Por Alanys González Quintana

 

Arturo ignora muchas cosas mías, por eso cuenta mi historia sin saber quién soy realmente, de qué me ocupo, cuáles son mis pensamientos, cómo reacciono ante cualquier eventualidad…lo de él es hablar, hablar, hablar y no me deja concentrar.
— Arturo, cállate ya.
— ¿Me voy?
— No, solo quiero que me ayudes haciendo silencio. Mamá cree que hago mis ejercicios mentales.
—Arturo, por favor, necesito concentración.
     Hay figuras que se llevan siempre en la mente. Son los pasos que se escuchan en la noche al cerrar los ojos, los fantasmas que nos acompañan a cada rincón donde dejamos un pedazo de algo. Pero en este siglo es imposible hablar de otras cosas que no sean los sueños azules, aunque hoy casi nadie sueña y ni se preguntan por qué…
— Hablas de sueños y piensas en las nubes.
—No, Arturo, pienso en los sueños.
—Y, y, y …entonces, ¿qué?
—¿Los sueños? Los sueños ya no son azules, son este profundo abismo donde caemos, la oscuridad total que nos lleva de la mano a lugares desconocidos y donde el gran misterio me hace creer que soy una vieja leyenda viviendo de fantasías.

—Pero la fantasía soy yo, tu amigo invisible.
—No, tú eres real para mí. La fantasía es… los sueños truncados que no pudieron ser. Y no sigas molestando, mamá cree que hago mis ejercicios mentales.


Con este cuento la autora obtuvo Mención Especial en el Encuentro-Debate Provincial de Niños Escritores, Cienfuegos, Cuba, mayo de 2024. (N. del E.).