Entrevista a José Oriol González Martínez, Director General del pasacalle "Historia de un pueblo"
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Por Orlando Victor Pérez Cabrera
OP: Maestro, ¿cuáles fueron los propósitos que tuvo el pasacalle?
JO: Nos propusimos sacar al pueblo y ponerlo a ver y a actuar el teatro en los portales, en medio de la calle, etc. ¿Cuál fue el combustible que empleamos para movilizarlo? Pues, los nombres de las instituciones, qué se hacía en ellas, las costumbres, las tradiciones, sus personalidades más representativas de cada época, teniendo el 3 de Mayo como eje central, pues como tú sabes es el Día del Cumanayagüense. Tratamos de extraer el argumento de las leyendas, de la historia, de las costumbres, de las tradiciones; y lo que no, pues nos lo inventamos o lo insertamos en el argumento por obra y gracia de ese mágico poder de invención que tiene el teatro. En esencia, en eso consistió ese pasacalle.
OP: Sí, Maestro, uno de mis propósitos con esta entrevista es precisamente preguntarle sobre el origen del pasacalle como espectáculo colectivo.
JO: Pudiéramos encontrarlo con exactitud en el "Patrice Pavesse", pero te digo de antemano que "pasacalle" significa como un divertimento teatral, un juego, que se hace precisamente en la calle y que cambia la rutina establecida. Es una especie de esperpento quizás o de representación juglaresca o de carnaval que los españoles con toda seguridad, han nombrado "pasacalle”.
Rayos de diosa
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Por Olga L. Martínez
De una tarde cuando llueve
Luis Gómez
De una tarde cuando llueve
gotea el mar, salta un pez
sin escamas: desnudez
del tiempo maltrecho y breve.
Es que el río no se atreve
a profanar sus orillas;
ni germinan las semillas
donde es estéril la tierra:
una mujer abre y cierra
al azar sus escotillas.
“Revagliatti, amigo de la reflexión, de la ironía y del desconsuelo, y su Habría de Abrir” *
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Verdaderamente aislado y de siempre ajeno a los grupos que recorren el camino de la poesía, Rolando Revagliatti es, empero, una clásica referencia entre nosotros de la inquietud poética; recluido en su mundo ha tramado y continúa haciéndolo, una extensa obra centrada en las posibilidades expresivas que ofrecen las teorías y las prácticas psicoanalíticas, trasmutadas en experiencia agónica, en fuentes de poesía.
Amigo de la reflexión, de la ironía y del desconsuelo, su labor viene siendo, desde hace mucho, un hito solitario contrapuesto a la sensibilidad y a las preocupaciones corrientes entre los poetas. Un ingenio áspero y la irrupción de imágenes revulsivas la signan y es natural que muchos rehúsen adherir a esa ardua música sincopada, pero nadie podrá negar la poderosa coherencia intelectual que la anima ni desconocer la honestidad de Revagliatti, quien, impertérrito, sigue anclado en esos temas, persistentemente atento al drama de la vida consciente, sobre todo cuando ella ha nacido de viajes por la inconsciencia.
En la pobre soledad de la ficción
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Por Pepe Sánchez
Dudaba entre dos títulos para esta breve crítica sobre la novela George Fausto, de Jorge Ángel Hernández (Vueltas, Villa Clara, 1961): “Hoy por hoy, nadie está cuerdo” o “En la pobre soledad de la ficción”. Creo que estos dos títulos, cada uno desde su campo semántico, le viene bien; pero, finalmente, me decidí por el segundo. El arte de narrar tiene múltiples opciones para contar la historia, más que eso, abordar el argumento y comenzar a saquear esos vericuetos de la ficción sostenida por el imaginario del autor. “—Del Quijote a esta parte, hoy por hoy, nadie está cuerdo —intervino Jorge, justiciero, torpe en el habla marcada en el alcohol”. Este parlamento es quizá el mástil del argumento, es la metáfora fundacional que recorre todo el espíritu temático de la trama y subterfugios de la novela.
En George Fausto, Ángel Hernández, escoge armar la trama con trozos de realidad real, realidad imaginada y fragmentos que parecen sacados de la literatura universal y de su biografía de hombre de letras, contaminada también por esa otra realidad que nos trasciende. George Fausto, es una radiografía de la vida cotidiana en la diversidad de situaciones que afrontan sus personajes, con sus revanchas de sobrevida.
Reinventando el tiempo
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Por Lucio Pérez
He de apoderarme del tiempo con el tiempo
en esta danza inédita,
extraña enunciación de los cuerpos.
La vida puede que esté en muchas partes;
la mía comienza cuando la mañana
huele a desnudez tras la partida,
cuando rehago el nido
y me crecen estrellas en la carne,
cuando me resisto a perder un sueño
nunca abandonado.
Amable pintor
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La memoria de tu piel se diluye en la distancia.
Píntala con palabras para que permanezca aquí en estos lejanos años.
Ha habido noches en que he prestado mis manos al anhelo de que las tuyas transiten por esta piel que lenta y suavemente va perdiendo tu huella.
Pinta, píntala siempre de colores sucesivos.
Lotte Hat Blaue Augen
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(Lotte tiene los ojos azules)
Estás herida por las hojas, por las ramas que caen.
Estás herida por los brazos ásperos del bosque
que el caballero no ha de apartar para llegar hasta tu sueño.
Estás herida por flores de papel, por rostros extraños,
por gestos, por sonrisas, por muecas sonámbulas.
Estás herida por una ciudad nocturna y por los pasos de sus hombres ebrios.
Estás herida por los doctores, por la sagrada familia, por los pastores y los ángeles.
Estás herida por los niños, por los hermanitos,
Por la mano inocente que apenas sabe empuñar un lápiz,
por las abejas, por las mariposas, por los cansados gatos.
Estás herida por las risas que suenan en tus sueños
mientras caes por un canasto sin fondo al mundo de Alicia.
No dormida: soñando. Soñando sueños espinosos y ásperos como ramas.
Caminando por las calles imposibles de una ciudad nevada.
Abriendo en el libro un pozo, hallando en el pozo el mar, buscando en el mar la perla.
Como un lemming pisando tierras nómadas. (Los lagos se han helado, tienes frío.)
Soneto a mi padre
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Si digo que mi padre vive en mi memoria
Estaría aceptando que es cosa del pasado
Que pertenece a un tiempo que es historia
A lo que ya no está, temblor nevado.
Yo prefiero decir que en la ilusoria
Visión de mi padre renovado,
Está su material ejecutoria
Y el espíritu vivo de su camino andado.
Mas no es ilusión, pues yo presumo
Que ahora está dando vueltas a mi lado
Conduciendo mis pasos con buen tino.
No en forma de fantasma ni de humo
Ni como aparecido ni como duende alado,
Sino como un hermano que me muestra el camino.
Soneto de la dulce queja
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Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que me pone de noche en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío.
No me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi Otoño enajenado.
Estoy enfermo de callar…
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Por Rafael Alcides
enfermo de ser un orador con la boca cosida,
un violín prisionero en un estuche
cuya llave tiraron al océano desde un avión,
enfermo de ser un pájaro al que le fue prohibido cantar y volar,
enfermo de ser y no ser:
la mitad de mi vida condenada al silencio,
la otra mitad también.
Tanto he callado, Señor, que ya empiezo a parecer un cementerio.
Tú que amas lo sonoro y te encantas con el jazz y la rumba
y le encargaste a Vivaldi la música del amanecer
y recitas y lees en la alegría y en la angustia
y te sabes las claves de todos los cifrados,
sin esfuerzo comprenderás
esta carta que con el viento te envío.
Y lo que es peor, Señor: temo acostumbrarme,
temo terminar siendo una losa, un barrote,
una piedra, oh Dios, alguien que por no hacer ruido
ni a pensar se atrevería.
Inconformidad
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Al amanecer del domingo
vinieron unos hombres a pintar en mi patio
los árboles que después yo sembraría.
Los enterraron inmaculadamente,
con prisa,
como quien entierra
cargas de explosivos mortíferos
porque se acerca un enemigo,
sin imaginar los frutales
del mañana,
sin pensar en los pájaros
que anidarán después;
los sembraron
y se fueron con las palas y los picos en alto
enrojeciendo carcajadas,
trotando,
Papá va a la luna
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Por Eliseo F. Abreu
Papá es un héroe, por eso le dieron un viaje a la luna. Mamá lo anuncia con una sonrisa, pero yo la conozco y sus ojos dicen que estuvo llorando. Como cuando estuve a punto de caer de la escalera sobre los vidrios.
—¿Qué diría tu padre si te encuentra herido? —dice muy seria—: ¿Qué le digo...? —me mira con ojos cariñosos e inmensamente azules. Pone su dedo en mi nariz para que preste atención—: Por favor, ya tengo un hombre en la guerra. No quiero perder a otro…
Entonces recuerdo las botellas rotas, que había usado el tirapiedras como papá me había enseñado. Iba a estar muy orgulloso cuando se lo contara. Ya tengo diez años, cuando empiece el curso podré ir a la escuela de cadetes y ponerme mi uniforme nuevo. Seré un héroe y viajaré a la luna y me divertiré de lo lindo.
Le guardé muchas frutas a papá estas vacaciones, para cuando venga de permiso, las he tenido que ir cambiando porque se pudren y no llega, hoy llevaré la que más le gusta. He pensado en un modo para dársela en la ceremonia. Un soldado siempre tiene un plan, y siempre sabe qué hacer; me diría con su voz ronca y firme.