Por Claudia T. Cabrera


Como cabra deportista
me la juego con cualquiera.
Al que tenga larga vista
dará fama mi carrera.

Desde el pico de una loma
pienso hacer la innovación
y aquel que su rostro asoma
disfrutará mi actuación.

Desorientando al fracaso,
barranca abajo y confiada,
a la yagua yo la engraso
¡y que no me digan nada!

Porque en una yagua voy
con los cascos hacia arriba,
pues longeva atleta soy
con una gracia exclusiva.

Por Ángela de la C. Santana

Hay un güije retozón
que en mi sueño se ha colado
y pregunta, preguntón,
mis secretos bien guardados.

¡Ay, qué niño tan travieso
que me quiere confundir!
Custodiando mi embeleso
me acompaña hasta dormir. 

Cuando las luces se apagan
y yo mis ojitos cierro
son sus trenzas las que amarran
mis temores y mis miedos.

Por Hilda Alicia Mas

¡Qué  alegría encontrarla! Ya no tengo que levantar los ojos al cielo. Estamos las dos en el mismo cielo y desde allí Beba y yo rememoramos el plumaje tornasol del zunzún pretencioso, oímos  el embeleso del canto del gallo en las madrugadas para despertar al sol.
     Ambas disfrutamos de la luna llena y reímos cuando la vimos a lo lejos, escondida entre las nubes viajeras, posada sobre la charca de los ríos, como una niña juguetona en cada una de sus fases.
     Estamos juntas y eso nos daba alegría. Desde el firmamento vimos tantas cosas donde un día fuimos  felices. Estábamos penetradas por diferentes olores, al caer la noche. Eso me hizo pensar en las noches de primavera cuando soñabas con tener en tu cuello un collar de luceros y prometí regalarte uno de cocuyos para que te alegraran un poco al no tener luceros para alegrarte.

Por Silvia C. Valdés


Alí Babá y los ladrones
(que ya son más de cuarenta)
los zapatos de cristal
robaron a Cenicienta.

Asaltaron a Pomposo
y, desandando el camino,
su maravillosa lámpara
le llevaron a Aladino.

A la madrastra malvada
le arrebataron su espejo.
Y a Alicia la conquistaron
para quitarle el conejo.

Alí Babá, y sus ladrones,
por fantasear tropelías
tuvieron como castigo:
mil noches sin fantasías.

Por Elisa Pérez Rivero

Queridos Reyes Magos:

Sé que están muy ocupados llevando los regalos a todos los niños del mundo, que han tenido muchas dificultades para llegar aquí, al igual que el  año pasado y el anterior, cuando yo todavía no sabía escribir. Hace dos años le dije a mi papá que les escribiera para que me trajeran unos patines con casco, coderas y rodilleras, pero nunca llegaron, mi mamá me explicó que fue por culpa de un tornado que no los dejó pasar y me tuve que conformar con una carriola que hizo mi papá, por la cual hubo algunas discusiones, pues cuando salía a jugar casi siempre regresaba con las rodillas o los codos lastimados, por eso mi mamá se alegró cuando, por error, fue a parar a la basura, yo también me alegré, pues ya casi no cabía en ella.
El año pasado la encargada de escribirles la carta para pedir mi deseo fue mi mamá, les pedí un bate y una pelota, pero de verdad, no de plástico. Llegó el día de reyes y tampoco pudieron venir, esta vez fue por culpa de un huracán que se apareció fuera de temporada, yo ni me enteré,

Por Mariam Aguilar

Había una vez una niña que tenía una ropa muy linda y una mariposa negra y grande andaba detrás de ella, y a ella no le gustaba porque creía que le iba a ensuciar la ropa; pero llegó su amiga, que era hermana de la mariposa, y le dijo: Mira, es que ella quiere ser tu amiga. Entonces la niña aceptó su amistad y dejó  a la mariposa que se le pegara a su vestido.

Por Mariam Aguilar

Había una vez una niña que tenía un piano donde interpretaba bonitas piezas de muchos autores de fama mundial. Pero un niño pesado del barrio, jugando con ella, le fue arriba al piano, y empezó a tocar con tanta fuerza, que le rompió algunas teclas. Entonces el abuelo de ella, que era muy curioso y paciente, le dijo:
     —No te pongas triste, Mariam, que eso va a tener solución.
     —¡Ay sí, abuelito! Mira que esta noche tengo actuación delante de todos mis muñecos.
     Y el abuelo, con mucha paciencia, arregló todas las teclas rotas, y tan bien lo hizo, que el  piano, agradecido, tocó todavía mejor. 

 

Por Susel Robaina Rivero

Estaba triste y tan seria, que dolía mirar sus ojos marchitos.
     —Siempre es así —decían unos
     —¿Nadie sabe por qué —preguntaban otros.
     En pocos meses de escuela, ya Susana era el motivo de conversación y sus maestros decidieron reunirse para hallar el modo de ayudarla.
     —Tendrá problemas familiares —sugirió la profe de Química.
     —Habrá peleado con alguien —continuó el geógrafo.
     —Seguro es su personalidad. Acerquémonos a ella, conozcámosla mejor —dijo Randi, el profesor más joven del colegio.
Terminada la reunión, se puso en marcha el plan. En la tarde todos trataron de hablarle, pero fue inútil captar su atención; solo Randi, el físico, le hizo cambiar la mirada. Ella extrañaba que alguien le sonriera con tanta dulzura como aquella vez que en secundaria le dieron su primera flor.

Por Yoleydis Hernández

Su vida comenzó en un huevo, las hormigas obreras la alimentaron y cuidaron de ella mientras fue una larva, hasta que creció lo suficiente.
—De ahora en adelante tendrás que valerte por ti sola —le dijeron.
—¿Y si me caigo?  —preguntó Marabunta con más dudas que patas.
—Te levantas. Ya eres una hormiga fuerte.
Tras la expansión de las plantas  con flores por el mundo, supo de la llegada de sus antepasados a la colonia, de ellos aprendió que para ser una hormiga mayor debía estudiar.
—¿Por qué no te conformas con ser una hormiga media o una hormiga menor? —le aconsejaron.
Marabunta, que siempre hizo lo que debía, desobedeció por un bien.
Puso tanto empeño en los estudios que se graduó de Obrera Calificada con Título de Oro, obtuvo notas brillantes  en Historia Antigua y Moderna de las Hormigas, Construcción de Hormigueros y Preparación para la Defensa de las Hormigas. Hormiga tutora la felicitó.

Por Hilda A. Mas

Todos  tenemos un ángel… no hay  que desesperarse; ellos, sin nosotros buscarlos, llegan de pronto a nuestra vidas como un obsequio.
Hace poco desde mi estrella lejana te miraba y te veía un poco más animada y feliz.
Al fin  mi  regalo llegó a tu vida desde casi el final de enero. 
¡Que alegría! ¡Al fin! Lo pedí tantas veces, para alegrar  tu tristeza y tu soledad, y ahí está.
Lo pedí tantas veces a mi Cielo, a nuestro Creador, que de tanto pedirlo escucho mi ruego.
Al fin encontré el ángel para obsequiarte un poco de felicidad.
Es un poco loco… enfermizo, eso sí, pero con un gran corazón y unas alas  enormes que pueden cubrir el alma de quien comprenda sus acciones.