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Por Magaly Ojeda
No hay
más allá de la sombra
polvo
fugitivo
un pétalo de nieve
una avalancha
todo fértil que crece
un sin nombre
alcohólico renegado
prostituida luz
sin más allá.
Más acá
niños
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Por Orlando V. Pérez
¡Oh, Caballero del Son!,
¿quién ha dicho que te has ido?
Este pueblo agradecido
guardará tu inspiración
con eterna devoción.
Pedestal de la cultura,
hay un eco que perdura
en cada rincón isleño,
entre realidad y sueño
conjurando esta amargura.
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Pudiera ser tu padre o tu risa
pudiera ser un pepino colgado de la ducha
pudiera borrarte de un soplido
pudiera ser la almohada tras tu puerta
llorar entre tus uñas
danzar bajo la lluvia de tus dedos
pero no soy tu padre
ni el sexo de tu risa con la ducha
ni tres pepinos juntos
ni he visto crecer tus uñas
ni cierta mitad de mí te ha olvidado
pudiera amarte de un soplido
De Mare Mágnum (Edic. Mecenas, Cienfuegos, Cuba, 2003). (N. del E.)
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Por Nicolás Águila
A Plácido Domingo lo quieren linchar. Se aparecieron nueve mujeres anónimas —menos una que dio la cara llorosa y compungida— y lo acusaron de actos de acoso sexual que se remontan a la ya lejana década de 1980. Las nueve cantaron al unísono en perfecta armonía coral. Cosa que a mí me suena a trampa y complot.
A Alain Delon, hace poco, también le salieron acusaciones retrospectivas de acoso sexual. Algunas supuestas acosadas se oponían a que le otorgaran la Palma de Oro Honorífica del Festival de Cannes por su destacada trayectoria. Como si Alain Delon hubiese sido en sus años mozos un tipo tan poco atractivo que necesitara andarse por ahí asediando a las mujeres.
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Por Nicolás Águila
Mima y Pipo es el nombre de un destacado dúo de punto cubano. Fue muy popular en las décadas de 1940 y 1950. Y lo integraban Minerva Herrera y Ángel Martín Rodríguez (†), padres de Albita Rodríguez por más señas.
El dúo triunfó en el mundo sumamente competitivo de la música campesina de la época, en el que descollaban figuras de la talla de Nena Cruz, la Calandria; Chanito Isidrón, el Príncipe del Punto Cubano; Miguel Alfonso Pozo,
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Por Orlando V. Pérez
La vida nos tiende trampas y asechanzas impredecibles. Hay quien habla de los azares del destino. Yo creo en los avatares, choques y colisiones de un proceso de causa y efecto, en que lo causal, lo impredecible, no obstante, a veces nos golpea hasta dejarnos anonadados. “Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé…”, es ese lapidario verso de César Vallejo, con que inicia su memorable poema “Los heraldos negros”, el que mejor pudiera resumir la pena y el dolor que nos embarga por la repentina desaparición física de Andrés David García Suárez, para cuya dolorosa partida definitiva no estábamos preparados.
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Por Reynaldo de la C. Fernández
Todo se nos puso al revés en una noche. Larga y nefasta noche que no acaba. Y seguimos asediados por la muerte, para quedarnos indefensos ante su paso infalible, destructor del tiempo y de la vida. Impotentes de rabia y dolor, por lo que no hicimos, o pudo ser mucho más. Nada se compara con la partida inesperada de un ser amado, del amigo que no pudo darte un adiós. Se van historias de abrazos inconclusos. La eterna despedida, sin un beso y el corazón apagado. El llanto por el recuerdo de una cena familiar jamás olvidada. Es la filosofía de lo indetenible, de lo que está fuera del alcance de nuestras fuerzas. Es la existencia efímera de los pobres mortales que somos.
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A mis amigos
Y a mí que no me conozco
Por Yusbiel J. León
¿Hablamos desde la extraña
Realidad de la existencia?
¿Piensa el hombre como vive?
¿Vive el hombre como piensa?
¿Mejor hundirse en dinero
Que flotar en la pobreza?
¿Hasta dónde nos mentimos
Que la verdad no nos duela?
¿Realmente nos conocemos
Más allá de la tutela
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Por Yusbiel J. León
I
Nota: me fui al otro lado…
no me esperes, que no vuelvo.
Dime: ¿cómo le resuelvo
el enigma a tu recado?
¿No te cupe ni doblado
al fondo del equipaje?
¡No!, no compres el pasaje,
baja el maletín, detente,
para que no estés ausente
soy el que se va de viaje.
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A ti que sabes
Y a mí que te extraño
Por Yusbiel J. León
(Anoche soñé). Una vela,
Dos copas y algo de vino,
El amor nos dio un atajo:
A la soledad, nos fuimos
Al calor de las miradas
Donde estorbaban los hilos
Con que vestías tu olor
—Frágil blancura de lirios—.
Fuimos al mar, los relojes
Nos invitaron a irnos
A pagarnos un puñado
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