Por Jorge L. Veleta

 

Cualquiera de estas noches voy a tener que olvidarte, Betsaida.
No se trata de ti, de mí o de la intemperie,
se trata de estos ojos que cuelgan de tus ojos.
Se trata de esta edad, sesenta años,
donde cumplo más noches que la luna.

Voy a olvidarte, Betsaida.
Y ahora mismo daría lo que no tengo por ser el caminito,
la casa o el tifón que te sostienen
para olvidarte contra todo pronóstico,
bocarriba como un espantapájaros que se tragó la noche.

Voy a olvidarte, Betsaida, lo prometo,
voy a olvidarte veinticuatro horas, minuto por minuto
y cuando no te olvide sentiré tanta rabia que tendré que olvidarte.
Voy a olvidarte de pie como los hombres,
ceñudo como el mar,
llorando como un perro,
feroz de soledad y exactamente triste.


Esta cadena dulcísima que me une a ti como la tierra al tiempo
va a tener que romperse para siempre.
Voy a tener que olvidarte a puñaladas,
te voy a traicionar,
te voy a hacer historia.

Y cuando todo pase me sentaré a llorar y a recordarte
como si nunca hubiera existido el caminito,
la casa o el tifón que nos tragó para siempre
en esta inmensidad de mis sesenta años.

Voy a olvidarte, lo juro,
pero no te prometo salir del arcoíris
cuando cae la noche y me haces falta para endulzar el café y acariciar el gato.

No pasa nada, Betsaida:
a cualquiera le da por olvidar, por estar triste y escribir un poema.

Pero de que te olvido te olvido para siempre...!