Por Jessica de la C. Díaz

Busqué refugio en sus palabras y lo encontré entre sus brazos. Quise que caminásemos juntos por la iluminada zona de la amistad y me arrastró sin explicármelo a las ilusorias oscuridades del amor.

Me atrapó en su mundo, me obligó a conocerle mejor que a mí misma, me enredó de tal manera que nunca dejara de confiar en él; consiguió que aún cierre los ojos, tome su mano y le siga sin hacer preguntas.

Muero si entristece, revivo si sonríe.

Le sueño: amigo, amante fugaz. Le extraño.

Le llamé voraz y me criticó de “infiel a mis sentimientos”; sin que yo entendiera el significado de aquella expresión.

Dejó un desastre, un reguero de mí: un rompecabezas desarmado y sin mapa de reconstrucción. Volvió al revés mi mundo. Puso estrellas negras en mi cielo azul. Clavó espinas en mi corazón. Me rompió, quebró mi alma, me rasgó la piel. Me hirió de muerte y luego se marchó.

Mi sangre corrió sin destino tras sus huellas, queriendo, sin jamás alcanzarlo, declararle culpable.

Por Carlos Galindo

No te amo sólo por el rosal que crece en tu jardín
ni por los pájaros que aletean en la tarde
de tus ojos
Te amo por la luz que esparces sobre el mundo
Por tu sabia inocencia
Por tu cuerpo que inunda de frescura
la desolada rustiquez del mundo
Te amo cuando espantas de pájaros la noche
o cuando vas por la casa repartiendo ternuras
a cada cual un poco de tu alma
tan andariega y tenaz como los mástiles
que desafían
los vientos de la aurora

Por Jorge L. Lanza

No son pocos los críticos que han definido el cine como una forma de poesía, cuyas imágenes develan los más insospechados significados que emanan del espíritu creativo de los cineastas, empeñados en retratar sus realidades y representar las complejidades de la existencia humana, a través de metáforas fílmicas que indagan en los conflictos más agudos del ser humano.

Para el cineasta francés Abel Gance,  “no son las imágenes las que hacen un filme, sino el alma de las imágenes”. Esta frase sacada así de su contexto aparentemente no tenga mucha relación con el presente texto; pero, sin lugar a dudas, reafirma la condición poética del cine no solo por la magia de sus imágenes, de los recursos del cine como lenguaje, sino por su naturaleza poética.

Por Isabel N. Ricardo    

Me palpita el alma si te pienso
y tus recuerdos se convierten en sueños
para volverse nítidos en el presente.

Acércate a mi vida,
destruye
todas las entradas secretas,
abre mis ríos,
yérguete dentro de mí,
renacerás conmigo
y moriremos juntos.

 

Por Jessica de la C. Díaz

Le añoraba tanto. Estaba con la mirada perdida en el horizonte cuando le encontré. Amaba ver los atardeceres en el mar. Tomé su mano y me quedé a su lado, observando el hermoso espectáculo: aquellos colores traerían la noche.

Llegó pronto el momento al que temía. Se acercó la oscuridad de su ausencia. Le abracé y entonces… ¿Cómo pudo suceder de esa manera? Se esfumó entre mis brazos y amaneció.

               …y bebí en copa salobre
                 la cicuta de mi infancia.

                                 Luis Gómez

Por Yannit Pozo

En un abrazo del río
sus ojos mi pueblo asoma,
sus ojos de triste loma
en un invierno tardío.
De sus pupilas, vacío
ansioso bebió mi verso.
Mas su mar, de un sur adverso,
se parece a la memoria
de aquella, la otrora Gloria,
de mi gota de universo.

De: Bajo el ala de un sinsonte (La Pereza Ediciones, Miami, Fla, 2017).

Por Arturo Sosa

              “La chicharra es una hoja seca que canta”

                     Luis Barrios Cruz

Primeros días de mayo
Esqueleto de hoja seca
como seco el verde de sus ojos
alas de cristal quebradizo
y alambres que abrazan ramas
Diapasón ronco y sedante
canto eléctrico que invoca,
a falta de lluvia,
el fugaz rocío del alba
Lamento que reclama el sudor del cielo
y arrulla el sopor de la tarde
En el jardín de la escuela
hay concierto cacofónico
trémulo y algarabía
La maestra alza la voz
y aquel niño, por el cristal,

Por Juddy Martín

Hace siglos llevo ante la rosa la garganta de un pez,
este amasijo de papeles y un cántaro de humo.

Con un charco en las manos,
hace siglos que mojo estos peces minúsculos
al borde del silencio.

He jugado a volver como si no volviera,
como si la mujer sentada ante la roca
no fuera esta que gira
de septiembre en septiembre.
He guardado la cruz y la otra brisa
para que vuelen con mi pez
tejido hasta los huesos.

Por Virgilio López Lemus

Te vas quedando solo.
Apoyaste todo tu amor en los ancianos
que te sonríen y luego se marchan.
Escribiste páginas borrables
y poemas de corta duración, como tu vida.
Ni los libros leídos ni los más amados
estarán contigo allá, que es dónde.
Abiertamente solo, vas pensando, en la noche,
cómo engañar a la soledad
con un monólogo,
con un aplauso.

Por Amador Hernández

Tres años después de que el Dr. Alfredo Zayas y Alfonso asumiera la silla presidencial de la República de Cuba, la niña Esther Ramos Feitó pudo presenciar el primer entierro en su vida. Lo que nunca hubiera imaginado la infanta era que escenas fúnebres como aquella iba a tener que presenciar por más de 97 años, y que sobreviviría a 26 presidentes en la isla.

La carroza fúnebre venía despacio, halada por dos caballejos que chorreaban sudor del mismo viso de las olas sucias de la bolsa de mar, que rodea el asentamiento de Piñón cuando el tiempo desmejoraba. El cadáver, según lo había escuchado de su papá, pertenecía a un veterano, que había luchado junto a las fuerzas insurrectas del hermano del presidente de la república. Sobre la carroza una corona de laurel y olivo enviada especialmente a nombre del propio gobernante. Detrás, a paso lento, una larga muchedumbre vestida de oscuro. Fuerzas del ejército escoltaban el coche funerario.