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Por Pepe Sánchez
Las cosas toman la forma de sus dueños
este lápiz se parece a mi voz
solidaria en su libre albedrío
gastándose en cada metáfora
Creo haber estado escribiendo
el mismo poema desde siempre
la misma verdad sucesiva
Las manos y las palabras del poema
son gemelas en sus discordias
Unas levantan paredes
que mañana serán la casa
Con las otras sigo manchando papeles
por los que algún día seré juzgado
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Por Magaly Ojeda
No voy a decir mañana
porque en el ayer quedamos
en el camino que vamos
cantando la misma nana.
No dejaré a la campana
tocar su tan tan de muerto
si hoy la marea a mi puerto
caracolas me ha traído,
destellos en el olvido
del cojo pirata tuerto.
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Por Ramelka Nieblas
Nacer es un milagro, morir es natural; sin embargo, el segundo hecho impresiona mucho más que el primero, sobre todo si esa muerte sorprende, deja vacíos y deudas de tiempo.
Falleció Alexis Díaz de Villegas, cumanayagüense, orgullo de los hijos de esta tierra, de la cual nunca se fue de manera definitiva. Sin dudas, su mayor éxito fue en el teatro, donde, con varias agrupaciones, realizó importantes montajes que fueron inolvidables en los escenarios.
El cine y la televisión tampoco perdieron la oportunidad de disfrutar y difundir su talento.
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Por Orlando V. Pérez
La india Maroya (la Luna) bajaba al monte todas las noches para bañarse en las aguas del río Hanabanilla, que corre por el lomerío del Guamuhaya. Una vez un joven guerrero llamado Arimao, cacique indio de Cumanayagua, la vio bajándose por casualidad y se quedó admirado de su belleza; sobre todo, le gustaba su larga cabellera, la cual le corría por la espalda como la cola de un caballo salvaje, hasta perderse a lo lejos, sobre las aguas del río.
Desde ese momento, el joven se enamoró de Maroya y juró luchar con todas sus fuerzas para conseguir su amor.
Noche tras noche se dedicó Arimao a vigilarla desde lo alto de un montecito; pero la joven, al menor ruido, escapaba al cielo en un rayo de luna. Sin embargo, en una de las ocasiones en que el guerrero se acercó a ella para contemplarla en su baño nocturno, no pudo soportar más el deseo de abrazarla, y como un loco se lanzó sobre ella, y esta vez la joven no pudo escapar. Ya en sus brazos, la india, por más que forcejeaba, no podía zafarse, y muy asustada, le preguntó:
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Por Nachiely Sánchez
Sueño en mi casa de infancia
siento como si algo me llevara al abismo
y allí encontrara el río que me aguarda.
A veces pienso que él me llama
como una cueva que me lleva
a la profundidad de sí mismo
y ya en el horizonte ver el río
y correr sobre sus piedras
y sentir la arena que rodea la orilla.
Pero allá en entre esas arenas oscuras
se ven los peces cómo nadan y se salvan.
Yo soñando en mi casa de infancia
siento cómo me aguarda el río.
Tan cerca de mi casa
se oye el murmullo diario.
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(Y a mis zapatos, por supuesto)
Por Yusbiel J. León
Cuando las calles te cruzan
Los dolores de las suelas
El polvo sabe de ti,
De tu culpa o tu inocencia,
Comentan de tus caídas
Las marcas sobre las piedras
Y las llagas del tropiezo
Duelen menos que las lenguas.
El cupo de manos blancas
No excede a las almas negras,
Pero salir es mejor
Que temer a las callejas.
Tropezar es importante
(A que lo esquives, te enseña).
No salir por tropezar
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Me conociste frío, inmóvil
como una fotografía.
Te me acercaste acompañada,
mas los vértigos de febrero
te despertaron bajo mis sábanas.
No dudaste,
yo, no lo pensé,
y hoy brotamos más fuego que un volcán en erupción;
aunque el humo de nuestro amor
pudiera molestarle a alguien,
no importa,
imprudentemente nos amamos.
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Que se van diciendo adiós
Sin el lienzo del olvido:
Ellas regresan al nido
Mostrando color veloz
Desde el lenguaje de los
Largos trillos jornaleros.
Y se humedecen canteros
Cuando nubes renovadas
Se deslizan en manadas
Sobre alfombras de senderos.
Ellas trazan la figura
Con creyones que a lo lejos
Son tonadas y reflejos
en la flor de la espesura.
Se ha desgranado ternura
En el edén de aquel dios
Cuando bautizó la voz
Del que alaba y ennoblece
A sus nubes, y parece
Que se van diciendo adiós.
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Por Claudia Teresa Cabrera
Cuando la noche ofrece su luz,
la sombra de un estandarte
se abalanza sobre el espejo de una roca.
El silencio del viento
descansa sobre la neblina
al pasar sobre venas cálidas
en soledad
de árbol seco al amanecer.
Soledad marina
Las marejadas doblan la brisa
y abrumadas entremezclan espumas.
En el fondo más alto he buscado soledad,
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Las
nubes
dibujan
el patio
de mi casa.
Un rayo
de sol
vive
en los rincones.
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