Llega demorado
mi duende viajero,
y qué silencioso
es su paso lento.
Trae en su mirada
humedad de inviernos,
polvo de caminos,
también sus misterios.
Tranquilo se acerca,
y dice en secretos:
—Para que no escapen
ata bien los sueños.
Al abrir sus manos
con gesto discreto,
me entrega su bolsa
traída del tiempo.
Y antes de alejarse
murmura muy serio:
—¡Cuidado al abrirla,
hay versos adentro!