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Por Julio García
Luz de mis ojos divina,
llegaste un dos en mi nombre
para hacer feliz a este hombre
y endulzarle la retina.
Mi alma crece y germina
cada día con tu ser,
cuando cada amanecer
me despiertas con un beso
y quedo por siempre preso
de tanto amor y placer.
Tu bastón yo quiero ser
en tu paso por la vida
y cerrarte cada herida
desde niña hasta mujer.
Siempre te he de proteger
hasta aliviar tu dolor,
mi gema, mi bella flor,
mi pedacito de cielo,
paloma de blanco vuelo
y la fuente de mi amor.
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Por Nicolás Águila
La radionovela “El derecho de nacer”, de Félix B. Caignet, era radiada en horario nocturno y paralizaba a toda Cuba allá por 1948. Siempre fuimos un pueblo novelero, qué le vamos a hacer, amante del lloriqueo y la sensiblería. A tal punto que las iglesias se vieron en la necesidad de modificar sus horarios para que los feligreses acudieran al rosario por la noche. Asimismo, los cines interrumpían, por falta de público, la proyección de las películas durante la transmisión de “El derecho de nacer”. Incluso, en ocasiones, se llegaron a suspender sesiones vespertinas en el Congreso de la República. Fue el gran triunfo de Caignet y el nacimiento y apoteosis de la novela radial, precursora de la telenovela, cuya creación se debe a la prolífica escritora Delia Fiallo, con razón considerada Madre de la Telenovela Latinoamericana.
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Yo quiero morir aquí
bajo el azul de mi cielo
contemplando el raudo vuelo
del inquieto Colibrí.
Luis Gómez Martínez
Es mi pueblo de agua pura
y bendecido paisaje
con un nicho hecho de encaje
pintado por la natura.
Es mi casa, la ventura
donde rebelde nací.
Luis salió también de allí,
salpicado por dos ríos.
Por eso, porque son míos,
yo quiero morir aquí.
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Por Nicolás Águila
La juventud es apenas un trámite. Una enfermedad que se cura con el tiempo, como bien se ha dicho. De modo que a este desengañado de bares y cantinas también se le pasó su cuarto de hora, cayendo de un bolerazo en la crisis de la mediana edad. Un vendaval sin rumbo me había dejado en las tinieblas de la noche y sin ninguna orientación, como un Tejedor de lobregueces. Tenía con qué y dónde, pero no tenía con quién. Y salí a la calle, una tarde temprano, dispuesto a tomar La Habana por asalto. Total que vine a terminar la noche a solas con mi añejo doble en un rincón de la cantina, al estilo Jalisco, oyendo al solista que animaba la penumbra del bar Las Cañitas con su voz de gallo ronco. “A mí me pasa lo mismo que a usted… Nadie me espera, lo mismo que a usted”, me disparó a mansalva. Y me rodó un lagrimón en tiempo de bolero.
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Por Pepe Sánchez
Mis pulmones respiran apuñaleados
vía télex pero respiran
respiran y derriban becerros de oro
cuando me llegaba el aire claro
henchía los días cual camisa arrugada
en tierra de todos crecerá mi hambre
no puedo mentir ni arrojar monedas
frente al madero visible del tiempo
La penumbra apuñala esta hora
oculta sus discursos en las manchas del aire
mis pulmones no saben respirar vía télex
la televisión entrevista a un extranjero
que canta muy bien
vía télex no hay manchas en el color
yo frío un corazón
poco importa que falten algunas especies
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Por Nélida Puerto
Yo quiero morir aquí
bajo el azul de mi cielo
contemplando el raudo vuelo
del inquieto Colibrí.
Luis Gómez Martínez
El cemento se detuvo
para que mi luz dispare
el verso; cuando le pare
un ocaso que no tuvo
la tinta, buscando estuvo
entre dorado y rubí.
He de bordar sobre mí
plegarias de la serpiente.
Porque tu nombre es presente
yo quiero morir aquí.
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Por Pepe Sánchez
Clasificado mi verso sus dientes
les limpio del poder la última mordida
clasificada entre nostalgias la rabia
la nostalgia es una puta desclasificada
yo le entro desnudo clasifico su sexo
le muerdo donde más le sabe a entierro
clasificado mi desayuno el postrer quejido
mi diurna manía de elegir los precipicios
desclasifico entre los clasificados
a silbar orgasmos visiones de la cárcel
fuera de ley clasificado moribundo
romántico hiriente bien clasificado
pero humano vivo y
sin nada confuso en mi aliento
Tomado de Caballos sobre el césped. Literaria Editores, México, 2004. (N. del E.).
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Por Pedro L. Morales
Yo quiero morir aquí
bajo el azul de mi cielo
contemplando el raudo vuelo
del inquieto colibrí.
Luis Gómez
Cumanayagua, hay raíces
de Luis Gómez, el Pichón,
vivas en la población,
junto a recuerdos felices.
Aquí nació, y sus matices
fueron de estirpe mambí.
Amó con tal frenesí
a esta tierra, que el poeta
expresó en una cuarteta:
Yo quiero morir aquí.
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Por Iruan L. Cordero
La tarde gritaba como un barco
con voluntad de pan.
Ella traía un sol empecinado en los labios,
y una canción de pólvora en la cintura.
Él, su ración de locura en la frente,
se quitó la camisa que alguna vez fue roja,
apoyó sus rodillas en la tierra
y desató los cabellos en los dedos del viento.
Después,
en un lugar dolido de humedad
los dos cuerpos pusieron los ojos a cantar,
en el instante justo
donde se ordenan los silencios.
Límites
Tengo tantas fronteras por delante
en la bifurcación del pensamiento
por las alas libres de mi joven musa,
que ni el Minotauro sabría salir del laberinto.
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Por Orlando V. Pérez
Descarnadamente feliz,
desgarradamente alegre,
desvirgadamente armado
de futuro,
de impaciencia.
Inestablemente seguro,
por un camino
de quebrados puentes.
Y al correr las cortinas
oír gritar a Pierrot:
“¡En mi propia patria
un paria soy,
para siempre mía nunca más!”
Visionario
“Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno”.
Yo he visto todo lo bueno
y lo malo de la vida.
Yo he visto la gris partida
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