A la dulce sensación de encontrar la paz.

Por Jessica de la C. Díaz

Agua helada empapa cada parte de mi cuerpo.
Los sueños
De colores vivos y con sonidos de fiesta;
Hoy son grises pesadillas,
Como la portada de un libro de terror,
Como el color de las lápidas más viejas.
Las estrellas que iluminaban mis noches
Corrieron asustadas,
Alejándose del firmamento,

Llevándose a la Luna,
A la cual persiguieron las nubes;
Dejando el cielo oscuro.
De negro azabache se tiñen mis momentos
Y resbalan por mis mejillas crueles lágrimas,
Inconsolables y frustrantes.
Voces desconocidas aguijonean mis pensamientos;
La tristeza inunda cada rincón de mi ser.
Aunque salga el sol,
El calor no secará mi soledad.
Ensopada, camino…
Los faroles se apagan a mi paso.
Llevo horas andando;
me he perdido en el tiempo.
Veo una oscuridad indefinida.
Moldean el silencio el ritmo de mis sollozos.
He llegado al mar, las olas susurran;
No las comprendo.
Dentro del pecho se me ha hinchado el corazón,
Busca la calidez de la playa;
Sabe que la sal relaja.
Me atrae,
Me lleva hacia él.
Mis pies sienten las cosquillas de la arena.
Poco a poco me sumerjo,
Me trago las olas,
Respiro.
                         Amanece.