Por Yailén Díaz

I

Concluyo: me siento presa
de alguna palabra cuando
golpea y me va menguando
con efectiva crudeza.
Intuyo: que la torpeza
ha tendido una emboscada,
la hipnosis de su mirada
me conduce por la gruta
de la palabra, su ruta
final se vuelve estocada.

A la dulce sensación de encontrar la paz.

Por Jessica de la C. Díaz

Agua helada empapa cada parte de mi cuerpo.
Los sueños
De colores vivos y con sonidos de fiesta;
Hoy son grises pesadillas,
Como la portada de un libro de terror,
Como el color de las lápidas más viejas.
Las estrellas que iluminaban mis noches
Corrieron asustadas,
Alejándose del firmamento,

Por Dalia Iris Hernández (Dalita)

Tu boca

Donde ambos miran cruzar
las mismas palomas desde lo alto
.

Roberto Fernández Retamar

Tu boca, pues me convoca
al beso que nunca he dado,
sortilegio de pecado
que me provoca y sofoca.
Lluvia que toca… y me toca
partituras en los rojos
jirones de mis antojos
que tienden a estremecerme.
¡Qué tentación por perderme
en la selva de tus ojos!

Por Domingo Díaz Soa

Bebí en ristre del destino/ la amargura del desaire
sorbo a sorbo sin más aire/ que las piedras del camino
bajo las muescas del lino/ del silencio que desalma
las ilusiones, la calma/ en extrema languidez
donde el recuerdo solo es/ un gris contraste en el alma.

Viento negro, soledad / angustia, dolor y penas
el atuendo de las venas/ de mi propia oscuridad
empujada por maldad / de quien goza su ironía
sobre la ajena agonía  / decorando los hastíos
de otros ojos por los míos / en amarga profecía.

Si pudieran comprender/ que el amor es como el ave
que ahueca donde no cabe/ un nido para crecer

Por Eliseo Francisco Abreu Hernández

I

Una parte de mí, tiene la rabia del que firma su acta de destierro, la otra, transcribe capitulaciones, falsas noticias y asesinatos selectivos en los juzgados. Desayuno una pizza ante el espejo más lejano de la casa, mi sosia se limpia la boca, platica con fantasmas calientes de hachís y coca cola. El moho y los recuerdos sobrepasan al hombre. Los ángeles no llegan a tiempo y el semejante se desangra en la avenida.  Alto costo al que vegetamos en esta jaula de cemento.

Plástico y acero VS carne y hueso. Entramado en el que la prensa matutina propone rostros para el neón y el maquillaje, para las salas de urgencias, mesas del forense,

Por Elieser López Cabezas

                La devoción es un arte insufrible.
                La acción es el eco de ese arte.

Tú. Despiertas. Te vistes. Te lavas la boca, te peinas. Te desperezas. Tomas café. Abres la puerta. Caminas hasta la parada de la guagua. Esperas. El ómnibus llega una hora después. Ya has rezado, dicho algunas maldiciones, cambiado de posición unas mil veces. Subes al vehículo, sientes cómo aprietan tu cuerpo, en un vaivén interminable y traicionero. Sigue la impaciencia. La incomodidad, pues no tienes suficiente dinero para ir en un taxi hasta el trabajo. Por fin llegas a la universidad. Como zombi impartes algunas clases sobre las teorías existencialistas. Comparas a Sartre con Biswanger, nadie entiende una mierda, pero sigues con el discurso metatrancoso que te define, sin percatarte de las caras estúpidas que los alumnos ponen en tus conferencias.

Por Virgilio López Lemus

yo no digo que
la vida es un sueño
sino que sueño la vida
y vivo el sueño
tan intensamente
tan intensamente
que confundo la realidad.


El ciervo

Hundirme en tu belleza
tan hondo, tan en ti
que yo perezca en tu caricia,
que ni el agua de mis ojos
22 23

Por Dalila León

cerrar la llave
de agua fría
caliente.
Lavar
secar los platos
hondos
llanos.
Subir
bajar las escaleras
de la casa
del trabajo.

Por Lorelisett García Díaz

Para simular que estoy viva, me acuesto con par de tipos. Uso un tono de piel coqueto, finjo estupidez inmediata, finjo partidismos filosóficos, pero si pido que me masturben a verbos, se van sin preguntar mi nombre.

Con este texto, esta autora de Matanzas obtuvo Mención en Cuento para Adultos, en el Concurso “Benigno Vázquez  Rodríguez”, Los Arabos, Matanzas, Cuba, 2022. (N. del E.)

Por Nicolás Guillén

No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma,
un tiempo enorme, enorme, enorme.

Al fin, como una rosa súbita,
repentina campánula temblando,
la noticia.