Por Jorge L. Lanza
He tenido el extraordinario privilegio de participar en la premier del documental Cubanos en Harvard, dirigido por el periodista de la televisión cubana Dany González Lucena, producido por el Programa de Estudios sobre Cuba del Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard,
en el Multicine Infanta, espacio habitual para la exhibición de documentales en nuestra isla, en el marco de las intensas jornadas de la XL edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano que anualmente se desarrolla en La Habana. La idea de realizar el documental, según su propio realizador, partió de su lectura de un artículo sobre el tema publicado por Yoel Cordoví en la popular revista Espacio Laical, sin dejar de reconocer el apoyo de su amigo Lenier González Mederos, antiguo miembro de dicha revista, quien le sugirió realizar un documental sobre la participación de más de 1 200 maestros cubanos de casi todos los rincones del país en el programa de la Escuela de Verano, organizado por Alexis Frye, quien había sido un oficial del Ejército de Ocupación, formado en Harvard y considerado por los historiadores como un ferviente impulsor de la Educación en la Isla.(1)
El propio presidente estadounidense William Mackinley tuvo la gentileza y gesto de buena voluntad de recibir a los estudiantes en la Casa Blanca luego de terminarse el curso. Incluso el documental hace referencia al hecho que el presidente había sido capaz de pronunciar cada uno de los nombres de los estudiantes en español.
Quien escribe estas páginas jamás olvidará las emotivas reacciones de los espectadores que asistieron a aquella histórica proyección cuando al encenderse las luces del recinto, con la timidez y suspicacia, me percaté de que no era el único espectador con lágrimas en los ojos: habíamos redescubierto una historia que en Cuba resulta prácticamente desconocida, minimizada por la historiografía oficial que se imparte en los centros de enseñanza en la asignatura de Historia de Cuba, signo del aspecto positivo que implicó para la modernización y el progreso de Cuba la ocupación norteamericana (1898-1902), luego del desgaste de la Guerra del 95 y las barbaridades de la Reconcentración de Weyler en 1896, gracias a las ventajas del soporte audiovisual, y sobre todo, la acertada articulación entre los recursos inherentes al cine documental y el periodismo de investigación.
Un factor trascendental en el proceso de creación del documental ha sido haber escrito el guion en coautoría con el reconocido académico e intelectual cubano Víctor Fowler. Ambos creadores habían coincido en la universidad de Harvard cuando Dany se encontraba inmerso en la consulta de archivos y disímiles fuentes que le permitirían realizar un documental que antes de exhibirse en Cuba ha tenido presentaciones en el Tsai Auditorium en Cambridge y en la Universidad Internacional de la Florida (FIU).
Cubanos en Harvard posee múltiples valores, no sólo en el plano histórico y cultural, al abordar un capítulo olvidado en las relaciones académicas y culturales entre EE.UU y Cuba, en el convulso contexto de la ocupación norteamericana, cuando la nación comenzaba a construir las bases de una nueva República entre las ruinas de la guerra y la frustración de miles de patriotas que habían dado su vida por expulsar a España de Cuba sin la intervención de una potencia extranjera, sino también en su vigencia para la actualidad.
La naciente República constituía la negación de los ideales emancipadores y libertarios de figuras como Antonio Maceo, José Martí, Calixto García, entre otros próceres de nuestras gestas libertadoras. La Historia también ha tenido que reconocer los aportes del gobierno de EE.UU. a la recuperación y reconstrucción de la devastada isla tras décadas de guerra.
En plena modernidad, EE.UU representaba para varios sectores de la isla el progreso industrial, la única alternativa posible al subdesarrollo y decadencia que había representado el colonialismo español en América Latina. El documental registra el reconocimiento de las protagonistas de esta extraordinaria historia del significado e importancia que poseía el viaje de las maestras a EE.UU. con el objetivo de reconstruir el frágil y precario sistema educacional de la isla, sin que tal contribución implicara la americanización y colonización de nuestras estructuras educacionales, quienes no ocultaron nunca sus aspiraciones independentistas.
Cubanos en Harvard trasciende su dimensión histórica al poseer una extraordinaria actualidad, al desmontar los intentos de la historiografía más oficialista en la isla por minimizar y hasta silenciar este capítulo de amistad entre ambos pueblos, sino que va más allá al reafirmar que los vínculos de solidaridad entre EE.UU. y Cuba poseen profundas raíces históricas, capaces de derribar las posiciones conservadoras existentes en ambas naciones, las cuales, tras la llegada de la Revolución, han intentado beneficiarse de la beligerancia y las tensiones políticas entre ambas naciones. Aun en los años más turbulentos de la Guerra Fría, nunca se borraron y se extinguieron dichas raíces y vínculos, puentes que han trascendido en el tiempo.
Sobre ese aspecto expresó el propio realizador: “Mi documental le mostrará al público cómo a pesar de las diferencias que existían hace más de 100 años, Cuba y Estados Unidos se unieron a través de sus pueblos para alcanzar un bien común. La amistad es algo que se construye. Independientemente de las relaciones políticas que existan entre los dos países, hay una historia que estrecha la distancia. Tenemos que investigar más a fondo cómo la cultura cubana, a través de la diáspora, ha influido en el sur de Estados Unidos; pero también —y de esto se habla muy poco— cómo la herencia cultural estadounidense permanece en la sociedad cubana. Somos pueblos amigos. Y es lo que mi documental muestra, de principio a fin. En una situación tan difícil como la que estamos viviendo, esa es la verdad que debemos sostener por encima de todo”.(2)
Este magistral documental nos reafirma que, pese al retroceso en las relaciones entre ambas naciones a partir de la llegada del presidente Donald Trump al poder, los vínculos históricos entre ambas naciones no se extinguirán, pues están sustentados en arraigados lazos de amistad y hermandad entre ambos pueblos.
Cubanos en Harvard trascenderá no sólo por sus valores históricos, sino por sus valores estéticos como documental, a partir de una exhaustiva investigación y haber contado con un guion bien estructurado, su acertada edición y montaje de fotografías de la época, archivos periodísticos y entrevistas a voces autorizadas sobre el tema, tanto en Cuba como en EE.UU., como el coguionista Víctor Fowler, los académicos Jorge Ignacio Domínguez y Alejandro de la Fuente, codirectores del Programa de Estudios sobre Cuba del Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, los historiadores Marial Iglesias Utset, Yoel Cordoví y Julio César González Pagés (este último también estuvo presente en la exhibición del documental), además de la estructura musical compartida entre los músicos Edesio Alejandro y Eliades Ochoa, funcional para este género del audiovisual.
No pretendo concluir este breve y modesto texto sin referenciar que entre las ilustres figuras de la cultura cubana que formaron parte de esta iniciativa cultural y educativa promovida por el gobierno de EE.UU. en un momento crucial de nuestra historia se encontraban presentes el historiador Ramiro Guerra y el escritor Regino Boti. Veamos lo expresado por Regino Boti sobre las justificadas sospechas existentes en aquella coyuntura ante la iniciativa del viaje de los maestros, publicadas en el periódico El Managüí: “Para seducirnos nos tienden ahora otra red, al parecer débil, pero es fuerte y temible: el viaje de los maestros cubanos a Estados Unidos”.
¡Qué profeta podría haber sido capaz de vislumbrar que en aquel remoto 1900 cuando los cubanos presenciábamos la partida de más de mil compatriotas desde los puertos de La Habana en los buques McClellan, McPherson, Crook, Sedgwick y Burnside hacia el legendario Massachusetts! Medio siglo después, al arribar a 1959, con la traumática irrupción de la Revolución, se produciría un alejamiento entre ambos pueblos, víctimas de un conflicto político que no ha concluido. ¡Quién sospecharía que en el 2016 la visita del presiente Barack Omaba a la isla estremecería al mundo, al cerrarse un lamentable capítulo de la Guerra Fría para dar paso a una era colmada de esperanzas, para abrirse un capitulo nuevo dentro del denominado deshielo entre ambas naciones!
Hoy, esos logros y conquistas de la diplomacia se encuentran amenazados por intereses de determinados sectores, pero ninguna fuerza, por muy oscura y poderosa que pueda ser, podrá detener y cercenar las aspiraciones legítimas y democráticas de nuestros pueblos. No olvidemos que el Apóstol José Martí y muchos otros patriotas cubanos encontraron en el suelo y pueblo norteamericanos un aliado amigo para liberar a Cuba de la tiranía española. Nadie podrá borrar siglos de una historia que nos unen.
(1) Véase Los cubanos de Harvard, publicado por Milena Recio en el sitio Oncuba el 16 de octubre del 2017.
(2) Ibídem, pp. 7.