Por Anisley Fernández

No voy a hablar de mi ciudad
queridos poetas franceses
voy a ocultar las cosas que se ocultan
aferrarme al murmullo de la isla
y sus puntos neurálgicos de amaneceres rotos.
Aderezar la lógica dentro del óvalo enfermo de la urbe
meter el dedo en la llaga
meter la lengua en boca de la fiera
medir los potenciales de su úvula
para estar despierta cuando grite.
Las cláusulas de mi sangre han renunciado.
Mis tejidos entumecen el sueño.
Por una hendija carrasposa se hunde el ojo impune
ojo cobarde y despavorido
ojo que vomita mi angustia iridiscente.

Por Richard Gutiérrez

La Habana del mundo mío   
para mi Cuba es detalle
y demuestra en cada calle
su sentir y su amorío.
La Habana sin desvarío,
la de tu predio y mi predio,
la cura de mi remedio,
tu bella, y mi bella Habana
del Cabaré Tropicana
y Bodeguita del Medio.

La Habana de mi legado
es mi bella capital
con su enorme Catedral 
y su Paseo del Prado.

Por Karlo F. Pérez

Clamó el loco a la noche;
le pidió que posara
sobre su cabeza
el sueño apacible
del descanso fecundo.

La noche contestó:
si en mis brazos quieres dormir,
abre el corazón
deja entrar el amor.

Suenan ya las campanadas
del amanecer,
y a los lejos canta un gallo,
mientras un loco vuelve a nacer.

Por Olga L. Martínez

Él no supo de la risa,
ni del llanto, ni del beso.
Él no supo del travieso
saltimbanqui. ¿Fue la prisa?
¿O acaso cortó su brisa
con las tijeras del miedo?
Él no supo. Quizás puedo
entregarle mi alboroto.
Pero… el ruido es frío y roto:
con suspiros y sin credo.

 

 

Por Anisley Fernández

Ahora que me percibo bella, que insinúas
ese bojeo carnal ajeno al mío,
la mayoría de las tardes no me dejan dormir.

Ahora que las amigas de mi hermana se insinúan,
que las guerreras tienen un léxico superior al hombre,
la mayoría de las niñas no te dejarán dormir.

Ahora que domas tantos nombres menos el mío,
con cierto tono de sombra en el desastre
me invento en blanco tu estatuilla:
pletóricos senos, creyéndote en ella,
queriéndola mucho.

Ahora pudiera ser taimada,
ponerme la eutanasia sobre el nervio
donde terminaba tu ficción.

De Chelsea Hotel

 

Por Sandra M. Busto

El lirio es la flor que prefiero en mi jardín, es un Eros que perfuma y refresca mi entorno. La naturaleza tiene sutiles maneras de mostrar una y otra vez el acto de creación y, en él, es una delicia descubrirlo. Sé el momento exacto en que va a florecer por ese tono verde, perfecto, con que viste sus hojas. Parece como si sus brazos y piernas tensaran músculos. Con las primeras gotas de lluvia fresca que le ofrece esa dama traviesa que es la primavera, renace fortalecido para vestirle sus mejores galas.
     Luego yergue viril, cual símbolo fálico, un tallo que culmina su ciclo cuando abre la puntiaguda cápsula. Justo cuando el sol se acuesta en el horizonte y deja brillar las estrellas en los ojos de la Luna, nos lega el eterno símbolo blanco de creación convertido en flor que, con sus pétalos, endulza la brisa. Nada como la complicidad de la noche con el aroma de los lirios, la escena perfecta.

Por Silvia Collado

Tu recuerdo

Extraño todos tus huesos,
tu olor de roída palma
y las pencas de tu alma
batiendo grillos y besos.
Tu rumor en embelesos
de pedazos de ventisca.
Lustra el quinqué la cellisca
y la lluvia, aliento arcano,
rasga la piel en lo humano
de un sol tibio que pellizca.

La guitarra, en un rincón,
goza a gritos de alfabeto
extractos de un esqueleto
de romántica canción.

Por María A. Santovenia

I

Por un momento pensamos escuchar la primavera
Pero otra música surcaba el aire
Contaminado con estelas
La interferencia de una radio afónica
Las antenas captaban los vellos de los brazos
Ondas a través de la atmósfera
Cortando nuestras cabezas como la guadaña de la muerte
El correr de nuestros pies como los tambores del Apocalipsis
Y después
La fractura de la Tierra
Del orden lógico de los cuerpos
De la belleza
Y luego la primavera

Por Leonardo A. Barrios

Apareció la primavera en agosto,
anunciación clavada
en la cruz.

Las mariposas decidieron parir,
cansadas de la espera,
los leopardos maúllan
a las puertas de las cocinas.

Se dejan flagelar los abusadores
por las prostitutas y trans.

Homofóbicos vestirán trajes rosa
y los travesti cetrino.

Las naciones se reunirán con urgencia.
El asiento del amor quedó vacío.

Por Yadira Troche

Nunca podré escribir si no en la sima
que erosiona en taludes mi demencia.
No lograré versar sin la sentencia
de la daga brutal que me lastima.

No digo: no lo intento… pero ultima
este ocultar las lágrimas, mi amencia.
Prefiero la hojarasca, la estridencia
que muere de fundar mi pantomima.

De fracturas el alma me estremece...
y es que soy solo versos cuando existo
bajo el tenor del golpe en mi costado.

Siempre abrazo mi numen donde crece
de tristeza y espina un anticristo.
No escribo sin dolor, si no he sangrado.