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Desde que llegó aquel día nublado y frío,
llegó para darle felicidad y color a mis días,
alejó tormentas y diluvios con su mirar,
iluminó mis días con su cariño y amor.
No podría imaginarme una vida sin ella,
pero sé que algún día tendrá que partir,
y con su cariño que me brindó sin cesar,
tendré que despedirme de ella y contemplar
su gran amor.
Tomado de Voces de Esperanza IV. Octubre 19-21-2023. (Virtual & presencial Quito Ecuador).
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Por Malena Valdivia Pérez
Me encontraba en mi habitación escribiendo cuando escuché un suspiro seguido del otro. Era el punto final que se había enamorado de la segunda coma del texto. Ella le correspondió con una tímida pausa. Entonces decidí utilizar la regla ortográfica llamada punto y coma, uniéndolos para siempre en la hoja en blanco. Más tarde terminé mi texto con tres puntos suspensivos; eran los tres pequeños hijos del punto y coma. Los utilicé para dejar en suspenso la historia…
Con este cuento la autora obtuvo Premio en el Encuentro Nacional de Talleres Literarios Infantiles (Ciego de Ávila, 2018). (N. del E.).
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Flores en la clavellina,
hay flores en el macío,
más flores en esos bosques
y en las orillas del río.
Hay flores por dondequiera
que el río su cauce extiende;
el río y las flores hablan,
pero nadie los entiende.
Una serpiente fluvial
dibuja el río en su viaje,
y las flores le regalan
sus colores al paisaje.
Andan juntos río y flores
al bajar del lomerío,
hay un pacto de belleza
entre las flores del río.
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Por Maritza González
Conocí a una niña que adoraba el sol. Lo soñaba atrapado en una jaula de tomeguines, con un espejo como señuelo. También lo imaginaba en la poceta donde juegan los pececitos de colores. Era tan tenaz, que decidió cazarlo para regalárselo a los niños del pueblo que temían al invierno. Ella sabía que los rayos de sol son el mejor abrigo para los pobres.
Saltando de alegría, tomó el tirapiedras de su hermano Eliobel y subió a lo más alto de la Loma la Pompita. Comenzó a tirarle cuando los gallos dejaron de anunciar la mañana. Tiraba y tiraba tan alto, que algunas piedras quedaron prendidas en las nubes como enormes frutos dorados. Cansada de tanto mirar al cielo, decidió pescarlo en las transparentes aguas del río; allí era más alcanzable. Lanzó el anzuelo una y otra vez, pero las aguas deshacían su redondos contornos.
Fue entonces cuando se le ocurrió hacer un papalote de lirios, rosas y girasoles. Le colocó una gran cola de cascabeles. Subió sobre las ramas más cercanas a las nubes y, con la paciencia de un gran cazador, echó a volar su papalote musical, que, cascabeleando de este a oeste, subía y subía hasta perderse en el infinito. De repente, un baño dorado cubrió las casas, los niños, los árboles y hasta el mismo río: todo parecía de oro. El sol se había enamorado del mágico papalote y había quedado prendido para siempre en sus pétalos.
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Por Aníbal López Parra
La caja de los colores
anoche me despertó:
dibujaban muy alegres,
cantaban en alta voz.
Me dijo muy asombrado:
—¿Qué fue lo que les pasó?
Siempre duermen muy tranquilos,
pero algo los despertó.
Sabían el compromiso
que hice con el profesor;
decidieron ayudarme
porque amigos míos son.
Tenían adelantado
un cuarto a todo color:
el campo, la palma, el cielo
y un jardín con una flor.
Les agradezco su ayuda,
estoy lleno de emoción,
serán amigos eternos
como también es el sol.
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Por Orlando V. Pérez
Vino hasta mí llorando. Le abracé la cabeza entre mis rodillas. Y como estaba acostado en la cama, no me fue difícil inventarle un espaldar con mis piernas. Ahí se recostó.
—¿Por qué lloras? —le pregunté.
—Mi mamá…
—¿Tu mamá qué?
—No, mi mamá… —dijo sollozando.
—A ver, voy a escucharte, pero… tienes que dejar de llorar.
—Es que…
—A ver, de nuevo cálmate, voy a contar hasta tres. A la una, a las dos, a las dos y media, a las dos y tres cuarto... Bueno, si sigo picoteando en fragmentos, más nunca llego al tres.
Le dio gracia mi chiste y se empezó a sonreír.
Le dije:
—¡Así me gusta, caray! ¿Ves cómo ya eres una niña normal?
—¿Y antes era anormal?
—Bueno, casi casi —le respondí, con lo cual la hice sonreír de nuevo.
Logré que se calmara y le pedí que me explicara con claridad cuál era su conflicto.
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Conozco una amapola
que está alto, alto, alto
y tú eres un patico
chiquito y nada más.
Rastelli
Le regalaba a mi niña
El Canto de la Amapola
y gobernaba al sillón
como a un barco por las olas.
Nadando en un mar de sala
quería quitarse la ropa
para amarrar los adornos,
como si fuera la soga,
en el muelle de un recuerdo,
con sus dos manos hermosas.
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Por Mariam Aguilar
Esta era una niña que creía en la magia de los arco iris y le dijo a su mamá que si salía uno se lo dijera. Un día la mamá la llamó y le dijo: “Ven, para que veas qué lindo arco iris hay en el cielo”. Frente a él, la niña le pidió un deseo. Ya por la noche el papá llamó por teléfono desde Estados Unidos para decirles: “Prepárense, que voy para allá mañana”.
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Sí que era grande aquella gigantesca sombra, unas veces verde intenso, gris otras, azulada en ocasiones y de noche tan negra.
Se le había vuelto una obsesión; ni tan siquiera sabía como llamarla.
Levantó una ola enorme, hizo un rizo encrespado y se puso una mano de espuma encima de sus azules ojos para mirar muy lejos. “¿Qué le atraía de aquella dama descomunal? ¿Qué guardaba en su seno?”
Por su parte la montaña escudriñaba aquella inmensidad azul que le hacía vibrar todos los árboles del monte, y con voz atronadora preguntó:
-¿Qué es?… -y tembló el monte.
Un pájaro asustado gritó:
-Es el mar, Señora Montaña. No tiemble de es forma que nos matará.
-Es que brilla, se mueve como si quisiera llegar a mí, y luego se retira.
El mar rugía:
-¡La amo!...
Su voz era tan distante que ella no lo escuchaba.
Las aves se asustaron mucho más y clamaron:
-Señora, deje de moverse o todos moriremos.
Los leñadores y campesinos sintieron pánico; debía ser terremoto y se marcharon.
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Duérmete,
mi perla,
duerme ya.
Te traigo la espuma
sumida en altura,
su ágil apego
susurrar; arena,
olor a canela,
con paso de mimo,
y la mar ajena
empujaba entera,
palidez tan dulce
con brazos arriba,
manos retorcidas
a vagar inocente
en la tardecita
azulada en vida.
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