Por Nelson Simón

A esta cicatriz,
ya le he cantado.
Allí
donde rompe
la ola,
me aferré
como un mejillón.
En lo amargo.
En la costra salobre.
En la línea
de peligro
intenté
florecer.
No mires allí,
dijo mi amante.
No vuelvas
a reincidir,
dijeron los amigos

pero siempre
volví
como el muerto
al lugar
del crimen,
buscando
una explicación.
De tanto
conversar
con ella,
he terminado
pareciéndome
a esta cicatriz
torcida
como la escritura
de Dios.
Todos los hierros
están aquí.
Todos los silicios.
Los filos,
las traiciones,
en este queloide
por donde
cada tarde
se pone
el sol.
Trazo
distorsionado
por mi obstinación.
Discurso de mi piel.
Protuberancia.
Lo que en ti
muere
está muriendo
en todas partes.