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El poema sin nombre

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Publicado: 30 Junio 2025

Por María Herrera


Murmurando espinas
dormita fatigado 
el gélido sol
que cubre la vida;
la mirada del destino
sangra
naturaleza muerta.
Soplan los pulmones, resignándose
al silencio que, fúnebre,
invade de horror los fantasmas
del futuro y
los caduca de pasado.
Yace insomne la cordura,
y es la locura, 
que habita
en un poema sin nombre.
Espectros del juicio
azotan realidades,

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¿Qué es el amor?

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Lope de Vega

 

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

 

 

Ecos

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Natalhy Paneque Sánchez

 

Tal vez no era nuestro momento,
pero ni el agua o el viento
pueden arrancar de la memoria
ese beso.
Y nos aferramos
con sed de corazones rotos.
A veces me pregunto
¿por qué no llegas a este lugar
donde escribo poemas?
Será que hemos puesto
una extraña distancia
de universos geométricos
que te acercan y te alejan
por el camino
que habita en mi silencio.

 

 

Soy

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Magaly Ojeda

 

el rayo de sol en tu ventana
la gota de vino en tu mejilla
el reloj preso de ritmo
el paraguas cómplice de la lluvia
la respiración en tu oído
Soy el lado oscuro de tu soledad
una pasajera sin prisa
una tormenta ligera
un fuego lento que te abrasa
un suspiro a la esperanza
la nota más baja de tu escala.

 

 

La tercera resignación

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Gabriel García Márquez

 

Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera desacostumbrado a él. Le giraba dentro del cráneo vacío, sordo y punzante. Un panal se había levantado en las cuatro paredes de su calavera. Se agrandaba cada vez más en espirales sucesivas, y le golpeaba por dentro haciendo vibrar su tallo de vértebras con una vibración destemplada, desentonada, con el ritmo seguro de su cuerpo. Algo se había desadaptado en su estructura material de hombre firme; algo que las otras veces había funcionado normalmente y que ahora le estaba martillando la cabeza por dentro con un golpe seco y duro dado por unos huesos de mano descarnada, esquelética, y le hacía recordar todas las sensaciones amargas de la vida. Tuvo el impulso animal de cerrar los puños y apretarse la sien brotada de arterias azules, moradas, con la firme presión de su dolor desesperado. Hubiera querido localizar entre las palmas de sus dos manos sensitivas el ruido que le estaba taladrando el momento con su aguda punta de diamante. Un gesto de gato doméstico contrajo sus músculos cuando lo imaginó perseguido por los rincones atormentados de su cabeza caliente, desgarrada por la fiebre. Ya iba a alcanzarlo. No. El ruido tenía la piel resbaladiza, intangible casi. Pero él estaba dispuesto a alcanzarlo con su estrategia bien aprendida y apretarlo larga y definitivamente con toda la fuerza de su desesperación. No permitiría que penetrara otra vez por su oído; que saliera por su boca, por cada uno de sus poros o por sus ojos que se desorbitarían a su paso y se quedarían ciegos mirando la huida del ruido desde el fondo de su desgarrada oscuridad.

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El vuelo de las semillas

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Elizabeth Álvarez

                                                       

           Para Barbarita,
           la que más amó este cuento.

La centenaria Ceiba estaba acunando las semillas, exhibía la alegría de una madre feliz, esperaba el momento propicio, fabricaba lana para las hijas y alzaba los brazos al sol elevando su savia de amor.
     Llegó el tiempo preciso; y el viento comenzó a balancear su moño. Las lanas cargadas de semillas se desataron, era el día de la felicidad, la liberación desatada, como ver caer nieve sobre la plaza del pueblo y las semillas en su galopar gritaban eufóricas, pero una, la más feliz de todas dejó escuchar su voz:
     Adiós, madre, me voy de viaje, cuantas cosas veo, la línea del tren, el indio de la plaza, el campanario de la iglesia; no te aflijas madre, soy la semilla mas feliz.
     Había alcanzado tanta altura con el viento. Este dejo de soplar fuerte y ella fue descendiendo lentamente; al oscurecer ya estaba en el suelo, se sentía agotada y cerró los ojos, quedó profundamente dormida.
     Un chubasco la refrescó y una pequeña capa de tierra la arrebujó.
     ¿Por cuanto tiempo durmió la diminuta semilla? No lo sabemos.
     Un buen día extendió un brazo y sintió un calor atrayente, alzó el otro y el calor fue más amoroso, estiró sus pies y se aferró a la tierra, luego levantó la cabeza y se deslumbraron sus ojos por la luz.

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Tolondrones

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Teófilo Guerrero

 

Estaba subiendo por la rampa cuando sintió que ya no podía con el peso, y tuvo que parar un segundo para tomar aire y seguir, empujando con las ganas antes que con los músculos, ya tiesos y adoloridos. Y llegó. Puso las cuatro cajas sobre la plataforma del torton y se sintió liberado.
El mercado sudaba bullicio, palabrotas, palabritas, palabrería y palabras que se intercambiaban como pesos y centavos. Escuchó su nombre cuando el olor a tacos y a jugo de naranja le avisó que no había desayunado, y ya eran las 11:30. 
     —Mingo.
     Volteó a ver al patrón, traía una libreta vieja, y se le hizo agua la boca cuando pensó en el dinero.
     —¿Te avientas veinte costales de papa? 
     La cara de Mingo cambió, tenía hambre, y veinte costales de papa, desde la bodega, lo alejaban de un desayuno más o menos decente y a un horario todavía más decente.
     —¿Nomás veinte, patrón?
     —Simón, y te doy otros cincuenta varos.
     Calculó el tiempo y el hambre, y no le salían las cuentas. Volteó a ver a su patrón para negarse amablemente cuando alcanzó a ver a su hijo viendo fijamente el puesto de tacos. Regresó la mirada y asintió con la cabeza aceptando la misión.

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A Elena

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Edgar Allan Poe

 

Te vi a punto.
Era una noche de julio,
noche tibia y perfumada,
noche diáfana…

De la luna plena límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido
gráciles velos de plata.

Ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban
en el parque…

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Mucho misterio

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Belizabeth C. Carrero


La casa estaba en silencio, ya eran casi las 12 de la noche y dormían, pero la luz de una lámpara pequeña llegaba hasta algunos lugares de la vivienda. ¿El motivo de que quedara encendida toda la noche? Mayra, la niña que allí vivía, le tenía miedo a la oscuridad y esa tenue iluminación la tranquilizaba para dormir; porque no confiaba ni en el perro Fiero que dormía las 24 horas a la vista  de todos y de fiereza no tenía ni la F.
     Mientras el sueño cierra los ojos de los que ya están en sus camas, la cocina cobra vida y se arma un gran alboroto:
     —¡Hagamos mucho ruido! —dijo un caldero grande con el cucharón a su lado.
     —¡Agua con el perro dormilón! —gritaba la llave desde su fregadero.
     —Declaremos la guerra —susurró el cuchillo mientras afilaba su punta.
   —Vamos a hacer café y encender todas las ollas —propuso un viejo termo que estiraba la cabeza en una esquina de la meseta.
     Un tenedor, que se mantenía callado encima de la mesa, decidió dar su criterio:
     —Mejor no, ¿por qué no bailamos salsa?
    Empezaron a reír con esa ocurrencia inesperada, pero al rato estuvieron de acuerdo y bailaron hasta el amanecer. A la noche siguiente, le tocó a la bachata… Así, fueron divirtiéndose cada noche con un género musical diferente: merengue, boleros, mambo y hasta danzones bien apretaditos hacían la diversión en la cocina.

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Los rostros

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Sylvia Zárate Mancha

 

Su carro se deslizaba por la colina, en una mañana de emociones. Miró su reloj. Faltaba mucho tiempo para la hora de entrada a su trabajo, normalmente hacía quince minutos de trayecto. El corazón de Susana latía aprisa, sabía muy bien que ahora con tantos fraccionamientos que rodeaban al suyo los autos se habían multiplicado y las vías para transitar eran insuficientes, por lo que tardaba una hora y diez minutos para arribar a sus labores. Caía seguido en baches que arruinaban su auto. Tenía muchos minutos para reflexionar acerca de las ciudades y el mundo actual. Sus pies tocaban el embrague y freno, el avance era mínimo, lo que le permitía observar por el espejo retrovisor los rostros de las personas que iban a ambos lados y detrás de ella; las expresiones de las personas casi eran las mismas, parejas sin hablarse en kilómetros, cada uno en su mundo y distantes como dos perfectos extraños, hastiados de la vida o de su relación: las había con el rictus de enojados con la pareja o con los hijos. En especial, dos rostros le llamaron profundamente la atención: un padre con una expresión demasiado adusta que ignoraba a su hijo adolescente que, a la vez, hacía notables esfuerzos por ausentarse virtualmente del auto, demostrando su aversión al padre.

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Mi viajera cubana

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Publicado: 30 Junio 2025

Por Gender Samuel Santiesteban


Un ave vuela hasta mí
se posa sobre mi mano.
Hoy me levanté temprano,
por eso la descubrí.
Que franca yo le tendí
esa mano y puse nombre:
“Viajera”. Mas que no asombre
la preciosa aparición.
Cuando entona su canción
canta al niño y canta al hombre.

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Mi amigo Pepe, el poeta Sánchez*

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Publicado: 16 Junio 2025

Por Emilio Toledo Moguel

 

A Pepe lo considero un amigo, un amigo más sabio que yo, de quien aprendí algo que me ha sido muy útil en la vida: el arte de la efusividad. Como mexicano introvertido, a veces confundo la discreción con la sequedad. Pepe, de una región donde saben bailar mucho más y mejor que nosotros, me enseñó, sin decírmelo y sin saber que me lo enseñaba, que la efusividad no es el exceso apasionado de las promesas incumplidas sino el gesto de la atención consciente y empática a la otredad, premisa fundamental del quehacer artístico y sobre todo humano.
     Pero no voy a hablar aquí de la personalidad de mi amigo Pepe, sino del escritor Sánchez, a quien llamaré de esta forma, por su apellido, aunque sean el mismo, y de sus versos, que juzgaré como si no conociera al autor, para no comprometer mi neutralidad.
     Diré que sus versos, en efecto, mantienen esa pasión, ese arrojo, pero mezclado siempre con un aura de misterio, casi de la autocontención que es natural de quien va al límite de una sensibilidad maravillosa y se encuentra abismos emocionales, mitologías ancestrales y reflexiones que superan los límites de una realidad social menos poética, el desarrollo de una mentalidad que no es eurocéntrica pero tampoco desprecia los orígenes griegos de la literatura, que sí es latinoamericana en su esencia pero tampoco lo vuelve una bandera política ni se esconde detrás de una causa momentánea.

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