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Por Nicolás Águila
No me canso de verte y adorarte
de verte y contemplarte no me canso
en las duras y suaves mi remanso
toda tu anatomía todo y parte.
Despliego con orgullo mi estandarte
esclavo, soberano, rudo y manso
amante sin reposo y sin descanso
no me canso de verte ni de amarte.
De vuelta de la duda y el recelo
transito de la calma al arrebato
y contigo me voy a la locura.
Te transporto del éxtasis al cielo
te llevo navegando en mi aerostato
--por GPS solo tu cintura.
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Por Yusbiel J. León
Se me escurrieron los ojos
Al fondo de tus miradas,
Te fui hojeando el corazón
Pero sin que te enteraras,
Y creo que te leí
Los insomnios, la esperanza,
Incluso, el golpe de estado
Que darías a mi alma;
Te quise seguir hojeando
Para enterarme de nada,
Porque de saberlo todo
Mientras estabas, no estabas.
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Su novio la había visitado por tantos años, casi un siglo, y ella lo esperaba; a veces con un traje copiosamente verde; otras, vaporosa lanzaba lanas hacia el puente, en ocasiones estrenaba ceñido traje color ceiba en muda, todo para recibirlo.
Desde lejos él pitaba y su corazón enloquecía esperándolo. El amado aparecía sobre el puente de hierro; los rieles estremecidos le entregaban profundos sentimientos de unión a través de sus raíces a largadas. Cuando las caras estaban próximas, expandía calor de locomotora y las ruedas chirriaban para darse ese valor y orgullo de enamorados.
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Jorge Luis Machado Cabrera nació el 22 de julio de 1950, en Cumanayagua. Hijo insigne de este pueblo entrerriano, su alumbramiento ocurrió en el seno de una familia humilde pero decente y trabajadora. Su padre, oriundo de Manicaragua, se llamaba Miguel Ángel Machado Gómez; su madre, cumanayagüense, llamábase Eneida Cabrera Cárdenas. De ambos, Jorge Luis heredó un especial don para el canto. Su padre fue un cantor bohemio que se hacía acompañar de una guitarra; su madre, dicen que tenía una fina voz de contralto.
Jorge Luis heredó también del padre ese afán trovadoresco, vagando por todos los rincones de Cumanayagua, muchas veces haciendo dúo con José Ramón Romero (Monguito), quienes llegaron a dominar un amplio repertorio de música tradicional cubana, pero, ante todo, de la música de la llamada Década Prodigiosa.
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Soy uno más de los que quedan menos.
Soy esa mirada fija que no quiere pasar en silencio.
Soy el humor de este mundo sin poder amar.
Soy el silencio sentado en un banco vacío
esperando a que llegue quién soy en realidad.
Soy el sonido de un piano que nadie toca.
Soy un calendario muerto
besándole las pestañas a la eternidad.
Soy esa rareza escondida en una cara feliz.
Seguro soy el lugar donde alguien quiere estar.
Soy ese instante que llora cuando
nadie lo recuerda.
Soy ese beso que añora rozar otroslabios.
Soy ese loco
que sueña encontrarse con su loca.
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resurrecto
Por Pepe Sánchez
He pagado mi peaje de luz
serena a golpes de lenta soledad
quizá pude desnudar mejor la tristeza
estas manos mías no supieron venderse
Aquí está mi prometido otoño
no le juzguéis por su árido barbecho
La esperanza es estar vivos
Poblano
Qué pensarán de mí los elegidos
con todo este desorden triunfal que numera
mis huesos los exhibe trémulos
qué carga humana pondrán a mis pies
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Jorge Luis Machado Cabrera nació el 22 de julio de 1950, en Cumanayagua. Hijo insigne de este pueblo entrerriano, su alumbramiento ocurrió en el seno de una familia humilde pero decente y trabajadora. Su padre, oriundo de Manicaragua, se llamaba Miguel Ángel Machado Gómez; su madre, cumanayagüense, llamábase Eneida Cabrera Cárdenas. De ambos, Jorge Luis heredó un especial don para el canto. Su padre fue un cantor bohemio que se hacía acompañar de una guitarra; su madre, dicen que tenía una fina voz de contralto.
Jorge Luis heredó también del padre ese afán trovadoresco, vagando por todos los rincones de Cumanayagua, muchas veces haciendo dúo con José Ramón Romero (Monguito), quienes llegaron a dominar un amplio repertorio de música tradicional cubana, pero, ante todo, de la música de la llamada Década Prodigiosa.
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Por Nélida Puerto
…que se van diciendo adiós.
Luis Gómez
Que se van diciendo adiós
los cabellos transparentes
llevando a otras corrientes
el poder de un semidiós,
el agua sube hasta Dios
con mi preciso mensaje...
pañuelos por equipaje
para los ojos que abrazo
cuando se duerme el ocaso
en los brazos de un celaje.
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Por Orlando V. Pérez
En el corazón tenía
la espina de una pasión,
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón.
La tarde más se oscurece
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada”.
Antonio Machado
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Dijeron murió Cardín,y de luto me llené;
pero después me enteré
que eso era un cuento andarín.
Ojalá no tenga fin
su vida, sin un atraso,
y que mantenga su paso
con verdadera blancura:
talento de la cultura,
buen amigo y buen payaso.
Por suerte, no se murió:
está vivo todavía,
y se ve con alegría,
eso alguien me lo contó.
A quien el chisme inventó
seguro que Dios le cobra.
Además, decirlo sobra:
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