Por Indyra L. Pérez
Un hastío invade el hueco que va del alba al poniente
un bostezo color mundo y carne
color espíritu avergonzado de irrealizables cosas
lucha entre la piel y el sentimiento de una
dignidad debida y no otorgada.
Vicente Huidobro
Es duro y seco el suelo aquí
como regado con derrotas
Juan Gelman
En defensa propia
Olvidaré mis odios, la ceniza
que disimula el tiempo en los cristales,
todas las sensaciones materiales
que crean y deforman mi imprecisa
constelación humana. Me dan risa
los monstruos que habitaban en mi espanto.
A pesar de la lluvia me levanto
y salgo a la ciudad cuando oscurece.
Si todo lo que olvido permanece,
olvidaré a mis muertos y mi canto.*
* Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí
Primer naufragio
Encontramos la puerta de salida.
El laberinto nos expulsa. Somos
aquellos que renuncian a los tomos
donde profetizaban la caída.
Hay una realidad desconocida.
Se nos hizo de pronto intolerable
saber que nos habita un lamentable
pronóstico. Fue vana la advertencia
que formularon ellos. La evidencia
señala un inocente y un culpable.
¿Cómo me explicas el significado
de cada piedra en medio del camino?
Hay algo subterráneo, submarino,
que nos hace cruzar al otro lado.
Todo tiene su número asignado.
Hay un millón de regresivas cuentas.
Hay madres sin ovarios. Hay tormentas
que producen un vértigo, un reflujo
inevitable. ¿A dónde nos condujo
este circo de bestias fraudulentas?
Versión oficial
Muertos que comen caliente.
Muertos que lamen heridas.
Muertos en las avenidas.
Muertos que cruzan el puente.
Muertos que entran en ambiente.
Muertos con sus azafatas.
Muertos que son como ratas
expuestas al electrodo.
Muertos que empinan el codo.
Muertos que llevan corbatas.
Breve catálogo de la intrascendencia
Las líneas, el reloj, la carretera.
El auto en movimiento. ¿Agradecida
debo mostrarme por la desmedida
cuenta que disimula la quimera?
Los peregrinos cruzan la frontera
y se pierden de vista en el ocaso.
Espejos que no admiten el rechazo.
Te piden que aceleres y que cruces
sin mirar el semáforo, las luces
que indican la victoria o el fracaso.
Hay dudas que no mueren con la aurora,
impulsos que no aplacan la costumbre,
himnos cantados con incertidumbre,
infiernos de apariencia seductora.
Cada confrontación tiene su hora.
Estoy en la salida de emergencia.
Entre la terquedad y la obediencia
hay una multitud de subterfugios.
Las bestias que abandonen sus refugios
serán domesticadas con violencia.
Naciste y morirás cuando Dios quiera.
No aceptes otra estúpida versión.
El hombre es un insecto, una ilusión
que va a extinguirse de cualquier manera.
Pobre del que se afana porque espera
algo más que un puñado de cenizas.
De algunos tajos nunca cicatrizas.
No mires fijamente la pantalla.
La muerte es un arquero que no falla.
El hombre es un error, si lo analizas.
Vivir nunca es sencillo, y a menudo
detrás de cada risa hay un señuelo
imaginario. Muerdes el anzuelo
y te sacan del agua. El grito mudo
de los que sienten apretarse el nudo
en sus gargantas nos escalofría.
¿A quién voy a entregarle mi utopía
cuando los años cubran de postales
nuestras incandescencias temporales
y nos seduzca la melancolía?
La casa, el bosque y el hombre nuevo
La muerte también conoce
mi desequilibrio estático.
No me resulta simpático
aceptar el frío roce
de quienes cambian de pose
según cambie la verdad.
¿Dejar que la oscuridad
me consuele y acaricie
o arder en la superficie
con total impunidad?
La casa sirve de escudo
para evitar la salida.
La casa es una guarida
donde Dios entra desnudo.
La intemperie es un embudo
que nos succiona. Una fuerza
incontrolable. La adversa
ambigüedad de un pronombre.
En el corazón del hombre
hay una llama perversa.
¿A quién salvarán las modas
con sus blandas utopías?
¿A quién salvarán los días
de celebración, las bodas,
los escuálidos rapsodas,
el arsenal, las migajas
de libertad?¿Qué ventajas
disfrutaré sin mi angustia?
¿Soy una baraja mustia
en el mazo de barajas?
Discurso del sobreviviente
El plano superior de mi conciencia
se compone de sólidas patrañas:
discursos, argumentos, artimañas,
demonios que produce mi experiencia
en la cría de cuervos. La demencia
tiene mucho que ver con lo sagrado.
Andar por el camino equivocado
Me conduce al silencio. El equilibrio
sobrevive al escándalo. El ludibrio
es la consigna del desesperado.
A quién voy a entregarle mi desnudo
Si yo nunca hice pacto con mis versos.
La muerte es una excusa de diversos
matices y preámbulos, el nudo
que logrará asfixiarme, el grito mudo
que escuchan mis entrañas todavía.
A quién voy a entregarle mi utopía
cuando los golpes cubran, viscerales,
el ruido de mi cuerpo en los cristales.
A quién le entregaré mi lejanía.
Existes si conoces la manera.
No esperes que te den la otra versión.
El hombre es una hormiga, una ilusión.
Naciste y morirás cuando Dios quiera.
La vida es una muerte que no espera
para mutar tus huesos en cenizas.
Por eso de morir no cicatrizas
ni puede regresar el que se vaya.
Morir es la teoría que no falla.
El hombre es un deudor, si lo analizas.
¿Qué consigna? ¿Qué mano acusatoria
me señala? ¿Qué sórdido manejo
me conduce hasta el sótano, parejo
con las bestias que tiran de la noria?
Conozco el laberinto de memoria.
Logré escapar. No vine a despedirme
de los extintos sátrapas. Morirme,
a estas alturas, es innecesario.
La dicha es un efecto secundario.
Estoy, a mi pesar, en tierra firme.
El Premio “Guillermo Cabrera Álvarez”, respaldado por el periódico Juventud Rebelde, le fue otorgado a esta autora por ser este el mejor poemario de autor joven del concurso Ala Décima 2021. (N. del E.)