Por Anisley Fernández

 

Me quedé meditando
en aquellas mujeres
que también somos cámaras fotográficas
y en aquellos hombres
y en la quinta mutilación de lecturas
y en mi fotógrafo
y en la máquina de escribir
que me obsequió un amigo
de Guanabacoa.
Desperté con el libro de Fina
que ella me regaló.
Ella es, por supuesto, la poesía:
una patria
un latido
un grano que explota fuerte en mi cara
y que nunca
más
amaré. 

 

 

Por Mailin Valdés

 

La esposa del poeta marca
la primera fila.
Lugar doloroso desde donde
observa cada parto de luz.
Entiende además de las
mutilaciones del feto
y sabe de qué  están hechos.
La esposa del poeta sabe
atravesar realidades
y saborear las tristezas.
Su aroma dulce y su sabor amargo.
Lleva todo el peso de la escritura.
Maneras sutiles de morir y de parir hijos
imperfectos.
Sabe cómo suicidarlos antes del nacimiento
y salvarlos cuando son necesarios.
Nacidos de esternón.
Hijos en los que no dejará
de ver su rostro
aunque cierre los ojos
y los puños,
                     los puños.

 

 

Por Juan Carlos García Guridi 

 

Van Gogh de girasoles nada sabe,
me resulta un total desentendido,
los pinta sin cesar por atrevido
en un mental y prístino arrocabe.

Su locura semeja un vuelo de ave,
tiene como un enésimo sentido;
girasoles pintar no le ha servido
más que para sentirse “enfermo, grave...”

De pintar girasoles nunca deja
y hasta quiere cambiar por una oreja
uno, encima de un lienzo de arreboles.

Girasoles pintar tiene su encanto...
No importa si sé mucho, poco o tanto:
Yo soy Van Gogh y pinto girasoles.

 

 

Por Orlando Pérez Torranzo 

 

Cazador atrapado por perdices
noveles discreciones del intruso
criterios sobre expertos aprendices
proverbios en inglés de origen ruso

desilusiones propias de un iluso
la gota que no agota la paciencia
la cosa en su lugar que nadie puso
verdades de dudosa procedencia

y condenas a lluvia sin motivo
los velorios de un muerto medio vivo
con verdes de esperanza y tonos ocre

flautas para ratones violinistas
idealismo para materialistas
para el genio, una lámpara mediocre.


 

Por Madeline Pedroza

 

Me inquieta lo que pienso de este mundo;
para mal todo lo han manipulado;
mi destino ya está direccionado
y me duerme una nana muy profundo.

No sé lo que no existe y lo que existe,
aunque el Hombre a la fe siempre se aferra
pero ¿tendremos los pies sobre la Tierra
cuando la Mentira de Verdad se viste?

¡Cuánta incertidumbre y desaciertos!
Se escuchan palabras melodiosas,
percepciones de armonías muy dudosas;
¡deben estar mis ojos tan abiertos!

porque las sombras acechan sigilosas
con ardides, con trampas desidiosas
que teorías se cocinan en probetas
y es mi cuerpo hospedero de ese ensayo,

tan temible como el trueno de un rayo,
el veneno que tienen las tabletas
y el pesar que me causa si me callo
al no quitarle al monstruo sus caretas:

Por Ian Rodríguez

 

Diáfana la muerte que me arrulla
aún cuando entre sombras negras,
diáfano en mis ojos el lenguaje
sugestivo del silencio.
Heme aquí savia por siempre
de greda y turba florecida.
Ya soy espora del tiempo,
raíz que me desova al alba,
ahora soy manto y rocío.
En la furia infinita de la tierra
heme aquí sembrado.

 

 

Por María Rosa Martínez


La ciudad se ha puesto vieja:
lleva desgarrado el traje,
le ha corrido el maquillaje
y se despintó una ceja.
Tiene colgada una reja,
con óxido en el costado;
un bache se le ha borrado
en un profundo agujero
y no encuentra un cerrajero,
que le arregle su candado.

La ciudad, cómo bosteza,
cuando apenas dan las diez;
se le han hinchado los pies
y come de su pereza.
La digiera con tristeza
por ser bocado aburrido;

Por Lucina Bravo

 

Yo, conmigo,
y no frente a un espejo
mirándome la vida,
tratando de encontrar algún sentido.
Yo, conmigo,
que a veces amo, y otras olvido.
Yo, conmigo,
andando por las calles,
a veces despacio, otras en desatino.
Yo, conmigo,
a veces hablo bajo,
y otras grito.
Yo, conmigo,
en busca de sueños
que nunca he vivido,
tratando de entenderlo
y no lo consigo.
Unas veces oscuridad,
otras todo lo ilumino.

Por José R. Calatayud


Estamos en la feria de las luces y las sombras.
Con más sombras que luz, somos sombras chinescas que danzan movidas por la brisa que viene desde el río.
Las sombras son hijas de la luz, la luz es la madre de las sombras.
Somos un gran teatro donde no hay actores sino sombras que sugieren actores
en las sombras.
Allá lejos, detrás del telón, veo al que quita y pone los interruptores, juega para provocar sombras y luces.
Somos sombras chinescas en la gran feria de las luces y las sombras.
Se venden sombras largas y luces pequeñitas, se venden muy baratas,
para que todos tengan su juguete de luces, su sombrita de repuesto para
cuando esté en falta.
El que pone las luces quita y pon, quita y pon.
Somos sombras chinescas.
Soy una sombra que espera por la luz. 

 

 

Por Jorge L. Veleta

 

Cualquiera de estas noches voy a tener que olvidarte, Betsaida.
No se trata de ti, de mí o de la intemperie,
se trata de estos ojos que cuelgan de tus ojos.
Se trata de esta edad, sesenta años,
donde cumplo más noches que la luna.

Voy a olvidarte, Betsaida.
Y ahora mismo daría lo que no tengo por ser el caminito,
la casa o el tifón que te sostienen
para olvidarte contra todo pronóstico,
bocarriba como un espantapájaros que se tragó la noche.

Voy a olvidarte, Betsaida, lo prometo,
voy a olvidarte veinticuatro horas, minuto por minuto
y cuando no te olvide sentiré tanta rabia que tendré que olvidarte.
Voy a olvidarte de pie como los hombres,
ceñudo como el mar,
llorando como un perro,
feroz de soledad y exactamente triste.