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Una ráfaga
toca a tu ventana
con las pequeñas flores
de tu bordado;
eran azules
para abrir
la noche
bajo el colchón,
y despertar recuerdos.
Sobre tu cabeza
revoleteaban
mil mariposas
tras la luz
colgada de la reja.
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Por Orlando V. Pérez
Santa madre, tu ternura
calentaba mis dos manos
y tus acentos tempranos
pronto ataban mi locura.
Hoy la senda es grieta, y dura:
se hizo noche la alegría
sin tu mano, que zurcía
pronto cualquier desgarrón
y frenaba el aluvión
hasta hacerme luz el día.
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Por Pepe Sánchez
Acá donde tañen los pechos llagados
soy guardián de noticias venideras
el aumentador de la luz de mi césped
con solo un mendrugo de fuego
caminando la selva helada del corazón
El porvenir será un viento estepario
cualquier brocal abierto en la desesperanza
con su sur escandaloso y civil
disparando a la brillantez del norte
Mis hijos andarán en autos de hidrógeno
de rabia o de sueño pero andarán
Ningún precio derriba esta verdad
los bestias seguirán devorando la luz
pero aún sobre el lomo de su Noche
yo pervivo
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Por Nélida Puerto
Qué importa que mi vida se estacione
y cabalgue mi huella a tu latido.
He de ser el silencio que ha partido,
tal vez la golondrina que se impone
al polvo, conociendo quién dispone
de este abismo igualado a la alegría.
¿Volverán tus abrazos sin porfía?
¿Gozaré tu regreso y tus cabellos
traerán luz, serpenteando sus destellos
desafiantes? ¿Serás una utopía?
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El trigémino es el nervio que recoge y trasmite la sensibilidad de varias partes de la cara, incluyendo la boca y los senos paranasales. Un ejemplo claro sería la sinusalgia que sentimos al tomar una bebida helada, o sea, eso que conocemos popularmente como “la punzada del guajiro”. ¿Quién no la ha sentido alguna vez al tomarse un refresco frío o un jugo a punto de congelación? No resulta nada agradable. La pejiguera del trigémino se puso de moda en Cuba a fines de la década de 1920), dejando su impronta incluso en letras de la música popular. Al punto de que muchos años después, en la Isla de mi niñez, se seguía oyendo el viejo dicho: “Tócate el trigémino. Y si no te hace efecto... ponte un moto de guayacol”.
Ahora, revisando el estado del arte, me entero de que también en Argentina hubo lo suyo: un tango titulado “Opérate el trigémino”, de Enrique Minotto, y un espectáculo en son de farsa, 'Tócame el trigémino, nena'. ¿A qué se debía pues tanta mofa y befa con el trigémino, que ni con el tan ridiculizado vaso de agua de Clavelito?
Pues resulta que en San Sebastián, País Vasco, había un médico que supuestamente realizaba curas milagrosas pinchando el trigémino con agujas o estiletes muy finos. El famoso otorrino se llamaba Fernando Asuero y llegó a contar con una nutrida clientela que acudía a su consulta desde todas partes.
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Por Magaly Ojeda
Maga
Amor
mío es el acento
que bailó en tus oídos
mías las horas
nanas que lavaron tu piel
con rocío de estrellas
mío es el amanecer
junto a la hoguera
que doró tus ojos
de locas distancias
mías todas las luces
las sombras
y la noche
sin fin
de tono gris
que me has dejado
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Éxtasis de medio mundo
que me abandona
o yo escapo.
Me canso de cada paso
que camino
y no me encuentro.
Será que es sombra
mi cuerpo.
Llevo el duelo
en mi locura
porque se muere mi luna,
la luna en que me disuelvo.
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Por Magaly Ojeda
Se está cayendo
a pedazos
a quién le importa
florecer
dónde habrá una lluvia
buena para la flor.
Aquí estamos Dios mío
Te acuerdas que aquí estamos
ante un muro sin puertas
deshojándonos
siempre floreciendo
a pedazos?
Cita
Mami
cómo es que aún
no estás vestida de florones
si no apuras el vestido
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A Eustaquio Velázquez
Desde allí donde nos miras
en tus pasos hechos plumas
la ciudad
es
pez callado
escurriéndoseme
dentro
a descifrar tu mudez,
penetra por los cristales
de tu ventana tan seria
con un lejano silencio.
El vencedor sin corona
por los caminos del aire,
ya tan cerca del laurel
bajaba todo peldaño
arañándose lo vivo
para volver a correr.
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Por Silvia Valdés
Cuando cantan los gitanos,
las voces suelen crecer
en panales escarlatas
donde calientan la miel
para brotar por los labios
como vino de jerez
y el cante con las guitarras
les va saciando la sed.
Cuando bailan los gitanos,
se oye mágico tropel,
pues los corazones quieren
salir a bailar también
el flamenco. Qué pasiones
les va creciendo en la piel
si levantan las hogueras
con la leña de sus pies.
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