Escuchaba esas historias que ya se sabía de memoria: sus ojos se perdían en los puntos de su ropa y era lejana la voz de quien le hablaba.
Pensaba en él; y por mucho que llorara se sentía bien: hacía un viaje en sus recuerdos y de repente escuchaba risas y se veía como aquella niña ingenua que no había comenzado a vivir. Añoraba aquellos momentos…, pero veía esa mano extendida y solo podía pensar en tomarla y dejarse llevar, olvidando todo lo que quedaba atrás, sin importar nada. Aquella mano la ayudaría a llegar a la cima.
El aire hizo danzar su cabello, y la picardía de sus ojos otra vez se convirtió en nostalgia.