Por Marisol Velázquez

 

Una ráfaga
        toca a tu ventana
        con las pequeñas flores
        de tu bordado;
             eran azules
para abrir
          la noche
bajo el colchón,
          y despertar recuerdos.


Sobre tu cabeza
          revoleteaban
mil mariposas
       tras la luz
colgada de la reja.

 

 

Por Orlando V. Pérez

 

Santa madre, tu ternura
calentaba mis dos manos
y tus acentos tempranos
pronto ataban mi locura.
Hoy la senda es grieta, y dura:
se hizo noche la alegría
sin tu mano, que zurcía
pronto cualquier desgarrón
y frenaba el aluvión
hasta hacerme luz el día.

 

 

Por Pepe Sánchez

 

Acá donde tañen los pechos llagados
soy guardián de noticias venideras
el aumentador de la luz de mi césped
con solo un mendrugo de fuego
caminando la selva helada del corazón


El porvenir será un viento estepario
cualquier brocal abierto en la desesperanza
con su sur escandaloso y civil
disparando a la brillantez del norte


Mis hijos andarán en autos de hidrógeno
de rabia o de sueño pero andarán


Ningún precio derriba esta verdad


los bestias seguirán devorando la luz
pero aún sobre el lomo de su Noche
yo pervivo

Por Nélida Puerto

 

Qué importa que mi vida se estacione
y cabalgue mi huella a tu latido.
He de ser el silencio que ha partido,
tal vez la golondrina que se impone
al polvo, conociendo quién dispone
de este abismo igualado a la alegría.
¿Volverán tus abrazos sin porfía?
¿Gozaré tu regreso y tus cabellos
traerán luz, serpenteando sus destellos
desafiantes? ¿Serás una utopía?

 

 

Por Nicolás Águila Prieto

 

El trigémino es el nervio que recoge y trasmite la sensibilidad de varias partes de la cara, incluyendo la boca y los senos paranasales. Un ejemplo claro sería la sinusalgia que sentimos al tomar una bebida helada, o sea, eso que conocemos popularmente como “la punzada del guajiro”. ¿Quién no la ha sentido alguna vez al tomarse un refresco frío o un jugo a punto de congelación? No resulta nada agradable. La pejiguera del trigémino se puso de moda en Cuba a fines de la década de 1920), dejando su impronta incluso en letras de la música popular. Al punto de que muchos años después, en la Isla de mi niñez, se seguía oyendo el viejo dicho: “Tócate el trigémino. Y si no te hace efecto... ponte un moto de guayacol”.
     Ahora, revisando el estado del arte, me entero de que también en Argentina hubo lo suyo: un tango titulado “Opérate el trigémino”, de Enrique Minotto, y un espectáculo en son de farsa, 'Tócame el trigémino, nena'. ¿A qué se debía pues tanta mofa y befa con el trigémino, que ni con el tan ridiculizado vaso de agua de Clavelito?
     Pues resulta que en San Sebastián, País Vasco, había un médico que supuestamente realizaba curas milagrosas pinchando el trigémino con agujas o estiletes muy finos. El famoso otorrino se llamaba Fernando Asuero y llegó a contar con una nutrida clientela que acudía a su consulta desde todas partes.

Por Magaly Ojeda

 

Maga
Amor
mío es el acento
que bailó en tus oídos
mías las horas
nanas que lavaron tu piel
con rocío de estrellas
mío es el amanecer
junto a la hoguera
que doró tus ojos
de locas distancias
mías todas las luces
las sombras
y la noche
sin fin
de tono gris
que me has dejado

 

 

Por Xiomara Rodríguez


Éxtasis de medio mundo
que me abandona
o yo escapo.

Me canso de cada paso
que camino
y no me encuentro.

Será que es sombra
mi cuerpo.

Llevo el duelo
en mi locura
porque se muere mi luna,
la luna en que me disuelvo. 

 

 

Por Magaly Ojeda

Se está cayendo
a pedazos
a quién le importa
florecer
dónde habrá una lluvia
buena para la flor.
Aquí estamos Dios mío
Te acuerdas que aquí estamos
ante un muro sin puertas
deshojándonos
siempre floreciendo
a pedazos?  

 

Cita

Mami
cómo es que aún
no estás vestida de florones
si no apuras el vestido

Por Marisol Velázquez

 

                 A Eustaquio Velázquez

 

Desde allí donde nos miras
en tus pasos hechos plumas
           la ciudad
                     es
                         pez callado
escurriéndoseme
                         dentro
a descifrar tu mudez,
penetra por los cristales
de tu ventana tan seria
con un lejano silencio.


         El vencedor sin corona
         por los caminos del aire,
ya tan cerca del laurel
bajaba todo peldaño
         arañándose lo vivo
         para volver a correr.

Por Silvia Valdés


Cuando cantan los gitanos,
las voces suelen crecer
en panales escarlatas
donde calientan la miel
para brotar por los labios
como vino de jerez
y el cante con las guitarras
les va saciando la sed.

Cuando bailan los gitanos,
se oye mágico tropel,
pues los corazones quieren
salir a bailar también
el flamenco. Qué pasiones
les va creciendo en la piel
si levantan las hogueras
con la leña de sus pies.