Por Raúl Hernández Novás

Veo a un niño jugar en la sonriente calzada de la luz, la provisoria.
Veo a un joven andando en la memoria la temblorosa piedra, lentamente.
Veo un hombre maduro que camina llevando un niño de la firme mano.
Junto a un joven filial veo un anciano leve como la lumbre que declina.
Tiemblo al verlo pasar los urbanos dédalos con su paso ya rendido
y de pensar que esas sencillas manos
que tantas cosas bellas han reunido
acaben por ser polvo en otras manos… —Las de la muerte, no las del olvido.

 

Por María Alejandra Santovenia Sardón

Todas las tardes, de pie en la llanura admiraba el paisaje, dejaba que la naturaleza gritara a través de su cuerpo con todo su poder; luego, con los pulmones llenos de aire puro, comenzaba a correr.

Tropezó con una roca y cayó entre la hierba. Adolorido miró al frente y pensó en renunciar, el Sol aún estaba lejos. Sin embargo, se levantó sacudiéndose el polvo. No quedaba mucho tiempo, los colores naranjas y rojos pintaban el cielo y las nubes se deshacían como motas de polvo.

 

Por Alberto Vega Falcón

En una conversación imaginaria y octosilábica, con las asonancias propias del romance, compartí con Lázaro García Gil, poeta, amigo y entrañable figura imprescindible de la cultura cienfueguera, cubana, quien por suerte nació y permanece aquí, pegado a su tierra lo mismo que un tronco duro.

Todo comenzó así: “Lázaro, qué privilegio / haber vivido en dos siglos; / el veinte fue de los sueños, la esperanza, los himnos. / De los amores urgentes / para vencer los abismos / de las sombras que acechaban / en los viejos laberintos. / El de las confrontaciones / que puso al mundo en peligro, / el de creernos inmunes / y devorar los caminos, / el de bebernos el sol / en el rostro de los hijos”.

 

Por María de los R. González

Cuando toque a tu puerta
y te pueda abrazar,
te encontraré perturbado.
A lo mejor, no sé,
habrá que esperar.
Pero estarás disculpado,
será difícil borrar
el temor aun latente
de esta Covid infernal.
Quiero que en susurro
escuches una voz:
cuídate, cumple,
no abraces,
cúbrete el rostro…
no habrá besos de amor,

 

Por Roberto Fernández Retamar

 

A Antonia Eiriz

Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho,
un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un
poco más,

 

Por Miguel Ángel González

Mujer, de hadas hechiceras
hiciste repeticiones
en un dulzor de pezones
y comparsas de caderas.
Por romper noches de esperas
en tibia alucinación. 
Mimos, éxtasis, pasión.
Entre desmesura y calma,
como un sostén para el alma,
eres nido de ilusión. 

 

Por Julio Martínez Molina

 

El libro Raúl Hernández Novás: Isla poética por explorar (Premio de Investigación Florentino Morales 2015) acaba de publicarse y hace parte de los volúmenes del actual calendario a ser presentados por Ediciones Mecenas.

Su autor es el poeta, narrador y ensayista villaclareño Félix García Pérez, quien entrega mediante este ensayo uno de los estudios más aportadores que en torno a la figura del relevante creador cubano hayan aparecido hasta el momento.

 

Por Arístides Vega

Te aguarda un milagro
en el verano que sostiene
con sobrenatural bronceado
y la asfixia
que nos voltea hacia la otra serenidad
en que hemos dejado de existir.
Bajo las sábanas amarillentas
como papel de un diario
que anuncia el final de un siglo
o la próxima guerra,
nos aliviamos,
en la casa familiar,
junto a los hijos
y nuestros envejecidos padres
cuyos hombros siguen sosteniendo al país
y su grave oscuridad del otro mundo.

 

Por Jonathan Sánchez Marrero

Cuando vio entrar a aquella mujer al salón de belleza, se le alteró el pulso y lastimó con las tijeras a la chica a la que le hacía la manicura.

La mujer se veía sucia, desgreñada. Caminaba perdida. Se sentó en uno de los asientos cercanos a la entrada y ahí se quedó, con los brazos cruzados y explorando a todo el que entraba y salía. Era una inmigrada; mexicana quizás, y acabada de traspasar la frontera.

La manicura se forzó por concentrarse en ablandar cutículas, blanquear y abrillantar uñas, poner prótesis de porcelana, quitar esmaltes…

“¿Y estas manos? Es ella” —pensó.

 

Por Olga L. Martínez

La brisa es su único cómplice. Sin remedio, las miradas la devoran. Acaba de trabajar. En el bolso, un regalo para la niña y el medicamento de la madre. El autobús demora y el móvil no para de sonar. No lo coge. Prefiere seguir soñando. Imagina otra realidad. Un auto frena ante sus narices y el conductor, un hombre bien atractivo, baja la ventanilla y la incita a subir. Ella titubea, no es prudente aceptar la invitación de un extraño. Pero… está tan cansada, que decide montar. Ser una mujer hermosa le ofrece ventajas. Él, la mira fijo como si la degustara.