Por Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé)

 

           A don Eligio E. Capiro

(Fragmentos)


Huye la noche sombría
al son del céfiro suave
y nos anuncian las aves
la vuelta de un nuevo día:
todo es luz y poesía,
todo es encanto y belleza,
el zorzal en la maleza
extiende sus pardas alas,
y ostenta sus ricas galas
la feraz naturaleza.

Susurra el verde palmar
y la luz de la alborada
dora la roca empinada
de las orillas del mar:
se admira el tenue brillar
de la estrella matutina,
muere la densa neblina,
cruje el cedro allá en los montes,
y a los bellos horizontes
el sol naciente ilumina.


***


Contemplo el azul del cielo,
admiro el valor del monte,
oigo el trino del sinsonte
y el rumor del arroyuelo:
con el más ardiente anhelo
vuelvo al sol una mirada,
y en mi rústica trovada
digo al compás de mi lira:
dichoso el que en Cuba admira
la vuelta de la alborada.


***


Oh!, venid, mis compatriotas,
a los montes de Las Tunas,
donde al alba en las lagunas
suelen volar las gaviotas:
venid a escuchar las notas
de mi rústica trovada,
y en mi florida llanada
decid al son de mi lira:
—Dichoso el que en Cuba admira
la vuelta de la alborada.