Por Pepe Sánchez

Los antiguos cantaron en sus sagas
innúmeras batallas, laberintos
y epopeyas y túmulos ya extintos,
formas del tiempo que parecen vagas.

La referencia siempre trae plagas,
y la etimología y los instintos
ponen a dialogar, entre distintos
mares, el mismo idioma en que naufragas.

Grabados en el bronce, o sobre el hombro,
pasto fueron ayer de la herejía,
que ni el viento recuerda ni yo nombro.

Pero en arduos hexámetros, en día
de azote, nos legaron el asombro,
junto al rigor, y un palmo de hidalguía.

 

Viendo pasar el funeral del día

¿Con qué verso asistir ante la muerte,
épicos o mutantes, como alfiles?
¿Canta, musa, la cólera de Aquiles?
¿Del arquetipo, del azar, lo inerte?

¿Qué imagen como el barro de no verte
amasar lunas y ponientes, viles
acentos en el cúmulo de abriles
que mal vindican tu fracción de suerte?

Oh, naipes, verbos tercos que veneras,
que al menos sea mínimo el abismo,
lo ilusorio, el cuchillo y la agonía.

Que puedas presentarte sin banderas,
y así dar testimonio de ti mismo
viendo pasar el funeral del día.