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Por Silvia C. Valdés
Los golpes que me han golpeado
silentes, raudos, y lentos,
roncos, agudos, violentos,
son golpes que me han marcado.
... y me pregunto: ¿Qué hado
apagará mi volcán?
...¿Qué carceleros podrán
encerrarme la bravura?
... ¿La inconsistente locura...
qué locos me detendrán?
¿... y quién será mi albacea
si me llegara el adiós?
... ¿A quién legaré mi voz?
...¿Quién encenderá mi tea?
Cuando marche a donde sea
en el silencio forzado,
este corazón minado,
arrítmico en su latir,
...¿ sentirá pena en sentir
los golpes que le han golpeado?
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Por Orlando Víctor Pérez Cabrera
Le hablo a mis reflejos, a mis atormentados demonios del pasado…
María Herrera
Por el éter me llegó, viajando a la velocidad de la luz desde el sur hacia el norte, desde del Continente Sudamericano, para anclarse en una isla caribeña. Llegó por el milagro de la Internet, desde Metán, Salta, en la Argentina, hasta Cumanayagua, ubicada en el centro-sur de Cuba, bautizada por el Almirante Cristóforo Colombo “…como la tierra más ´´fermosa´´ que ojos humanos vieron”. Llegó Póstuma desde mi sepultura en formato digital a mi PC, el sorprendente poemario de María Herrera recientemente publicado que ha emocionado, ha conmovido, ha hecho reflexionar a los incontables lectores que ha tenido y va teniendo. He visto las fotos, los videos; he leído las declaraciones y los discursos de presentación por las redes desde los diferentes contextos donde se ha presentado este libro, objeto de merecidos elogios.
Póstuma desde mi sepultura es un poemario tenso e intenso. Sus poemas no constituyen un mero ejercicio de recreación y evasión, de arrobamiento romántico; sino que van tejiendo una urdimbre de intranquilidad, de inconformidad, de rebeldía, de caída abisal, pero también de renacer, de paradójica paz e imprescindible amor.
La autora ha puesto en voz de su alter ego (su sujeto lírico) la facultad de emerger desde el más allá hacia la luz y hacia la vida (y he citado al gran poeta Antonio Machado); así, declara: “…desplegando mis alas emergí desde mi sepultura… y hoy, con regocijo me recibo nuevamente a la Vida”.
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Por Nélida Puerto
Entre el menguado espacio de mi vida
te quedaste, sin ser de mi metal.
Bordé llagas con hilos de cristal
que perfuman mi cama en su caída.
Las cortinas del aire en su fluida
corriente, van poniendo a mi sendero
el rocío por la miel de tu lucero
sobre el cansado cuerpo que no existe.
Por eso en las mañanas me desviste
la espera, que prolonga tu aguacero.
Con este texto la autora obtuvo Mención Especial en Décima en el Encuentro-Debate Provincial (Cienfuegos, Cuba, 14.11.2024). (N. del E.)
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Por Nicolás Águila
Benjamin Franklin no era lo que se dice un tipo humilde. Ni falta que le hacía, pero ya saben cómo son los amigos. Le señalaban que su comportamiento resultaba muy altanero. Franklin, que era un hombre autocrítico e introspectivo, llevaba su diario para medir el progreso en sus relaciones interpersonales. De modo que se daba cuenta de que efectivamente era un tipo chocante que sostenía discusiones innecesarias y evitables. Desde su indiscutible superioridad intelectual, el inventor del pararrayos se irritaba con las tonterías de los demás y se ponía excesivamente crítico y autoritario. No podía evitarlo. Era capaz de superar otros defectos, pero ese ni de coña. Hasta que un día se dijo que no iba a dejar de ser arrogante, pero bien que podría fingir un poco de humildad en su actitud hacia los demás. Ben Franklin había descubierto el truco de la tolerancia. Lo importante no era ser tolerante sino parecerlo. Y así aumentó exponencialmente su popularidad y aceptación, convirtiéndose en un Mister Congeniality.
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Por Nélida Puerto
En la inmensidad serena
Luis Gómez
La madre guarda la pena
en un izquierdo concierto
para robar al desierto
en la inmensidad serena,
porque la música plena
es la que vive en el llanto,
y se envuelve con el llanto
traicionero de un celaje.
Porque no hay último viaje
si el Ángel lleva su Canto.
Mi fruto no se detiene:
da luz a cada lucero;
y un futuro que no tiene:
Porque el Altísimo viene
a dejarme una condena,
pero en un cofre la pena
no cabía; en su extravío
dejó mi pecho vacío
en la inmensidad serena.
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Por Yusbiel J. León
Y al mundo, que no puede existir sin mujeres
No te duelas, sube el rostro,
Camínala, dale alas...
Dale el cielo, y no la pierdas
Que hasta en el cielo hay fantasmas,
No la enseñes a sufrida
Que repetirá tus llagas
Y tu solamente llevas
Sobre los hombros la casa,
Y otras llevan además
Basureros en el alma;
Piénsalo, que eres dichosa,
Porque por lo menos amas.
Cuando se despierte dile
Cuánto vale lo que cargas,
Lo que vale ser mujer
Desde la escoba a la cama.
Enséñala a repartir
Los trastos y la esperanza...
Y a espantar de los portales
El polvo con que te andas.
¡Qué el mundo sienta vergüenza
De tener estas estatuas!
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Por Yusbiel León
Volví a la casa, volví
Al santuario de madera
Que más que vergüenza era
Un tesoro para mí.
En cuanto en el sol abrí
Los ojos, detrás sentía
El agua por donde un día
El niño que se hizo un hombre
Dejó flotando su nombre
En un trozo de agua fría.
Salté los riscos, pasé
El susto de acantilados
En donde un día colgados
Los codos míos dejé.
Llegué al río, lo encontré
Apuradamente lento,
Y a la palma que del viento
Caer una tarde vi
Llorando le agradecí
Que me guardará el asiento
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Por Félix Corona
1
El grito persiste al amanecer
de página en reverso
y gotea sepia techumbre,
tiene días de sol
como los tiene de lluvia.
2
Canta la tarde frente al horno
con manierismo de obturador,
captura ese gesto
de la arcilla que se niega al soplo,
génesis malforme
que ni se levanta
ni anda.
Es el rito quién define
y no alaridos
de cerámica enjaulada
tras lo ahora inmutable.
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Lo que vive y se convierte
en pasado que se olvida,
es la parte de la vida
que siendo vida ya es muerte.
El Indio Naborí
Como caricia de grito
converges, rompes, inhalas;
Y en un santiamén tus alas
descubren el infinito.
Me desarmas en el rito
en que me dejaste inerte.
!Cuánto paisaje sin verte!
Es el tiempo quien te hace,
como todo lo que nace,
lo que vive y se convierte.
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En la inmensidad serena
Luis Gómez
Es sabia la luna llena,
porque nace entre esplendores
y hace brillar los colores
en la inmensidad serena.
Desde una nube encadena
senderos de la visión,
y matiza en ilusión
la sombría soledad.
La tristeza no es verdad
si la luna es un timón.
Ese cielo en tela gris
es soledad en la luna,
y un espectro sin fortuna
si enrarece su matiz.
Pero en noches sin desliz
no habrá soledad ajena,
porque deshace la pena
con su cáliz labrador:
la luna es faro de amor
en la inmensidad serena.
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