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Por Nicolás Águila
Y me sigue zumbando el oído izquierdo. No me da tregua desde las nueve y media de la mañana. Esa fue la hora cuando me levanté. El zumbido monofásico, pugnaz, no me llega a enloquecer del todo, como al muengo de Van Gogh, que vivía atormentado por eso y mucho más. Cierro los ojos y me desentiendo de los acúfenos oyendo buena música. Es la mejor terapia indicada en este caso, según he leído alguna vez. Y llego al punto que hasta “vacilo” mi tinnitus. Lo remasterizo, lo pongo en estéreo, con sus obviedades de noche estrellada y amores siderales de ocasión. Un flash de gorriones al acecho me rebota de feedback. Me estremezco. La voluntad se me traba en el deseo. Oigo luces lejanas, acúfenos como misiles rusos, la zarabanda en tercera dimensión. Me espanto, pero luego me santiguo. Y de pronto lo veo saltar. ¡Coño, era un grillo!
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Por Yusbiel J. León
Ciertas tejas se aprenden los gatos de memoria
Ciertas lunas conocen los perros por el ladrido
Ciertas sombras conocen la noche por el sol
Ciertos sedientos conocen la sed por el agua
Ciertos puñales conocen el valiente por la herida
Ciertos gatillos conocen la víctima por la pólvora
Ciertas horas me las dedico a ti
Porque no fuera cierto caminarme sin tus espinas en la última campanada
Porque gotear no es gracia cuando no eres nube
Porque morir sin tu pólvora da pena
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Jorge Luis Machado Cabrera nació el 22 de julio de 1950, en Cumanayagua. Hijo insigne de este pueblo entrerriano, su alumbramiento ocurrió en el seno de una familia humilde pero decente y trabajadora. Su padre, oriundo de Manicaragua, se llamaba Miguel Ángel Machado Gómez; su madre, cumanayagüense, llamábase Eneida Cabrera Cárdenas. De ambos, Jorge Luis heredó un especial don para el canto. Su padre fue un cantor bohemio que se hacía acompañar de una guitarra; su madre, dicen que tenía una fina voz de contralto.
Jorge Luis heredó también del padre ese afán trovadoresco, vagando por todos los rincones de Cumanayagua, muchas veces haciendo dúo con José Ramón Romero (Monguito), quienes llegaron a dominar un amplio repertorio de música tradicional cubana, pero, ante todo, de la música de la llamada Década Prodigiosa.
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(a Lázaro García, in memoriam)
Por Orlando. V. Pérez
Neblinosa, desgarrada
—con el hielo en cada cuerda—,
sobre la distancia lerda
se estremece. Mas en cada
acorde va derramada
la fiel cienfueguera Luna.
Sobre la gasa montuna
él la tañe en soledad.
Es que la inmortalidad
le regaló una fortuna.
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Por Mayda Palazuelos
Atravieso las olas desafiantes
mientras vivo el tiempo en solitario.
Vivo, alígera, a tu sirena que emana
de su garganta como un quejido de mar.
Tu sirena está asustada entre la arena y la sal.
Por tenerte alguna vez,
la plata en oro regresó, la luna la vuelvo dorada
y un puente lo vuelvo amor.
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Jorge Luis Machado Cabrera nació el 22 de julio de 1950, en Cumanayagua. Hijo insigne de este pueblo entrerriano, su alumbramiento ocurrió en el seno de una familia humilde pero decente y trabajadora. Su padre, oriundo de Manicaragua, se llamaba Miguel Ángel Machado Gómez; su madre, cumanayagüense, llamábase Eneida Cabrera Cárdenas. De ambos, Jorge Luis heredó un especial don para el canto. Su padre fue un cantor bohemio que se hacía acompañar de una guitarra; su madre, dicen que tenía una fina voz de contralto.
Jorge Luis heredó también del padre ese afán trovadoresco, vagando por todos los rincones de Cumanayagua, muchas veces haciendo dúo con José Ramón Romero (Monguito), quienes llegaron a dominar un amplio repertorio de música tradicional cubana, pero, ante todo, de la música de la llamada Década Prodigiosa.
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Por Omar Torres
Busco encendidas
las mechas de tu pelo
en el juego de la vida,
así compongo el mundo.
Es tu nombre
atando a trozos este tiempo,
un lugar para nosotros
en la misma dirección,
hacia la meta
completa cada uno
un número de vueltas.
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Por Nicolás Águila
No me canso de verte y adorarte
de verte y contemplarte no me canso
en las duras y suaves mi remanso
toda tu anatomía todo y parte.
Despliego con orgullo mi estandarte
esclavo, soberano, rudo y manso
amante sin reposo y sin descanso
no me canso de verte ni de amarte.
De vuelta de la duda y el recelo
transito de la calma al arrebato
y contigo me voy a la locura.
Te transporto del éxtasis al cielo
te llevo navegando en mi aerostato
--por GPS solo tu cintura.
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Dijeron murió Cardín,y de luto me llené;
pero después me enteré
que eso era un cuento andarín.
Ojalá no tenga fin
su vida, sin un atraso,
y que mantenga su paso
con verdadera blancura:
talento de la cultura,
buen amigo y buen payaso.
Por suerte, no se murió:
está vivo todavía,
y se ve con alegría,
eso alguien me lo contó.
A quien el chisme inventó
seguro que Dios le cobra.
Además, decirlo sobra:
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(a Lázaro García, in memoriam)
La neblinosa guitarra
—congelada cada cuerda
sobre la distancia lerda—
se estremece. Mas en cada
acorde va derramada
la esperanza de la Luna.
Sobre la gasa montuna
él tañe la soledad.
Es que la inmortalidad
le regaló una fortuna.
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