Por Susel Robaina Rivero

Estaba triste y tan seria, que dolía mirar sus ojos marchitos.
     —Siempre es así —decían unos
     —¿Nadie sabe por qué —preguntaban otros.
     En pocos meses de escuela, ya Susana era el motivo de conversación y sus maestros decidieron reunirse para hallar el modo de ayudarla.
     —Tendrá problemas familiares —sugirió la profe de Química.
     —Habrá peleado con alguien —continuó el geógrafo.
     —Seguro es su personalidad. Acerquémonos a ella, conozcámosla mejor —dijo Randi, el profesor más joven del colegio.
Terminada la reunión, se puso en marcha el plan. En la tarde todos trataron de hablarle, pero fue inútil captar su atención; solo Randi, el físico, le hizo cambiar la mirada. Ella extrañaba que alguien le sonriera con tanta dulzura como aquella vez que en secundaria le dieron su primera flor.

Por Hilda A. Mas

Cuando por primera vez llegué a ese lugar, mi corazón sintió la magia que de él  salía como un embrujo.
Todo comenzó cuando los primeros rayos del sol aparecieron, esparciendo su esplendor sobre el verde de cada rama rociada por el amanecer. El arroyo invitaba a beber de sus aguas.
En las raíces viejas de almacigo vivían dos güijes que tenían un collar de caracoles, los que, cuando salían a sus travesuras, sonaban como dulces  melodías.
En ese lugar viví inolvidables recuerdos. Allí escuché el canto de los pájaros, la melodía del viento…
Siento con alegría en mi corazón el llanto de mis hijos como dulce canción que llena el alma. Los atardeceres, cuando el sol comienza a declinar sobre el lomerío, los cedros, álamos, ceibas… perfuman todo el ambiente y dan paz y tranquilidad al hermoso valle.

Por Mariam Aguilar

Había una vez un ratón que se llamaba Yéremi y un gato que se llamaba Lázaro. Ellos siempre se peleaban. Un día quisieron jugar a los piratas, pero como no encontraban nada con qué jugar, la mamá de uno de ellos les prestó un cofre con galleticas dentro. Desde entonces, les dio por jugar todos los días a los piratas que buscaban un cofre escondido, hasta que crecieron y se volvieron adultos. Entonces, les prestaron a sus hijos aquel cofre mágico. 

Por Hilda Alicia Mas

¡Qué  alegría encontrarla! Ya no tengo que levantar los ojos al cielo. Estamos las dos en el mismo cielo y desde allí Beba y yo rememoramos el plumaje tornasol del zunzún pretencioso, oímos  el embeleso del canto del gallo en las madrugadas para despertar al sol.
     Ambas disfrutamos de la luna llena y reímos cuando la vimos a lo lejos, escondida entre las nubes viajeras, posada sobre la charca de los ríos, como una niña juguetona en cada una de sus fases.
     Estamos juntas y eso nos daba alegría. Desde el firmamento vimos tantas cosas donde un día fuimos  felices. Estábamos penetradas por diferentes olores, al caer la noche. Eso me hizo pensar en las noches de primavera cuando soñabas con tener en tu cuello un collar de luceros y prometí regalarte uno de cocuyos para que te alegraran un poco al no tener luceros para alegrarte.

Rolando Samuel Cardet Navarro

Por un denso bosque
oculto en las sombras
corría un gallito
seguido por zorras.

Se pudo esconder
entre grandes hojas
pero lo encontraron
las temibles zorras.

Quisieron comerlo
las pilluelas zorras
pero las ardillas
les tiraron bolas.

Alegre el gallito
agradece a todas,

Por Hilda A. Mas

De ser siempre un hada quedó entre el macizo montañoso del Guamuhaya; unas veces, viene de colibrí; otras, de paloma; otras, de tórtola, o de ceiba o de palma coralillo, o simplemente es agua que corre por los arroyuelos y ríos de esos lindos campos, donde el susurro y la frescura que de ellos brotan, hacen que sus aguas corran por entre las piedras dejando una mágica melodía.
     Romelia cada amanecer viaja en su papalote mágico, esparciendo como rocío el polvo de estrellas que trae en cada una de las cintas de ese papalote, esa fantasía que de niña floreció en su corazón.
     Pero… este amanecer  llegó muy  temprano  a visitar cada rincón del pueblo; su papalote venía adornado con cintas  azules, blancas y rojas…
     De niña, ella amó tanto al hombre de la calle Paula, que este amanecer no podía dejar de traerles a los niños un poquito de magia para hacer más bella la mañana; y allí, entre tantas risas,

Por Mariam Aguilar

Había una vez una niña que tenía una ropa muy linda y una mariposa negra y grande andaba detrás de ella, y a ella no le gustaba porque creía que le iba a ensuciar la ropa; pero llegó su amiga, que era hermana de la mariposa, y le dijo: Mira, es que ella quiere ser tu amiga. Entonces la niña aceptó su amistad y dejó  a la mariposa que se le pegara a su vestido.

Por Maritza González

Cuando Romelia supo por sus padres que Baldomero había sido elegido como futuro esposo, no quedó un sitio en la casa que no supiera de su dolor. “Con su finca hasta las cotorras cantarán al sol —le decía la madre—. El amor viene después”.
Desesperada, Romelia fue a casa de Cipriana, que tenía el don de desenredar todas sus madejas.
     —Espera que venga el amolador de tijeras; dicen que el sonido de su flauta concede hasta los más dulces deseos —le dijo Cipriana.
     —O tira el nombre de ese hombre escrito en un papel de cartucho, debajo de los cascos del caballo pinto de Cuco, cuando venga con el rabo torcido a la derecha —volvió a aconsejar—; y pásate una paloma blanca por el cuerpo en nombre de San Isidro el Labrador, cuando veas el primer arco iris de mayo.

Por  Amanda Neris Aguilera Miranda

Contemplando el cielo azul
que me brinda la mañana
se embellece de momento
con los colores del alba.

Cuando el sol resplandeciente
su clara luz nos regala
me despierto con placer
y me asomo a la ventana.

Para admirar el rocío
que por las hojas resbala
y sentir la suave brisa
que me refresca la cara.


De: Consejo Nacional de Casas de Cultura, La Habana,  2018.

Por Yoleydis Hernández

Su vida comenzó en un huevo, las hormigas obreras la alimentaron y cuidaron de ella mientras fue una larva, hasta que creció lo suficiente.
—De ahora en adelante tendrás que valerte por ti sola —le dijeron.
—¿Y si me caigo?  —preguntó Marabunta con más dudas que patas.
—Te levantas. Ya eres una hormiga fuerte.
Tras la expansión de las plantas  con flores por el mundo, supo de la llegada de sus antepasados a la colonia, de ellos aprendió que para ser una hormiga mayor debía estudiar.
—¿Por qué no te conformas con ser una hormiga media o una hormiga menor? —le aconsejaron.
Marabunta, que siempre hizo lo que debía, desobedeció por un bien.
Puso tanto empeño en los estudios que se graduó de Obrera Calificada con Título de Oro, obtuvo notas brillantes  en Historia Antigua y Moderna de las Hormigas, Construcción de Hormigueros y Preparación para la Defensa de las Hormigas. Hormiga tutora la felicitó.