Por Iruan Luis Cordero

A veces soy la voz del otro lado del teléfono,
a veces un aliento,
un mando a distancia por donde te enciendes a veces;
lógicamente una fecha,
un beso que surca el tiempo velozmente,
dos ojos que te miran,
un café que te espera cada mañana,
un cigarro, una mano sobre tu mano,
desesperadamente, una canción.
Y siempre o casi siempre
no más ese silencio
donde sueles guardar tu alma.

Por Claudia Teresa Cabrera

Si pudiera
abrir la sepultura
cómplice de la resignación.
Si pudiera
desechar el acero
de las paredes mustias.
Si pudiera
con la frescura
del primer momento
pasar frente a ti
sin temblores
(brota el deseo
que luego se desvanece).

Por Marta Moya

Por estos días cuando, adoptar un pensamiento resiliente, puede ayudarnos a sobrellevar la carga y encontrar pretextos para soportar temores y aflicciones; pienso en el cubano más resiliente de todos los tiempos: nuestro José Martí Pérez, a propósito del Día Mundial del Medio Ambiente.

Muchas son las facetas del Maestro y los pensamientos legados a la posteridad que hoy siguen inspirando a muchos en Cuba y en otras latitudes.

Por Claudia Teresa Cabrera

Te siento entre los cantares
asentados en mi pecho
porque la voz armoniza
que desde el aire está impreso.
Con cuartetas de esperanza
hago liras del esmero
sobre un retorno apacible
desde el arca de un espejo.
El azul de las tonadas
le da coraje al consuelo
donde amanece tu estampa
con los acordes de un eco.
La raíz de la bondad
hace florecer lo bello
de tus palabras erguidas
bajo la escolta del sueño.

Por Yusbiel José León

Música del viento eres
cantada por lo invisible
sonido de lo imposible
que por ser música quieres
que todo cante. Te hieres
de negros/blancos la mano
y yo del ruido lejano
costumbre de mi sordera
te busco sonido afuera
lo que te es adentro piano.

Cantas tus ojos, tus pasos,
tus caricias, teclas mudas…
hablan cuando te desnudas
la sonrisa. Los retazos
de sombras en los ocasos
solfean en tu vestido…
Cantar tu virtud ha sido.
Yo acorde de cuerda rota
tan solo soy una gota
de silencio en tu sonido.

 

 

 

Por Iruan Luis Cordero

A veces soy la voz del otro lado del teléfono,
a veces un aliento,
un mando a distancia por donde te enciendes a veces;
lógicamente una fecha,
un beso que surca el tiempo velozmente,
dos ojos que te miran,
un café que te espera cada mañana,
un cigarro, una mano sobre tu mano,
desesperadamente, una canción.
Y siempre o casi siempre
no más ese silencio
donde sueles guardar tu alma.

Por Omar Torres

La vida es como la luz en una gran ciudad:
pequeñas luces componen toda la luz.
Pequeñas vidas conforman la vida grande;
como 20 poemas de amor y una canción desesperada,
componen una forma,
millones de células tiene un cuerpo,
e investigar sobre lo mismo,
de forma diferente, sigue siendo atención,
sobre la amplitud de la vida,
de la vida toda.

Por José Ramón Ojeda (Lolo)

Yves Callewaert quiso de todas maneras llevarme a su país con el torso desnudo, porque me veía bien, tenia 20 años menos y una melena estrepitosa. ¡Que falta irreverente a su gente! ¡Tan llenos ellos de modales y buenas costumbres!

Me instalaron en la 51 St. y 6th. Avenue. Desde allí, por casi dos años, vi pasar grandes hombres y acontecimientos de la vida del hoy moderno. El contrato era por 24 meses, pero la desgracia del terrorismo se apoderó del lugar. Un día me retiraron de la 51St. Me registraron de arriba abajo, especialmente por detrás, buscando Antrac C-4, cualquier cosa que siguiera alterando el ritmo de aquella metrópoli, llena ahora de explosiones y de humo.

Por Yusbiel J. León

Desde finales del siglo XVI resurgió el interés por la historia, cualidades y técnica del verso, así como el propósito de definir y regularizar las invenciones y modificaciones que sobre este se habían realizado hasta el momento, influenciados en todo momento por el éxodo de las ideas italianas sobre el acento, la rima, los metros y las estrofas. En esta etapa (conocida como Siglo de Oro) se depuraron y refinaron las cualidades de los principales

Por Yusbiel J. León

Corren los recuerdos por el patio
descalzos a mitad de ropa,
una voz del humo intrincado del fogón
los hace entrar al aburrido mundo de los zapatos.
Detrás de las piedras donde acabarán los nidos,
las guayabas halándolos por el hambre
con las marcas de las cercas en las rodillas…
Por ahí van a esperar el naufragio
rosado de una pomarrosa
accidentada con la madurez
(siempre me gustó
verlas lanzadas por el viento
contra el silencio de la corriente).
Por ahí van pensando en el sillón de castigo
a visitar las tardes de los ríos…
¿Qué pasará que la gente olvida?