…que se van diciendo adiós…

                                 Luis Gómez

Por Joel Garnier

Que se van diciendo adiós
las aves en tu mirada
y escondes bajo la almohada
el misterio de mi voz.
Que surcas un campo atroz
cargando con mis mochilas,
que desnuda me vigilas
las manos, el pensamiento,
que secuestras lo que siento
y la noche en tus pupilas.

Eso dice un buen amigo,
de ti, mariposa ausente,
novia que sobre el relente
firma y encuentra un testigo.
Voy a dibujar tu ombligo
con una espiga de arroz,
y aunque ya no somos dos
somos más que esas manadas
de estrellas enamoradas
que se van diciendo adiós.

Por Georgina Herrera

En la habitación, de la que ha sido
dueña hasta ese día,
la instalan, como si fuese una extranjera.
Callada, como siempre,
está ahora
en la esquina más breve de su cuarto.
Con tanta luz como no tuvo nunca,
entre flores pobrísimas, entretiene
su obligatorio ocio, desde
una mañana hasta la otra
en que sin reverencias, sin adioses,
más callada que nunca

Por Ángel Castiñeira

Cada libro puede leerse de infinitas maneras, como bien dijo alguien a quien ya aburre mencionar. Y si cada libro puede, ¿por qué tiene que ser la excepción Ariza (2014), del escritor cienfueguero Alexis García Somodevilla?

No lo es, de hecho: Ariza puede leerse como un libro de cuentos, un puñado de cuentos que conforman una novela, poemas que parecen cuentos o cuentos que parecen poemas… Da lo mismo porque al final hay casos donde la clasificación —lejos de facilitar— termina por entorpecer el análisis o el disfrute de la obra. Y este es, sin duda, uno de ellos.

¿De qué trata Ariza? Bueno, para los cienfuegueros es obvio, aunque no lo sea tanto para el resto de la humanidad: de la Prisión Provincial, que se ubica en el poblado homónimo del municipio Rodas. Es una historia sobre una cárcel que no se parece en nada a la cárcel europea de las novelas románticas o realistas de los siglos XIX y XX, ni a las cárceles hollywoodenses que tanto vemos en películas o en series de Netflix.

Somodevilla tiene el acierto de pintar la cárcel tal cual es, aunque eso pueda provocar —y provoque— desilusiones en quienes busquen en el libro escenas explícitas de motines y mafias y jabones que ruedan maliciosamente y túneles con cucharitas y francotiradores. O busquen, por otro lado, una trama a la manera de El sepulcro de los vivos, de Dostoievski, o de Hombres sin mujer, de Carlos Montenegro.

Por Jorge Luis Lanza

La representación de las problemáticas de la niñez en el cine cubano de ficción contemporáneo se remonta a una cinta devenida clásico en nuestra cinematografía: De cierta manera (1974), de la desaparecida Sara Gómez. Aunque las problemáticas de la niñez son abordadas en dicha cinta tangencialmente, la mirada de la realizadora sobre los niños provenientes de familias disfuncionales y la marginalidad constituye un referente insoslayable en un contexto donde resultaba inusual ese tipo de filmes.

Por Carlos Augusto Alfonso

En pueblos endógamos, en los pasatiempos de La Casa de Laca,
los poetas no son los sacerdotes que nacen de la boca de Brahma.
No salen de su mano al abdomen.
No aparecen echados a los pies de Brahma.

Ni políticos graves, ni rectos militares,
no son los comerciantes artesanos
que a la larga se saben quemadores de etapas.
Después de su pasado, les persiguen a gritos como randas.
Son ilotas, son parias, maestros sin oficio,
homicidas de reses que renquean, llegadas de calor abominable,
su ante-nacimiento en sitio equivocado,
los brahmanes los tratan como deyección.

Por Alexis García

En muy poco tiempo la Editorial Mecenas pondrá a la venta Guamuhaya verde, libro del autor cumanayagüense Orlando Víctor Pérez Cabrera. Resultado de un prolongado estudio de la narrativa oral del contexto montañés escambradeño, reúne un grupo de historias en las que palpita una idiosincrasia todavía cercana a nosotros. Una variada gama de formas que van desde el fino humor criollo y el sustrato filosófico, hasta el insondable misterio de la magia.

Investigaciones de este tipo tuvieron en Samuel Feijóo, por ejemplo, a un notable exponente. Recordemos Cuentos populares cubanos de humor (1981), o Mitología cubana (1986). Onelio Jorge Cardoso fue otro autor cubano que no solo incorporó a su cuentística historias rurales, sino que lo hizo muchas veces utilizando el propio registro de estos campesinos, aunque tamizados por una maestría literaria que les daba un completo sentido.

Por Jessica de la C. Cruz

Como la princesa de Rubén Darío
Llevo años sentada en un trono de oro;
Esperando a esa hada que aún no ha aparecido,
Esperando a ese príncipe que ya no ha de existir.
¿Y si un día ya vino y pudo haberse ido?
¿Y si no lo merezco?
¿Y si no hay para mí?
Como el infinito y lo eterno me demuestra el tiempo
Que la paciencia se escapa y se pierde en el cielo,
Entre aquellas nubes que no podré subir.
Y aunque la agonía me mate,
Me siento y espero
A ese príncipe azul que no va a venir.
Y las horas vuelan
Porque espero un sueño que no voy a cumplir.
Y la vida no cambia mientras espero;
Y me sorprendo pensando que espero por ti.

Por Vladimir Martínez

            Esos pequeños sueños que también,

                   ayudan a vivir.

               Carlos Varela.

         A Humberto Padrón y su documental

Detrás de todos estos años
detrás del miedo y el dolor
vivimos añorando algo
algo que nunca más volvió
el amor cercenado en sus raíces
aquel amigo arrancado de su flor
las madonas de su despedida, el llanto de un hermano
un ataúd, el dolor

Por Arístides Vega Chapú

No tengo la destreza de un carpintero
ni valor para atravesar los océanos
o el esplendor de los cielos que adornan
el mundo.
Falta en mí el talento de los sabios
que mañana descubrirán un secreto.
Tampoco se me premió con el don
de la sanidad,
ni pude conocer el noble lenguaje
de los mapas
con que un cartógrafo dibuja las tierrasmás lejanas.
Perdóname, hija,
pues todo cuanto puedo es ordenar estas
palabras
que ojalá te sean útiles.

 

De Dibujo de Salma (Editorial Capiro, 2006).

 

Por Onelio Jorge Cardoso

Una vez hubo un hombre por Mantua o por Sibanicú, que le nombraban JuanCandela y que era de pico fino para contar cosas. Fue antes de la restricción de la zafra, que se juntaban por esos campos gente de Vueltarriba con gente de Vueltabajo. Yo recuerdo bien a Candela. Era alto, saliente en las cejas espesas, aplanado y largo hacia arriba hasta darse con el pelo oscuro. Tenía los ojos negros y movidos, la boca fácil y la cabeza llena de ríos, de montañas y de hombres.

Por entonces nos juntábamos en el barracón y se ponía un farol en medio de todos. Allí venían: Soriano, Miguel, Marcelino y otros que no me acuerdo. Luego, en cuanto Juan empezaba a hablar, uno se ponía bobo escuchándolo. No había pájaro en el monte ni sonido en la guitarra que Juan no se sacara del pecho.