Por Pedro Péglez

Ondea el cisne
Navega su tesitura de esmalte níveo
En el espejo esparce su señorío
de vela hacia el azul
Nadie crea que es un ave
No
Es un lábaro que borda al agua
el heraldo de algún dios
Nadie repita
que viva el cisne que viva
(No sea que cuaje en mármol)

 

 

Por Raiza Olivera

Acompañamiento a las madres que lloran hoy por sus hijos.

Si mis ojos mojados te detienen, no los veas, solo es el viento al pedir que sople tus velas y te lleve sano donde vayas. Que mi espíritu te colme de paz en los días más largos y las noches más frías, que te acompañe cuando desees volver. Son mis brazos para que yazcas, incluso a la sombra del no existir.
     ¡Hijo! Ve, ve sin miedo. Hazte el hombre más feliz. Y sea esta lluvia el cauce de mi seno, la que te guíe como una estrella a tu destino. Que tu destino se parezca siempre, al color de mis ojos cuando te miro.

 

 

Por Yadira Troche

Nunca podré escribir si no en la sima
que erosiona en taludes mi demencia.
No lograré versar sin la sentencia
de la daga brutal que me lastima.

No digo: no lo intento… pero ultima
este ocultar las lágrimas, mi amencia.
Prefiero la hojarasca, la estridencia
que muere de fundar mi pantomima.

De fracturas el alma me estremece...
y es que soy solo versos cuando existo
bajo el tenor del golpe en mi costado.

Siempre abrazo mi numen donde crece
de tristeza y espina un anticristo.
No escribo sin dolor, si no he sangrado.

Por Luis de la Cruz Pérez

 Lo que permanece, lo fundan los poetas.

                         Hölderlin

Volver de nuevo al sendero
junto al barro en la llovizna.
Poco o nada.
                         Casi brizna
de azaroso derrotero.
Del último hasta el primero
cabalgo —porque me nombras—
sobre veloces alfombras
y ajenos atardeceres.
Huelgan llaves.
                        ¿Tus poderes,
sombras son entre las sombras?

Pienso tanto; luego: existo.

Por Virgilio López Lemus

Orlando Víctor Pérez Cabrera ha bebido de la mejor fuente lírica de la lengua, y el agua de la poesía brota de uno de sus poetas máximos: Antonio Machado, quien le sirve para trabajar el pie forzado con versos del maestro español, y que en este caso no son «pie» de estrofa, sino que aparecen en diversas partes de ellas. Logra diez bellas espinelas que parten de un tema emotivo, crecen en juego compositivo y se resuelven con destreza y también con elegante espontaneidad.
     En cien versos se puede decir mucho, el propósito del poeta no es repentista (no son propios para el canto de raíz campestre) ni tampoco narrativo (no se relata un suceso), sino muy lírico. Incluso se diría que son décimas reflexivas hasta donde un poema pueda ser una reflexión y no solo una aprehensión estética. Los versos suelen estar aquí resueltos mediante encabalgamientos,

Por Richard Gutiérrez

El tiempo guarda ilusiones
de promesas incumplidas.
Son las palabras perdidas
y las malas decisiones
las que rompen eslabones
del querer y la confianza
como la punta de lanza
que deja el corazón roto
o como el falso devoto
que invade toda esperanza.

Detrás de cada promesa
crece un falso juramento,

Por Nelson Simón

A esta cicatriz,
ya le he cantado.
Allí
donde rompe
la ola,
me aferré
como un mejillón.
En lo amargo.
En la costra salobre.
En la línea
de peligro
intenté
florecer.
No mires allí,
dijo mi amante.
No vuelvas
a reincidir,
dijeron los amigos

Por Etianys Alfonso

Creo en mí, en este instinto de corazón viejo, en la sensación de haber latido en otros cuerpos. Soy tan acogedor y soñador como un legendario sauce. Cuando ordenas cerrar los ojos, se que piensas en lo que yo deseo y eres capaz de creer que en el “y si sale bien”, radica nuestro vivir. Y mis alas baten tu ajetreo de endorfinas, que como alucinógenos, nos lanzan en catapulta hacia el éxtasis.

 

Por Maida M. García

Hazme el amor, 
pero antes conquístame.
Adivina que no estarás haciéndole cariños a un cuerpo, 
estarás fusionándote con un alma si de ellas sabes.
No serán abrazos fuertes ni intensos, 
serán delicados y pacientes, 
sin posturas inventadas.
No imagines hurgar en carnes duras, 
serán flácidas, tiernas y suaves como las pomarrosas.
No esperes improvisaciones, 
todo está probado, 
no serías la primera, sí la elegida.

            Yo estoy triste y tú estás muerta...

            J. C.Zenea

Por Daína Chaviano

Amor mío:
No hay un solo minuto de esa luz que termine
cada paso que comenzaste.
No eres tú la piel que los amigos dijeron:
carcomida carne a punto de morir
Mi voz toca a rebato
el canto del viento entre las tumbas.
Por eso no quiero hablarte del sol o de la vida.
Esta noche lleva el sello de un tálamo sangriento.
Sobre mi cuerpo traigo tu corona de muerte
y aquella luz...
Recuerdo muy bien tu voz,
la sombra de las pecas en tu espalda
y una lista fugaz de perversiones
fraguadas junto al oído.