Por Orlando V. Pérez

La figura de José Martí está ligada indisolublemente a un concepto de cultura, tenida esta en su más amplio y profundo alcance espiritual. Visionario en muchas facetas de la vida, abogó por la formación cultural como vía infalible para la obtención de la plena libertad. Su máxima tantas veces citada: “Ser culto es el único modo de ser libre”, así lo atestigua. Hombre cultísimo él (se dice que llevaba al dedillo la marcha del mundo y que era capaz de demostrar dominio sobre el libro de más reciente publicación), hizo de la cultura un reservorio referencial que nutría ese refinamiento, caballerosidad y distinción por los que sobresalía por encima de los demás mortales. Su vida fue un dechado de buena educación y formas apetecibles de conducta que lo convierten en un verdadero paradigma.

Por Claudia Teresa Cabrera

Ágil cuerpo sumergido
en la linfa encarcelada,
es mariposa que nada
hasta divisar su nido.
Y después de concluido
noble reto, y desovar,
se anima para besar
las flores de mi batey
y con trazo de su ley
vuelve feliz a volar.

Entre dos arroyos vi
esa luz de amaneceres
y adornos de atardeceres
reflejando el carmesí

Por Pepe Sánchez

Los antiguos cantaron en sus sagas
innúmeras batallas, laberintos
y epopeyas y túmulos ya extintos,
formas del tiempo que parecen vagas.

La referencia siempre trae plagas,
y la etimología y los instintos
ponen a dialogar, entre distintos
mares, el mismo idioma en que naufragas.

Grabados en el bronce, o sobre el hombro,
pasto fueron ayer de la herejía,
que ni el viento recuerda ni yo nombro.

Por Magalys Ojeda

A los que se equivocaron
porque tuvieron el valor
de retomar el camino
y volver a cruzar el puente
a los rebeldes
ilustrados señores
que nunca leerán estos poemas

a mi hija
porque aprenderá de memoria mis versos

al final no hay más que una respuesta
el hombre vive una vez
aunque muera muchas veces

De Detener el tiempo (Ediciones Mecenas). (N. del E.).

Por Nélida Puerto

Si me pudiera sentar
sobre el tiempo, con mi arcilla,
golpearía la mejilla
que no han podido golpear
y podré entonces mostrar
aquellos brazos marinos
deslizándose felinos
para tener en la frente
de mutilada corriente
los más intensos caminos.

Por Orlando V. Pérez

Como presa del autismo
(callado, sin maldecir),
¿qué hacer para digerir
este extraño cataclismo?
Es el borde del abismo,
es la maldita frontera,
y la sombra, como estera
interminable me acecha
como si estuviera hecha
de dolor, la carretera.

Por Maritza González

El primer hijo de Romelia llegó a la luz una mañana de marzo con arrullos de palomas y cantos de primavera. Ella y la tía Teresa estaban moliendo maíz en el viejo molino de piedra ya gastado de tanto triturar. Las gallinas, alborotadas, esperaban los extraviados granos que caían por azar; de pronto, las ahuecadas piedras dejaron de crujir y el molino se detuvo. Romelia apoyó la cabeza en el hombro sudoroso de la tía Teresa y le dijo: “Tengo mucho dolor de vientre”. Sintió que algo se rompía dentro de ella. Sus piernas se llenaron de un líquido tibio que mojó la tierra, para entremezclarse con la fina capa de harina y crear un amasijo que los pollitos picoteaban, dejando hoyitos como si fuera un guayo. Teresa le miró el rostro y supo que estaba de parto. Presurosas, atravesaban el patio, cuando una fuerte contracción hizo que Romelia cruzara las piernas, evitando así que la criatura cayera en el piso. Venía impetuosamente.

Por Reynaldo de la C. Fernández

JOSE ORIOL GONZALEZOriol es el teatro. Nada escapa de su praxis de hombre conmovedor. Golpeado y bendecido al unísono, en una suerte de exorcismo mefistofélico. Es un libreto inconcluso de Grotowski. Una invocación al drama y la comedia, de una vida apasionada. Como el Ave Fénix, una y otra vez desde las cenizas. Como Hamlet, existencialista entre ser y no ser;  escéptico, entre no ser y ser. Como Brecht, a veces distante en un mundo ambivalente de altibajos, pero cálido e involucrado en la cercanía, como Stanislavski. Un híbrido lorquiano. Una bufonada de Molière. Oriol es teatro puro, inmaculado, irreversible. Una mezcolanza  de personajes indefinidos que hacen delirar a los amigos que le han tocado de cerca, en historias de amores y desamores. Tal vez relegado en su condición municipal, pero temerario en la pelea contra el olvido y el prejuicio intelectual. Su historia no cabe en una viñeta. Pero me arriesgo a perecer en el intento.

Por Nélida de la C. Puerto

Un destello de luz en la avenida

me ha llegado directo al corazón,

se me arruga la faz, no la emoción;

la angustia no se escapa con la huida,

es joya para el dedo de la vida

y el sendero confuso de otra Era.

Puede ser el otoño primavera

si el invierno florece de placer.

Bendigo ese lugar donde al caer

me seduce la fibra de la espera.

 

Con esta décima la autora obtuvo Premio en el Encuentro-Debate Municipal de Talleres Literarios (Cumanayagua, octubre 2021). (N. del E.).

Por Clara Veitía

En el corazón del pueblo de Cumanayagua se yergue magnánimamente una edificación que es referencia local y símbolo de la pujanza económica de los años 20 del pasado siglo: la Casa Ramírez.

La historia cumanayagüense narra que el 8 de julio de 1922, Facundo Ramírez Sánchez adquirió de Constantino Vázquez y Figueredo la franja de terrenos con una casa de madera, mampostería y teja en el lugar que ocupa la casa actual y un grupo de casas con frente a la calle Real. El 4 de febrero de 1925 es declarada esta construcción. Ese día Facundo Ramírez recibió, según la escritura pública, un préstamo por valor de 15 000 pesos en moneda norteamericana, de manos de Domingo Gómez Gómez, a pagar en un plazo de 4 años, incluido en su devolución los intereses y otros gastos. Como condición del contrato la casa Ramírez quedó hipotecada. La crisis económica de 1929 obligó a Ramírez a entregar la propiedad a los hijos de Domingo Gómez Gómez, el 21 de octubre de 1931. Facundo Ramírez murió el 12 de marzo de 1932 y su familia se trasladó a Cienfuegos.