Por Yanet Almagro Carrera

La bicicleta levanta el polvo en su rápido andar pero no le gana a mi mente imaginando qué sucederá. Cuando llegue tal vez duermas, te haría bien después de una noche  tormentosa pero estarás despierta. A lo mejor gritas y maldices pero no te duele nada, solo la vida. ¡Y cómo duele! La bicicleta no puede ir más rápido que mi mente que te ve romper todo en la habitación, reclamar lo que no tienes, pedir lo que no ves y… No siento angustias porque estoy cerca, subo la escalera casi corriendo y abro la puerta. Estás sentada tras la ventana sonriéndole a algo o alguien que no existe.

Dejar la escuela fue lo mejor, ahora tengo tiempo, minutos pero no necesito más para saber que estás bien. Te preparo el almuerzo que cada tarde te manda María, si no fuera por estos vecinos y el padrino no estaríamos vivos. En este trabajo no me va mal, al menos tengo un salario. Nadie más me contrataría por mi escasa edad, por eso no reclamo aunque no alcance. Me siento unos segundos. Tengo que volver al taller, esos cinco pesos son la seguridad de que tendrás que comer cada tarde y de que Emilio seguirá en la escuela. Te acaricio como te gusta, sé que te tranquiliza, pero tengo que irme. Aprovecho y me robo tu despedida sonriéndole al aire. Si tuviera dos pesos más se los daba a alguien  para que cuidara de ti.

Estoy de regreso sin imaginaciones. Esa llamada fue tan real como mi vida y lo que ocurre en ella. El polvo de la bicicleta no me molesta porque voy despacio para no sentir el olor a quemado ni escuchar los gritos de mi madre.

 

Con esta narración la autora obtuvo el Premio Cuento para Adultos, en el Concurso Nacional Benigno Vázquez Rodríguez, Los Arabos, Matanzas, 2022. (N. del E.)