Por Claudia T. Cabrera

Te siento entre los cantares
asentados en mi pecho,
porque tu voz armoniza
desde el aire que te siento.
Con cuartetas de esperanza
haces liras del esmero
por un retorno apacible
sobre el arca de un espejo.
El azul de las tonadas
le da coraje al consuelo,
donde aparece tu estampa
con los acordes de un eco.
La raíz de la bondad
hace florecer lo bello
de tus palabras erguidas
bajo la escolta de un sueño.

Por Nicolás Águila

Cada solución genera un nuevo problema, que a su vez requerirá una nueva solución, la cual planteará otro problema que necesitará otra solución, y así ad infinitum. A eso unos le llaman progreso y otros la Ley de Murphy. Mi abuela le llamaba “el remandingo de la vida”. Y creo que estaba en lo cierto. No había rabo de nube que prosperara en el pueblo de Cumanayagua porque ella sacaba la tijera y lo cortaba en el acto al conjuro de su oración infalible: “Con dos te miro, con tres te espanto, con la gracia de Dios y el Espíritu Santo”. Y adiós tornado.

Por Orlando V. Pérez

        En el corazón tenía
        la espina de una pasión,
        logré arrancármela un día:
        ya no siento el corazón.

 

        La tarde más se oscurece
        y el camino que serpea
        y débilmente blanquea,
        se enturbia y desaparece.

        ...

        Mi cantar vuelve a plañir:
        “Aguda espina dorada,
        quién te pudiera sentir
        en el corazón clavada”.

        Antonio Machado

(Y a mis zapatos, por supuesto)

Por Yusviel León

Cuando las calles te cruzan
Los dolores de las suelas
El polvo sabe de ti,
De tu culpa o tu inocencia,
Comentan de tus caídas
Las marcas sobre las piedras
Y las llagas del tropiezo
Duele menos que las lenguas,
El cupo de manos blancas
No excede a las almas negras
Pero salir es mejor
Que temerle a las callejas,
Tropezar es importante
(A qué lo esquives, te enseña).

Por Nicolás Águila

Vinícius de Moraes fue un poeta brasileño de primera línea que no tuvo complejo en volverse letrista del bossa nova. Muy convencido de la fugacidad de la dicha, apostaba al aquí y ahora del que sabe que la felicidad viene con fecha de vencimiento y apenas se reduce a esos instantes fugaces eternizados en su breve intensidad irrepetible.
     Vinícius se quemaba en el fuego del amor hasta que los últimos rescoldos se le apagaban entre los cubos de hielo de su whisky on the rocks. Llegada la hora del desamor y la ruptura, se refugiaba en su rincón favorito para sobreponerse a la saudade —esa nostalgia punzante tan luso-brasilera— en una sesión de terapia alcohólica con Tom Jobim, su confidente y amigo, además del músico que le buscaba a sus poemas la melodía exacta.

Por Nicolás Águila

“¿A qué hora mataron a Lola?”, te disparan a matar con la primera pregunta. Y luego vienen muchas más por el estilo, como para poner a prueba la memoria nostálgica del cubano exiliado.
     No podían faltar, desde luego, las preguntas capciosas sobre aquellos personajes populares del pasado, reales o no, que aún siguen vivos en el imaginario criollo. A tal punto que en ese cuestionario, además del Caballero de París, acompaña a Lola toda una galería de figuras tan pintorescas como Genaro (que iba directo al suelo cuando lo tumbó la mula), Chacumbele (que él mismito se mató), Bartolo (que era dueño de un divertido platanal) o el Bobo de la Yuca (el que se quería casar). Todos simbólicamente reunidos en la muy habanera Esquina del Pecado (Galiano y San Rafael), a la hora del Cañonazo (nueve de la noche), para que se lo cosan (con un alambre finito) y les quede no tan bonito como seguro.
     Se trata de un peculiar test de cubanía, siempre abierto al aporte de cada cual, que hace años circula por Internet como un cometa con la cola cada vez más larga.

Por Nicolás Águila

La suerte es loca y a cualquiera le toca. Y al que le tocó le tocó, como a la hermana menos agraciada del cuento, que sobrevivió a la epidemia. Y por eso se dice que la suerte de la fea la bonita la desea.
El azar claro que cuenta, y tanto, con sus avatares y peripecias. Mas si marzo mayea y mayo marcea, eso son solo veleidades de la primavera, que la sangre altera, según el refranero meteorológico.
Cuando la suerte tarda en llegar y no da señales ni de humo, entonces uno tiene que inventarse su propia suerte. Vaya, hay que salir a buscarla, a lucharla, a ligarla. “Al final la vida es una fiesta y uno mismo tiene que convidarse”, como dijo un escritor cursi y superficial, de esos que acuñan frases rotundas de bellas fruslerías y pompas de jabón, a modo de cápsulas de reflexión o burbujas de autoayuda. Aunque ahora no recuerdo cuál de los dos acuarelistas de la tontería latinoamericana fue el que lo dijo.

Por Nélida Puerto

No fragües el futuro, desconoces
la capsula que guarda la riqueza,
descúbrete primero donde empieza
el ascenso al camino de los dioses.
El pasado amerita, no lo roces
con el polvo fatal de una victoria,
mejor invoca luz a tu memoria
donde existen tesoros de mutismo
como joyas quebradas del abismo.
Descubre la fortuna de tu gloria.

 

 

Por Pepe Sánchez

La relación que la poesía ignora,
los laberintos y la tarde, lo iluso
de la razón y el porvenir, incluso
la prosa de arrabal, la mala hora.

Crepúsculos que el día ya no explora,
la voz de infieles, lo que impone el uso,
hábitos y corajes, el intruso
mármol y las jornadas del que llora.

Morir en el pasado, los cantores
de nostalgias, un verso que es reflejo
de otros versos y el miedo del espejo.

La espada y el Oriente, los amores
y el olor de la lluvia, el ajedrez,
y Heráclito y el río y otra vez.

 

Por Orlando V. Pérez

Estamos inmersos dentro del contexto de la Jornada de la Cultura Cubana en su edición de 2022, a celebrarse del 10 al 20 del presente mes, en torno a  dos memorables fechas: el levantamiento en armas de Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio Demajagua el 10 de Octubre de 1868, hecho que marca el inicio de la Guerra de los Diez Años, y la entonación por primera vez en el que devino Himno Nacional, compuesto por Perucho Figueredo, en la ciudad de Bayamo, el día 20 de Octubre de 1868, tras haber sido tomada por los insurrectos que integraban el incipiente Ejército Mambí.