Por Orlando V. Pérez

 

Descarnadamente feliz,
desgarradamente alegre,
desvirgadamente armado
de futuro,
               de impaciencia.
Inestablemente seguro,
              por un camino
de quebrados puentes.

Y al correr las cortinas
oír gritar a Pierrot:

“¡En mi propia patria
un paria soy,
para siempre mía nunca más!”

 

Visionario

“Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno”.
Yo he visto todo lo bueno
y lo malo de la vida.
Yo he visto la gris partida

Por Xiomara Rodríguez

 

               Yo quiero morir aquí
               bajo el azul de mi cielo
               contemplando el raudo vuelo
               del inquieto Colibrí.

                         Luis Gómez Martínez

Es mi pueblo de agua pura
y bendecido paisaje
con un nicho hecho de encaje
pintado por la natura.
Es mi casa, la ventura
donde rebelde nací.
Luis salió también de allí,
salpicado por dos ríos.
Por eso, porque son míos,
yo quiero morir aquí.

Por Nicolás Águila

 

Y nos callamos todos, tú y la noche y el viento, la noche y tú sin ti, locura azul nostalgia. Y arrollamos cantando los Zafiros son son Rampa abajo sin miedo. Son son porque son eran y siendo mucha conga también fueron bolero. Y qué pronto tan pronto de pronto se nos fueron. Se murieron del susto, del ron y Cayo Hueso. Se les cayó el aché, la herradura en la puerta y la aldaba oxidada. El ebbó del tabaco y el coco trabajado tampoco les sirvieron. Fue envidia y brujería, mal de ojo y engrudo. Fue el alcohol y las jebas, el cubilete incierto y el chivato anotando burukutela cruda, bilongo por la espalda, salación, burocracia, rencor parametrado. La Habana en si bemol, desnaturalizada, los mató de repente y algo más que más duele. No murieron de éxito. De espanto se murieron. 

 

 

Por Nicolás Águila

  

La radionovela “El derecho de nacer”, de Félix B. Caignet, era radiada en horario nocturno y paralizaba a toda Cuba allá por 1948.  Siempre fuimos un pueblo novelero, qué le vamos a hacer, amante del lloriqueo y la sensiblería. A tal punto que las iglesias se vieron en la necesidad de modificar sus horarios para que los feligreses acudieran al rosario por la noche. Asimismo, los cines interrumpían, por falta de público, la proyección de las películas durante la transmisión de “El derecho de nacer”. Incluso, en ocasiones, se llegaron a suspender sesiones vespertinas en el Congreso de la República. Fue el gran triunfo de Caignet y el nacimiento y apoteosis de la novela radial, precursora de la telenovela, cuya creación se debe a la prolífica escritora Delia Fiallo, con razón considerada Madre de la Telenovela Latinoamericana.


Por Nélida Puerto


      Yo quiero morir aquí
      bajo el azul de mi cielo
      contemplando el raudo vuelo
      del inquieto Colibrí.

            Luis Gómez Martínez

El cemento se detuvo
para que mi luz dispare
el verso; cuando le pare
un ocaso que no tuvo
la tinta, buscando estuvo
entre dorado y rubí.
He de bordar sobre mí
plegarias de la serpiente.
Porque tu nombre es presente
yo quiero morir aquí.

Anónimo

 

Piripantú era un duende que vivía en una ceiba que estaba en una de las orillas del río Arimao. Siempre jugaba con los rayos del sol que parecían besar las flores silvestres y terminaba sacudiendo los gajos de la mariposa para que las gotas de rocío cayeran sobre él como una refrescante lluvia. Se alimentaba de huevos de codorniz, zunzunes, gorriones y lagartijas. Después que saqueaba los nidos, bajaba al río a beber su agua pura y fresca. Allí tenía una pequeña charca cristalina de fondo arenoso donde nadaban peces de colores entre las innumerables conchas. Se creía dueño del mundo y sentábase a contemplar las idas y venidas de sus habitantes.
     Pero comenzaban a suceder cosas extrañas. Cuando el primer rayo de sol despertó a Piripantú en el hueco de su ceiba, este corrió hasta donde estaba la mariposa y sacudió sus gajos para el baño matutino y... ¡no cayó ni  una gota!


Del libro Compilación de leyendas cumanayagüenses. (Inédito). Compiladora: Aisairis Santana Consuegra. Diseño de cubierta, edición y corrección: Yaskil Moisés Álvarez Cuellar. (N. del E.).

 

 

Por Pepe Sánchez

 

Mis pulmones respiran apuñaleados
vía télex pero respiran
respiran y derriban becerros de oro

cuando me llegaba el aire claro
henchía los días cual camisa arrugada

en tierra de todos crecerá mi hambre
no puedo mentir ni arrojar monedas
frente al madero visible del tiempo
La penumbra apuñala esta hora
oculta sus discursos en las manchas del aire

mis pulmones no saben respirar vía télex
la televisión entrevista a un extranjero
que canta muy bien
vía télex no hay manchas en el color
yo frío un corazón
poco importa que falten algunas especies

Por Iruan L. Cordero

 

La tarde gritaba como un barco
con voluntad de pan.
Ella traía un sol empecinado en los labios,
y una canción de pólvora en la cintura.
Él, su ración de locura en la frente,
se quitó la camisa que alguna vez fue roja,
apoyó sus rodillas en la tierra
y desató los cabellos en los dedos del viento.
Después,
en un lugar dolido de humedad
los dos cuerpos pusieron los ojos a cantar,
en el instante justo
donde se ordenan los silencios.


Límites

Tengo  tantas fronteras por delante
en la bifurcación del pensamiento
por las alas libres de mi joven musa,
que ni el Minotauro sabría salir del laberinto.

Por Claudia T. Cabrera

 

Siempre tierna se aproxima
en un ramo celestial
la tonada Carvajal
con una radiante rima.
La metáfora se estima:
trae un eco campesino
que lleva al batey su trino
y al monte su identidad,
pues conmeve con bondad
tejiendo el verso divino.



La grandeza de querer


En miel de la tradición
el hijo se fortalece,
pues junto a los padres crece
el fruto de estrecha unión.
Sublime es la bendición,
mensajera del placer

Por Pedro L. Morales

 

                Yo quiero morir aquí
                bajo el azul de mi cielo
                contemplando el raudo vuelo
                del inquieto colibrí.


                       Luis Gómez


Cumanayagua, hay raíces
de Luis Gómez, el Pichón,
vivas en la población,
junto a recuerdos felices.
Aquí nació, y sus matices
fueron de estirpe mambí.
Amó con tal frenesí
a esta tierra, que el poeta
expresó en una cuarteta:
Yo quiero morir aquí.