Por Marisol Velázquez

Muerte,
     nunca dices
cuándo
     vas a cerrar
las ventanas.

Si entras
    al hogar
pule pasos dignos.

Hay
en el aire
    juicios
de la lírica
    para
guarecer
   bajo techo.

Por Jorge L. Machado

En mi modesta opinión, todos los pueblos y ciudades de Cuba, y por qué no, del mundo entero, cuentan con personajes considerados como verdaderos promotores culturales naturales. Nuestra Nación es una de las más ricas y autóctonas cultoras de la música a escala universal. En particular, los cubanos nos  caracterizamos por cultivar géneros musicales –ya sean autóctonos o transculturalizados–

            A Ángel Escobar In Memoriam

Por Nélida Puerto

Un Ángel, y su  nombre habla por sí, con la transparencia de lo que prevalece, quienes lo conocieron y apretaron su diestra, hablan de una vibración ilusoria en sus dedos, de una mirada donde las estrellas escudriñaban un precipicio; y una calle donde escribiría el último de sus versos.    

Por José R. Ojeda (Lolo)

Ahora Dora vive en un 2do. piso, a escasos metros del centro social, político, económico y religioso del pueblo; allí se le puede ver a cualquier hora, con su gran batón blanco oteando la calle. Cuando se pasa por su acera y miras hacia arriba, se descubre un amasijo despampanante de carne y ropa interior roja, que te obliga a cambiar la vista hacia delante, con la sensación extraña de que te está mirando y algo te dice: no te vires, sigue tu camino.

Dora siempre fue una mujer gruesa, sabihonda, preparada, montada en cuanto cuchitril se movía en el pueblo, junto a su eterno compañero de batallas, el pequeño Roberto con Botas. Recibían a cuanto artista nacional o extranjero llegara a ofrecer su arte. Nunca soltaba su mochila, aquella contenía la solución a todos los intríngulis que le deparaba la vida diaria.

Por Nicolás Águila

“No soy un ateniense, ni un griego, sino un ciudadano del mundo”, dijo Sócrates. O más bien, dicen que dijo. El filósofo de la mayéutica oral no nos dejó nada escrito, y fue Platón quien se encargó de ponérselo en blanco y negro.

Solo que el mundo de Sócrates no era más que un pañuelo y se limitaba al Mediterráneo helénico o helenizado. El resto eran tierras habitadas por tribus bárbaras inmunes a la civilización. Su universo era realmente un kleenex.

         A Paloma, mi hermana

Por Yusbiel J. León

España, no te perdono
Este asalto de arrogancia,
Ni por Lorca te perdono
Aunque me entierre en Granada;
¡Hay recuerdos ladradores
Que me rastrean las lágrimas

Por Pepe Sánchez

Parva luz que me aguardas entre leños
de soledad al fuego destinados.
¿Con qué abrigar los grises despoblados
de estos días que alargan viejos sueños?

¿Dónde están los azules halagüeños,
aquel cielo de potros desbocados,
los patios del candor, esos aliados
de ayer que despertaban mis empeños?

Parva luz como lluvia de aquel marzo
en que me busco, haz de cada estancia
sueños para los días de hambre y frío.

Cómo decirte si este ser que esparzo
es el perdido duende de la infancia
o el abismo que surca mi navío.

Por Orlando V. Peréz

                    A Jorge Luis Machado, in memoriam

Eres ese alado ser trayendo luz
y por eso no te apagas.
Renaces en la esquina de cada amanecer
con una espiga luminosa,
a veces un incendio,
y otras, como una
vaguedad latiendo.

Ese que llueve a borbotones
y baña de un perfume raro
los mares, los ríos, los arroyos,   
los techos, las aceras y las calles.

Por Reynaldo de la C. Fernández

MACHADOUna nueva escalera se ha abierto al cielo para dejar escapar otro amigo. Un gran amigo que ahora está en las alturas, cantando con gozo “San Francisco” y otras canciones de la Década Prodigiosa junto a Lennon y Nino Bravo; o tal vez escribiendo cartas de amor para Mary, la fiel doncella que lo acompañó a cuanta quijotesca locura le vino en gana.

Por Rodolfo Alemán

Estoy pensando en el camino recorrido,
en la parte de mi vida, que ya gasté
con gente equivocada, en sitios equivocados
y en el tiempo equivocado.
En el amor que desperdicié también,
en sitios equivocados y con personas equivocadas.
Estoy pensando en todos mis pecados,
los que finalmente acepté, y los otros,
los que aún me resisto a admitir, que alguna vez
ocurrieron;
estoy pensando en mi penitencia,
y por qué no, también en mi absolución,
si Jesús perdonó a Judas,