Por Dalila León
cerrar la llave
de agua fría
caliente.
Lavar
secar los platos
hondos
llanos.
Subir
bajar las escaleras
de la casa
del trabajo.
Dormir
despertar sola
acompañada.
Una se acostumbra
de día
de noche
a todo
a nada
etc.
Jugábamos a las casitas
teníamos que cocinar
servir
y comer en familia.
(mamá-papá-nené)
felices
para siempre.
Jugábamos a las casitas
teníamos que olvidar
a la mamá sin papá
al papá borracho
al: “¡No hay dinero!”
Había que olvidar
la vida real
el futuro.
La mañana llega lenta
por la avenida.
Llega fría y lejana
como mi cuerpo
como la debilidad de la noche
como tu recuerdo
que arrastro
por las húmedas calles
mientras amanece.
Nunca quise aceptar mi boca
llenarla de saliva
de cerveza
de café
de antiácidos
de humo
de moscas
tantas moscas.
¡Bon appétite!
Nunca quise ocupar mi boca
abrirla y repetir
m-i-s-p-o-e-m-a-s
y bostezar
…incómoda…
y divagar
¡demasiado!
y maldecir
¿por los codos?
y saborear
las moscas
tantas moscas.
¡Bon appétite!
Nunca quise dudar de mi boca
y besarla
y cantarle
una canción de cuna
otra canción de cuna
y otra más
hasta dominarla
hasta cerrarla
para que las moscas
tantas moscas
no escapen.
De Entrega a domicilio (Ediciones Aldabón, Matanzas, 2020).