…es más difícil que manejar la palabra.                                 
                                   Georges  Clemenceau

Por Gricel C. Alfonso

—No comprendo, eres una buena madre, él te trata mal y tú lo aguantas. Yo le habría rajado la cabeza hace tiempo —dijo el vecino, preocupado, a la impaciente mujer.

     —No se adapta a la ausencia del padre, al divorcio nuestro. Pensé que los divorcios afectaban a  niños y adolescentes. Sabes que casi siempre él es muy amable y simpático, pero no sabe controlar sus emociones.

Por Dulce María Loynaz

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca, y gris, verde, y rubia,
y morena…

Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras.

Por Juan A. Monteagudo

La tierra no pudo absorber la energía
de su espíritu henchido por los versos
que pulula sobre todos los confines del mundo.
La calle, una cascada donde
sus ojos se le antojan al amor
con el verbo dispuesto, siempre dispuesto
para enunciar elogios y desorden,
para embestir caricias a los enamorados.
Solo pude verla en los páramos ecuestres
cual estatua perfecta de mambí.
La tierra no pudo absorber la energía
porque hay flores que no marchitan,
la poesía no envejece

                    A la UCLV 

Por Jessica de la C. Díaz

Me he perdido, sin quererlo,
Por los injustos senderos del alma:
Cierro los ojos sin sueño
Y te cuelas en mí.
¿Cómo haces para la originalidad
Con que abarcas el tiempo?
Con sed de aprender
Busco tus respuestas,
Que se quedan en el aire
Sin romper el silencio.
Sonríes por ti

Por Alejo Carpentier

                 Y caminaba, semejante a la noche.

                               Ilíada. –Canto I

 I
El mar empezaba a verdecer entre los promontorios todavía en sombras, cuando la caracola del vigía anunció las cincuenta naves negras que nos enviaba el Rey Agamenón. Al oír la señal, los que esperaban desde hacía tantos días sobre las boñigas de las eras, empezaron a bajar el trigo hacia la playa donde ya preparábamos los rodillos que servirían para subir las embarcaciones hasta las murallas de la fortaleza. Cuando las quillas tocaron la arena, hubo algunas riñas con los timoneles,

Por Carilda Olver

A la esperanza vuelvo, a la madera
que construyó mis días importantes,
a la extraviada primavera
de antes.
A la justicia de mirarlo todo
como si me perteneciera,
que en fin de cuentas no hay un modo
de abandonar el hambre de la fiera.

Adiós

Adiós, locura de mis treinta años,
besado en julio bajo la luna llena
al tiempo de la herida y la azucena.
Adiós, mi venda de taparme daños.

Por Nelson Machín

“Caruso” es una canción compuesta en 1986 por el cantautor italiano Lucio Dalla, dedicada al tenor —también— italiano, Enrico Caruso. Intenta Lucio narrar cómo pudo ser la última noche feliz del gran tenor quien una vida complicada tuvo. Canta Lucio al dolor y las ansias del cantante que, esperando la muerte, mira a los ojos de la muchacha que amaba.

Según Lucio Dallas, él, el compositor de esta canción, hizo escala con su barco en el golfo de Sorrento. Decidió alojarse en el hotel donde Caruso había pasado sus últimos dos meses.

Por Pablo de la Torrente Brau

El panorama

Desde la tarde anterior habíamos llegado al ingenio y, ahora, almorzábamos con apetito de guajiros debutantes, en el portal del bungalow que tenían los ingenieros. Cien metros al frente, paralelas a la línea de casas del batey, se extendían las vías del ferrocarril en una longitud aproximada de cuatrocientos metros, perdiéndose por un extremo en una gruta de árboles, y por el otro, en la traición de una curva.

Eran las doce.

Por Juddy Martín

Ilusiones que se cumplen
deseos que no se agotan
las palabras de las luces
un camino una mascota
una luna desafiante
mil miradas una sola
cinco versos de un cantante
una estrofa y una coma
una mano que me atrapa
un cuerpo que no perdona
un verso que surge solo
y una mirada que brota.

Por  Olga L. Martinez

Inciertas son las mañanas
con el rocío en el lecho.
Lúgubres…, cuando del techo
embisten furiosas lianas.
A las grietas cotidianas
se aferran.
Grita el jazmín,
tensa una cuerda el violín,
lastima la melodía.
Negro preludio…,
el día, no parece tener fin.