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Por Mae Roque
Quiéreme como no puedo yo.
Ignora los trozos de amor
roto, como la pistola láser de la infancia
ganada en la primera perreta
de básico, no básico.
Quiéreme, evita amarme
no es lo mismo
la segunda hará que me lleves en ti como una maldición
dice el bolero.
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Te cuelas nuevamente en mi vida. Inundas cada espacio que pobló tu risa, donde se posó tu mirada, donde me arrancaste un beso. Llenas de alegría mi soledad y haces avanzar las horas de aquellos hermosos e intensos momentos.
Te extrañaba tanto que al verte sonrío. Tú también lo haces, con un guiño de tus azabaches ojitos me regalas un perfecto instante de felicidad. Apartas de tu rostro el negro bosque de tus cabellos con un gesto y vuelves a sonreír. Entonces tomo tu mano, la aprieto, la acerco a mi corazón que con una sobrenatural fuerza intenta metérsele dentro.
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Ellas llegan como palomas. Es difícil imaginar alguien tan feliz a esta hora de la madrugada. Aletean a pasos cortos. Puedo sentir las endorfinas en el aire, el amor quizás. Imagino que durmieron juntas. La del pelo corto con la cabeza apoyada en el pecho de la otra, la que siempre ríe, la que definitivamente marca el paso. Traen en sus cuerpos el sabor, el olor del pasto húmedo, recién cortado, estoy segura de que beben una de la otra…, polillas encandiladas de su propia luz, cuellos frágiles, frágiles y sonoros, lirios quizás…, no necesito las emanaciones del sílice para ver el cáñamo balanceándose sobre sus cabezas, cáñamo púrpura. El tiempo es otro, las gentes…
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Por Yanet Almagro Carrera
La bicicleta levanta el polvo en su rápido andar pero no le gana a mi mente imaginando qué sucederá. Cuando llegue tal vez duermas, te haría bien después de una noche tormentosa pero estarás despierta. A lo mejor gritas y maldices pero no te duele nada, solo la vida. ¡Y cómo duele! La bicicleta no puede ir más rápido que mi mente que te ve romper todo en la habitación, reclamar lo que no tienes, pedir lo que no ves y… No siento angustias porque estoy cerca, subo la escalera casi corriendo y abro la puerta. Estás sentada tras la ventana sonriéndole a algo o alguien que no existe.
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Por Ana C. Rosabal
Sé de ti porque lo vivo.
Sé de tus andares, travesuras y escaladas.
Y aún así, deseo quererte más que un beso.
Viento de mis noches, luz de mi almohada.
Sé que eres libre aunque digan lo contrario.
Sé de tu alma gemela que se escabulle en una cama.
Y aún así, decido enarbolarte en mis sentidos.
Deuda de tus juegos, prefiriendo ser tu dama.
Sé que un día irás tras la vela de otra barca.
Sé que buscarás mis aparejos en su buque.
Mas, solo tendrás una débil esperanza.
Un día seré a lo lejos tan solo algún recuerdo.
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Por Dania M. Valle
Otra senda
Se abre una puerta en el muro, me recibe un laberinto cuando mi huella un distinto paisaje quiere, el conjuro contra el sorbo de cianuro y ese instante que provoca un signo que me coloca el frío y la soledad. Hoy yo busco la heredad que un nuevo pacto convoca.
Voy alejando la muerte, mi raíz de la ceniza y toda historia hecha triza dentro de la sombra inerte. Yo me evado de la suerte hecha de sal y de bruma —de esas caras de yagruma que el oráculo me instala— pido el tiempo que acorrala esa angustia que me abruma.
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Y hoy no es aquella paz…
Ahora nos queda el fuego mortal
del trapecio, sabernos perdidos
en la oscuridad de un reino.
Tarek Williams Saab
(Diatribas iniciales)
Prolegómeno
Yo soy yo y mi circunstancia
y ni así seré salvado.
¿Lo que existe es razonado?
¿Un reto. Una redundancia?
Mi ser solo es la ignorancia,
nada tiene de vital.
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Por Ariesky Castillo Reyes
…que se van diciendo adiós
Luis Gómez
¿Que se van diciendo adiós
las musas que me inspiraron?
¿Quién dijo que se apagaron
los destellos de mi voz?
Si es en el abismo atroz
donde nutro mi poesía,
en el dolor y en la fría
soledad que cae en mis hombros.
Rescato de los escombros
la naturaleza mía.
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Por Miguel Á. González
…que se van diciendo adiós.
Luis Gómez
Que se van diciendo adiós
Como emigrantes palomas,
Son los líricos idiomas
Que mueven garganta y voz.
Letras que viajan en pos
De un cúmulo de emociones
Y llegan a los salones
Marginados del oído,
Hasta descubrirle un nido
De imaginarias razones.
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Por Shineré Gala Ávila
Los animales salvajes,
no logran entender
esa tendencia suicida
de las hojas viejas en los parques.
Nosotros, los más domésticos
del bosque de las estatuas,
pisoteamos fuerte
para escuchar un crujido metálico,
que cuando pase una avalancha de tiempo,
será aún más triste que nuestros ojos.
Los animales enteros,
como salamandras traslúcidas,
tirados en la tierra con naturalidad,
tragamos toda nuestra especie y
nos vamos jorobando.
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