Por Claudia T. Cabrera

Que se van diciendo adiós
Sin el lienzo del olvido:
Ellas regresan al nido
Mostrando color veloz
Desde el lenguaje de los
Largos trillos jornaleros.
Y se humedecen canteros
Cuando nubes renovadas
Se deslizan en manadas
Sobre alfombras de senderos.

Ellas trazan la figura
Con creyones que a lo lejos
Son tonadas y reflejos
en la flor de la espesura.
Se ha desgranado ternura
En el edén de aquel dios
Cuando bautizó la voz
Del que alaba y ennoblece
A sus nubes, y parece
Que se van diciendo adiós.

Por Nicolás Águila

Y me sigue zumbando el oído izquierdo. No me da tregua desde las nueve y media de la mañana. Esa fue la hora cuando me levanté. El zumbido monofásico, pugnaz, no me llega a enloquecer del todo, como al muengo de Van Gogh, que vivía atormentado por eso y mucho más. Cierro los ojos y me desentiendo de los acúfenos oyendo buena música. Es la mejor terapia indicada en este caso, según he leído alguna vez. Y llego al punto que hasta “vacilo” mi tinnitus. Lo remasterizo, lo pongo en estéreo, con sus obviedades de noche estrellada y amores siderales de ocasión. Un flash de gorriones al acecho me rebota de feedback. Me estremezco. La voluntad se me traba en el deseo. Oigo luces lejanas, acúfenos como misiles rusos, la zarabanda en tercera dimensión. Me espanto, pero luego me santiguo. Y de pronto lo veo saltar. ¡Coño, era un grillo!

 

 

(a Lázaro García, in memoriam)

Por Orlando. V. Pérez

La neblinosa guitarra
—congelada cada cuerda
sobre la distancia lerda—
se estremece. Mas en cada
acorde va derramada
la esperanza de la Luna.
Sobre la gasa montuna
él tañe la soledad.
Es que la inmortalidad
le regaló una fortuna.

 

Por Ramelka Nieblas

Nacer es un milagro, morir es natural; sin embargo, el segundo hecho impresiona mucho más que el primero, sobre todo si esa muerte sorprende, deja vacíos y deudas de tiempo.
Falleció Alexis Díaz de Villegas, cumanayagüense, orgullo de los hijos de esta tierra, de la cual nunca se fue de manera definitiva. Sin dudas, su mayor éxito fue en el teatro, donde, con varias agrupaciones, realizó importantes montajes que fueron inolvidables en los escenarios.
El cine y la televisión tampoco perdieron la oportunidad de disfrutar y difundir su talento.

(a Lázaro García, in memoriam)

Por Orlando. V. Pérez

Neblinosa, desgarrada
—con el hielo en cada cuerda—,
sobre la distancia lerda
se estremece. Mas en cada
acorde va derramada
la fiel cienfueguera Luna.
Sobre la gasa montuna
él la tañe en soledad.
Es que la inmortalidad
le regaló una fortuna.

 

Por Yusbiel J. León

Ciertas tejas se aprenden los gatos de memoria 
Ciertas lunas conocen los perros por el ladrido 
Ciertas sombras conocen la noche por el sol 
Ciertos sedientos conocen la sed  por el agua
Ciertos puñales conocen el valiente por la herida
Ciertos gatillos conocen la víctima por la pólvora 
Ciertas horas me las dedico a ti 
Porque no fuera cierto caminarme sin tus espinas en la última campanada 
Porque gotear no es gracia cuando no eres nube 
Porque morir sin tu pólvora da pena 

          (Y a mis zapatos, por supuesto)

Por Yusbiel J. León

Cuando las calles te cruzan
Los dolores de las suelas
El polvo sabe de ti,
De tu culpa o tu inocencia,
Comentan de tus caídas
Las marcas sobre las piedras
Y las llagas del tropiezo
Duelen menos que las lenguas.
El cupo de manos blancas
No excede a las almas negras,
Pero salir es mejor
Que temer a las callejas.
Tropezar es importante
(A que lo esquives, te enseña).
No salir por tropezar

Por Omar Torres

Busco encendidas
las mechas de tu pelo
en el juego de la vida,
así compongo el mundo.
Es tu nombre
atando a trozos este tiempo,
un lugar para nosotros
en la misma dirección,
hacia la meta
completa cada uno
un número de vueltas.

Por Mayda Palazuelos

Atravieso las olas desafiantes
mientras vivo el tiempo en solitario.
Vivo, alígera, a tu sirena que emana
de su garganta como un quejido de mar.
Tu sirena está asustada entre la arena y la sal.
Por tenerte alguna vez, 
la plata en oro regresó, la luna la vuelvo dorada
y un puente lo vuelvo amor. 

Por Claudia Teresa Cabrera

Cuando la noche ofrece su luz,
la sombra de un estandarte
se abalanza sobre el espejo de una roca.

El silencio del viento
descansa sobre la neblina
al pasar sobre venas cálidas
en soledad
de árbol seco al amanecer.


Soledad marina

Las marejadas doblan la brisa
y abrumadas entremezclan espumas.
En el fondo más alto he buscado soledad,