Por Orlando V. Pérez
Desde la cocina
me llega el olor áspero y profundo del carbón
cuando empieza a hacerse llamas.
Afuera, la penumbra va diluyendo las casas y la calle
en un humo negro y espeso
para solo permitir el llanto de una niña
que se va apagando poco a poco.
Dentro de mí, cae la ausencia,
sin una palabra ni un emoji,
como si con la noche también
cayera un gato muerto de negrura.
…or not to be
Ser ceniza en la sangre.
Halar el viento hasta aquí
para que se esfume
el aliento que bulle en las horas más amargas.
Para bogar al candelabro de los días,
para enarbolar un sueño
entre Escila y Caribdis,
ser ceniza inflamable.