Por Héctor L. Castellanos


El farol, los cordeles y un resguardo son para cruzar la noche sobre la tela del mar, o de la mar, como lo prefiere mi amigo Freddy. El farol, los cordeles y un resguardo pueden ser el comienzo de una canción que alguien tarareó alguna vez en la playa. O quizás es un cuento de mi amigo Freddy, de esos que no pueden ser olvidados. Freddy cuenta al regreso y cuenta a la partida y cuenta siempre. Una vez le contó su vida a un delfín y largo fue el viaje. Visitaron mares redondos y quietos como platos. Mares blancos y hambrientos. Mares dentro de mares recién nacidos, donde se apagaban los faroles en la noche y los cordeles eran un revoltijo. Noches donde la mar se despertaba y pataleaba como un niño y se tragaba todo lo que le ponía en la boca. Largo, largo fue el viaje de Freddy, quien a su regreso bailaba como un delfín, cantaba como un delfín y confesaba su amor por los jureles y las picúas, como lo hace el delfín por la sirena.