Por Silvia C. Valdés
Luciérnaga de ala incandescente
que exhibe de mi techo la armonía,
y me expende, en su lúdica alegría,
la mágica vislumbre de un torrente.
Y me esconde la sombra de repente
el genio que le anima del envite,
como si un Aladino en su convite
mostrara malabares a la gente.
Ya el día se anuncia en embelesos.
Se extinguen del torrente los excesos.
El ímpetu de un cinc llega y los traga.
Huyen los malabares del encanto
y el ritual artificio de mi canto
retorna al mundo de lo que se apaga.