Ahora Dora vive en un 2do. piso, a escasos metros del centro social, político, económico y religioso del pueblo; allí se le puede ver a cualquier hora, con su gran batón blanco oteando la calle. Cuando se pasa por su acera y miras hacia arriba, se descubre un amasijo despampanante de carne y ropa interior roja, que te obliga a cambiar la vista hacia delante, con la sensación extraña de que te está mirando y algo te dice: no te vires, sigue tu camino.
Dora siempre fue una mujer gruesa, sabihonda, preparada, montada en cuanto cuchitril se movía en el pueblo, junto a su eterno compañero de batallas, el pequeño Roberto con Botas. Recibían a cuanto artista nacional o extranjero llegara a ofrecer su arte. Nunca soltaba su mochila, aquella contenía la solución a todos los intríngulis que le deparaba la vida diaria.
Hace poco, Dora entregó al Director de Cultura el documento perdido de un pago a una orquesta del Oriente del país, que participó en las fiestas por el fin del milenio en el pueblo, que estaba en la mochila. En plena actuación de un conocido humorista de la televisión nacional, sacó de aquel morral una guayabera blanca, que al hombre le hacía falta para trabajar. ¡Ya!: ella siempre tenía una solución, y verdad que aquella jaba-mochila-bolso era mágica. Al chofer de la guagua de cultura municipal, le sacó y le dio un tornillo del motor de arranque, en plena visita y recorrido del ministro, que no aparecía ni en las vendutas de Guayaquil en el Ecuador. Y qué decir de meriendas, vasos, botellas de ron o de cerveza, dinero de varias denominaciones y países, ¡ah! Y sus alpargatas, que la acompañan hace más de 20 años.
Este es un pueblo de artistas, por aquí ha pasado la cultura del mundo y Dora siempre ha estado presente.
Ahora la pregunta es: ¿Dora se retiró?; ¿y su mochila?, ¿y que será del pequeño Roberto con botas?, ¿y de los problemas?
Esta mañana pasé por la acera de enfrente de Dora; allí esta, la saludó de lejos. Qué raro, me digo, siempre saluda levantando la derecha y cuando la pone sobre la baranda hace una pequeña sonrisa y mira a un lado y luego al otro y se queda queda, lelita, mirando adonde hay más movimiento.
Por estos días hay un comentario. La policía instaló una cámara de vigilancia y nadie sabe dónde. ¡Qué cosa, eh! ¡Este es un pueblo de artistas…!
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Con este cuento el autor obtuvo Premio en el Encuentro-Debate Municipal de Talleres Literarios, Cumanayagua, Cienfuegos (17.10.2021). (N. del E.)