Por Claudia Teresa Cabrera

 

Soy el jubo de un matojo
que se enrosca en un corojo
y, a rastras por un balcón,
le saco un susto al gorrión.
Con mi cuerpo en mil reptadas
yo me río a carcajadas.


Con este texto la autora obtuvo Mención en el Encuentro-Debate Provincial de Talleres Literarios, Cienfuegos, Cuba, 2024. (N. del E.).

 

 

Por Belizabeth C. Carrero Bernal

 

Me contaron que hace un tiempo...
     Llegaron las vacaciones. A los niños del barrio el calor los hace salir de las casas, se reúnen bajo la sombra de un alto árbol de almendras en el parque cercano, huyendo de los intensos rayos del sol a horas tan tempranas. Aprovechan los espacios de sombra para jugar ajedrez, leer, patinar, perseguir gorriones…
Solo Mariano queda en su casa tendiendo la cama, organizando libros, recogiendo los juguetes regados de su hermanita menor y tratando de ayudar a la mamá en cuanto necesitara.
     —Mamá ¿ya  puedo salir a jugar?
 —Sí, hijo, ya has trabajado bastante —sonrió con cara complaciente su madre.
     El niño coge sus juguetes y va a reunirse con sus amigos, pero cuando llega mira a todos y ellos ni lo ven, entonces va a sentarse solo en un banco.
Marcel, con sus patines bien  amarrados, recorre las aceras del parque; Diego, con un tiraflechas, trata de cazar algún gorrión; Miguel y Danilo, en silencio, intercambian peones, reyes y caballos en un tablero, mientras Brianna hojea las páginas de un libro de cuentos y Yanet, con audífonos puestos, inventa una coreografía al ritmo de la música en sus oídos.

Por Reinier del Pino

 

Los Sarapicos bailan
sobre la arena
cazando cangrejitos
para la cena.
Con rapidez graciosa
nublan la escena
donde un telón salado
se va y regresa.
Mañana irán de viaje.
Requieren fuerzas.
Muy lejos los aguardan
templadas tierras.
Por eso de cangrejos
todos se llenan
al ritmo cadencioso
de las mareas.
Cuando la arena tocan
las olas fieras
los Sarapicos blancos
bailan con ellas.
Un murmullo se escucha
y pareciera
que unas manos de espuma
los aplaudieran.

Por Juana María Fuentes Fuentes


Salta, salta, saltarina.
Salta, salta sin parar.
Salta suave, paso lento.
Salta fuerte por azar.
Salta saltos como sea,
porque sí sabe saltar. 

 

 

Por Miguel Pérez Valdés

 

Mi abuelo no nos quiere en su casa. Estas vacaciones serán diferentes. No habrá ríos, ni deslizamientos en yaguas, ni juegos en el fango, acabado de arar. Todos mis primos estarán allá. De seguro mi mamá irá cada mañana a llevarle un tabaco a su viejo y nosotros la esperaremos aquí. La idea mía es ir y pedirle perdón. Aunque mi abuela está de acuerdo conmigo... mi hermano Papito me grita:
     —Tú le arrancaste dos surcos y medio de la siembra de arroz y yo le dije, frente a sus clientes, que él le echaba agua a la leche.
     Eso no lo hemos podido olvidar, y mi abuelo, mucho menos.

 

 

Por Amelia Apolinario

 

A diferencia del resto de sus compañeros de aula, Raúl no le tenía miedo a los truenos. Su mamá le había dicho que los estruendos que escuchaba eran provocados por gigantes muy torpes que movían escaparates de un lugar a otro, pues las gigantas son muy pizpiretas y todo el tiempo cambian los muebles de lugar.
Mientras sus amiguitos temblaban de miedo con las manos en la cabeza, él imaginaba a los gigantes, de aquí para allá con esos armatostes y a sus inconformes esposas:
     —¡Ahí no! Te dije que lo pusieras cerca del espejo, así podré verme la ropa puesta antes de decidirme… ruédalo un poco más a la izquierda…no, no, un poquito más a la derecha… no tanto…—y así. A Raúl le divertía imaginarse a las gigantas con la cabeza llena de rulos y la cara verde por una mascarilla de aguacate y aceite como las que se untaba su mamá.
     Los gigantes seguramente tendrían hijos gigantes, algunos ayudarían a su padre con el pesado trabajo mientras que otros estarían tumbados en el sofá todo el día. Los gigantes además tendrían perros, que ladrarían mucho y les entorpecerían el paso al metérsele entre las piernas para jugar y a diferencia de los seres humanos; los gigantes no les darían puntapiés para que se estuvieran quietos. No. Ellos respetarían mucho a los animales y de seguro les lanzarían una pelota al jardín de nubes para que dejaran de estorbarles.

Por Amalia Pérez Hernández

 

El sol reclama mis palabras,
en el horno
quedan las membranas
castigadas sin permiso
por la risa del mundo
que cabalga como un hechizo
sobre el alma de testigos
marcados
como sombras  infieles
desde el tiempo sin retorno.

 

Con este poema la autora obtuvo Premio en el Encuentro-Debate Provincial de Niños Escritores, Cienfuegos, Cuba, mayo de 2024. (N. del E.).

 

 

Por Gender Samuel Santisteban

 

Mi catana ha de volar
en un cielo azul hermoso
mientras sopla con retozo
el viento al verla empinar.
Siempre que sale a jugar
noto cómo sube y baja,
y cuando una nube raja
sus deseos en el aire,
se acuesta con un desaire
sobre la cama de paja.

 

 

Por Zobeida Ramos

 

Duerme el niño en su cama
de espuma y caramelos 
una  diminuta hada
lo despierta del sueño.

Luna con sus destellos
les alumbra el  camino
estrellas desde el cielo
como lluvia  han caído.

Regala él una rosa
la pone en su cabello
la despedida es corta
se va ella para el cielo.

 

 

Por Alanys González Quintana

 

Arturo ignora muchas cosas mías, por eso cuenta mi historia sin saber quién soy realmente, de qué me ocupo, cuáles son mis pensamientos, cómo reacciono ante cualquier eventualidad…lo de él es hablar, hablar, hablar y no me deja concentrar.
— Arturo, cállate ya.
— ¿Me voy?
— No, solo quiero que me ayudes haciendo silencio. Mamá cree que hago mis ejercicios mentales.
—Arturo, por favor, necesito concentración.
     Hay figuras que se llevan siempre en la mente. Son los pasos que se escuchan en la noche al cerrar los ojos, los fantasmas que nos acompañan a cada rincón donde dejamos un pedazo de algo. Pero en este siglo es imposible hablar de otras cosas que no sean los sueños azules, aunque hoy casi nadie sueña y ni se preguntan por qué…
— Hablas de sueños y piensas en las nubes.
—No, Arturo, pienso en los sueños.
—Y, y, y …entonces, ¿qué?
—¿Los sueños? Los sueños ya no son azules, son este profundo abismo donde caemos, la oscuridad total que nos lleva de la mano a lugares desconocidos y donde el gran misterio me hace creer que soy una vieja leyenda viviendo de fantasías.