frustrar la mirada de desnudarte
para mirar tus ojos cielo
hasta que nos robamos
la inocencia
en una playa perdida
entre las rocas y la luna,
mi piel fuego de tu piel

Por Antonio R. Ojeda

 

Como actor del grupo Teatro de los Elementos organizaba, hace unos años, una peña cultural en La Casita del Prado. Difícil fue mantener toda una programación atractiva para casi todos los domingos. Alguien me sugirió hacer un encuentro campesino.
     Aquello tomó rumbos insospechables. ¡Qué buena fiesta auténticamente cubana armaba allí! Con el tiempo se fueron repitiendo los mismos cultores y poetas del pueblo. Lo pequeño del espacio no atizaba la llama de la improvisación y se repetía una y otra vez el clamor del pueblo: “Al Grande, ¿cuándo lo traerás?
     Un día, en Cienfuegos, me encontré con mi amigo Alberto Vega Falcón; le conté la idea de llevar “al hombre” a sus orígenes: Cumanayagua. Tremendo lo vio, pero no imposible.
     Mucho tiempo pasó. Demasiadas coordinaciones y variantes, para que aquel “Hombre Grande”, volviera otra vez a irradiar luz en su pueblo.
     Y el domingo milagroso llegó. Aquel ser humano al cual llamaban ya “el último poeta”, estaba allí. cantando, improvisando, contando una y otra vez del boniato que se le trabó en el “gorgüero”, en casa de no sé quién; de las tetas de fulanita y de los libros comprados y leídos a cambio de un estómago vacío.

Por Silvia Consuelo Valdés

 

“Tras una joya divina”
se me perdió la mirada
pensando encontrar el hada
que oscurece e ilumina.
Pensé en la rosa, en la espina.
Pensé en la luna y el sol.
Pensé en el mar, caracol
que avanza sobre mi arena.
Pensé en mi costumbre buena
de besar un girasol.