Por Manuel A. García

Me acosté dos horas antes de lo normal con la esperanza de conseguirlo, sin embargo, todo parecía interferir una vez más; el chirriar del oxidado ventilador; el perturbante sonido de los muelles de la cama; incluso hasta el placentero dormir de Ana que parecía tener la más bella evocación. Todo me molestaba, era una clara señal del principio de otra noche de desespero, de insomnio. Así comenzaban. Primero, la molestia en todo sonido cercano, como si cada objeto que lo emitiese gritara en mis oídos su particular discurso. Luego la incomodidad en los ojos; arden y dejan de hacerlo; pesan y no se cierran; vuelven a arder. Una continua procesión cíclica que acaba siendo una terrible agonía.
     Antes de que pudiese empeorar la situación apagué el ventilador y me quedé fuera de la cama. El plácido respirar de mi mujer (reconocible por su ronroneo nasal), más el deambular de los vehículos fuera, hacían del silencio una meta inalcanzable. Pero ya tenía mis mañas y costumbres. En noches similares el cansancio es una buena carta a mi favor, un par de tandas de cuarenta cuclillas y otra de cincuenta planchas me hacía sordo y me tumbaba. Claro, el resultado de estos ejercicios no se verían al momento, sino luego, después de un baño refrescante, doblando el número de posibilidades de caer noqueado si hago el amor con cierto salvajismo.

Por Olga L. Martínez

Octubre cae en mí como una sombra,
que acecha cada paso de la infancia;
octubre trae en brazos la distancia,
del triste amanecer cuando te nombra.

¡Tanta soledad! Padre, me asombra,
cómo sigo tus huellas por la estancia;
hoy la paz que sembraste y la constancia,
se tienden ante mí como una alfombra.

Forastera del tiempo y tu consejo;
Capitán de mi barco, ¿a dónde has ido?
¡Busco en vano tu voz! ¡Mi amante viejo!

De tus ojos, mis ojos se han vestido,
y miran a través del mismo espejo.
¡Cómo duele este octubre sin tu nido! 

Por Etiannys Alfonso

Inverosímil la posibilidad de trastocar pieles,
sabiendo que la superficie prevalece sólida.
Y es cuando la coraza
cae ante el efecto de un roce,
un brotar de besos impuros,
un apretón de manos,
una frase con el mayor de los sentidos.
Aún veo estupefacción ante el redescubrimiento,
en el abismo existente
entre lo vivido y la euforia de un recomenzar.
Llenan de anhelos, estas tardes de domingo,
las visiones de lo sublime,
el vértigo incontenido de una mirada al vacío,
el atardecer de unas palabras que incineran.

Por Fabiola García

Sé que no estás,
pero te busco.
Te busco en el calor
de nuestro lecho,
en el lugar que ocupabas
en la mesa,
en las multitudes,
en las calles,
en el timón del ómnibus
en que viajo.
Te busco en la mente
para ver tu imagen.
Extraño el beso tras la puerta
al despedirte.
Te busco,
sé dónde estás,

Por Sandra Bustos

La ciudad está triste y desolada. Es de madrugada y solo me acompaña un gato que, noctámbulo como yo, deambula entre las sombras. Camino las mismas calles de siempre. Se ven sucias y despintadas, corroídas por un tiempo implacable que ha ido dejando huellas a su mezquino paso. De pronto el mural, aquel que alguien hizo y tiene casi mi misma edad. Me llamaba tanto la atención cuando yo era una niña. Intentaba  descubrir la vida detrás de los barcos y las casas junto al mar. Sin embargo, dos heridas brotaban en medio de la pintura. Quedé petrificada. Dos enormes tubos totalmente desgastados sobresalían de aquella emblemática obra, dando paso a una realidad que ahora se anteponía a la fantasía.
     Aquella pared olía mal, siempre fue así desde que lo recuerdo. Había sido convertida en el baño ocasional de cuanto deambulante nocturno, ya sea humano o animal, se le antojara desahogar sus aguas interiores. El piso siempre sucio, con restos de comida y cuanta cosa pudiera caer en una acera que no había sido limpiada a consciencia por décadas. Lo único realmente hermoso de ese paraje lo era mirar aquellos barcos en el mar, una vida que existía, pero que, al verla allí, era un aliento, un suspiro, como si la belleza del arte pudiera transformar tu día.

Por David Almeida Martínez

I

Alejo Carpentier en el reino de este mundo

Nacido en Suiza, el 26 de diciembre de 1904, aunque siempre manifestó haber nacido en la Calle Maloja, en La Habana (expresión evidente de su voluntad y sentido de pertenencia a la cultura cubana, a la cual prestó un servicio de excelencia), Alejo Carpentier es hoy, a treinta y siete años de su fallecimiento en París, uno de los grandes artífices de la renovación de la narrativa latinoamericana. Le fue otorgado el Premio Miguel de Cervantes en 1977, convirtiéndose en el primer latinoamericano en recibir el máximo lauro concebido a escritores de lengua española.
     La narrativa cubana entre 1923 y 1958 estuvo marcada por vertientes generadas por el influjo del vanguardismo, no obstante, por sus características especiales, al no insertarse ortodoxamente en estas vertientes, se estudia la producción literaria de Carpentier aparte.

Por Raiza Olivera

Tengo el verso cansado,
se recostó a meditar
porque no ha vuelto a soñar
desde el silencio estallado

Mira sin cesar la cumbre
Busca la razón perdida
Desdice el número, partida
Tantas hojas como herrumbre

Sobre los ojos de un viejo
Que cuenta las cicatrices,
Las sangrantes, hondas, grises,
Y no contesta el ovillejo

Por Anisley Fernández

Cae la sangre.
Una gaviota asume mi fragilidad,
caja de talco en el azul.
Soñé una playa como esta
donde te escribía.
Reconozco el olor de las almas recias,
su adiós.
La arena filtra un vahído
de recuerdos,
muelles...
Descienden mis piernas
a consagrar el agua,
lo que ya no debe ser suscitado
en honor al dolor.

Por Ana L. López

Vinieron a quitarme la calma
como si la calma fueran dos libras de arroz
pero fue así
iba caminando por la vida
a mi ritmo
ellos velaron a que el día se escurriera
pasaron corriendo y zaz
como si mi calma fuera un sombrero
uno de ellos se la comió
y se quedó frente a mi casa
se chupaba los dedos
yo a punto de hacerme el harakiri
bajé desaforada la escalera
lo agarré por el cuello
lo levanté más que con fuerza
con algunas palabras al oído
y lo hice vomitar

Por Etianys Alfonso

1- Corazón

2- Cerebro


1- ¡Toc, toc!

2- ¿Quién osa llamar a la puerta tan temprano? ¿Acaso ordené despertar?

1- Disculpa si soy inoportuno, pero quise venir sin previo aviso.

2- Adelante. Aunque, no presumas de inteligencia, realmente, nada puedes esconder de mi.

1- En todo caso, pudiera vanagloriarme de mi impulsivo coraje. Le diera todos los créditos.