Por Melisa Arística
Salí más temprano de lo habitual; esa noche había sido una tortura y quería hacer la entrega de la guardia lo más rápido posible. Estaba agotado, pero antes debía buscar al chofer que recibiría la ambulancia. Tomé 4 sorbos de café, arranqué el motor y me encaminé hacia mi destino. No sé cuándo pasó: cuando solté el volante, cuando me dormí. Solo recuerdo que escuché ¡DETENTE!, y como una orden directa desde mi celebro a mis músculos, con mi pie derecho pise a más no poder el freno. Al parar, analicé la situación que me rodeaba, pero aún no comprendía lo que estaba sucediendo. Así que me bajé del vehículo y fue cuando lo vi: un niño pequeño de unos 5 años se encontraba de rodillas tembloso frente al capó con un balón entre sus pálidas manitas, las que sostuve para calmar su ansiedad. Luego de que el chico estuvo a salvo, regresé para continuar mi camino, pero el miedo me paralizó, mi cuerpo no reaccionaba y una pregunta invadió mi mente mientras el sudor frío recorría mi rostro: ¿quién grito ¡DETENTE!, si yo viajaba solo.
Con este cuento la autora obtuvo Mención Especial en el Encuentro-Debate Municipal de Talleres Literarios (Cumanayagua, octubre de 2021). (N. del E.).