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Por Yadira Troche
Nunca podré escribir si no en la sima
que erosiona en taludes mi demencia.
No lograré versar sin la sentencia
de la daga brutal que me lastima.
No digo: no lo intento… pero ultima
este ocultar las lágrimas, mi amencia.
Prefiero la hojarasca, la estridencia
que muere de fundar mi pantomima.
De fracturas el alma me estremece...
y es que soy solo versos cuando existo
bajo el tenor del golpe en mi costado.
Siempre abrazo mi numen donde crece
de tristeza y espina un anticristo.
No escribo sin dolor, si no he sangrado.
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Por Olga L. Martínez
Él no supo de la risa,
ni del llanto, ni del beso.
Él no supo del travieso
saltimbanqui. ¿Fue la prisa?
¿O acaso cortó su brisa
con las tijeras del miedo?
Él no supo. Quizás puedo
entregarle mi alboroto.
Pero… el ruido es frío y roto:
con suspiros y sin credo.
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La Habana del mundo mío
para mi Cuba es detalle
y demuestra en cada calle
su sentir y su amorío.
La Habana sin desvarío,
la de tu predio y mi predio,
la cura de mi remedio,
tu bella, y mi bella Habana
del Cabaré Tropicana
y Bodeguita del Medio.
La Habana de mi legado
es mi bella capital
con su enorme Catedral
y su Paseo del Prado.
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El tiempo guarda ilusiones
de promesas incumplidas.
Son las palabras perdidas
y las malas decisiones
las que rompen eslabones
del querer y la confianza
como la punta de lanza
que deja el corazón roto
o como el falso devoto
que invade toda esperanza.
Detrás de cada promesa
crece un falso juramento,
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Por Silvia Collado
Tu recuerdo
Extraño todos tus huesos,
tu olor de roída palma
y las pencas de tu alma
batiendo grillos y besos.
Tu rumor en embelesos
de pedazos de ventisca.
Lustra el quinqué la cellisca
y la lluvia, aliento arcano,
rasga la piel en lo humano
de un sol tibio que pellizca.
La guitarra, en un rincón,
goza a gritos de alfabeto
extractos de un esqueleto
de romántica canción.
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Ahora que me percibo bella, que insinúas
ese bojeo carnal ajeno al mío,
la mayoría de las tardes no me dejan dormir.
Ahora que las amigas de mi hermana se insinúan,
que las guerreras tienen un léxico superior al hombre,
la mayoría de las niñas no te dejarán dormir.
Ahora que domas tantos nombres menos el mío,
con cierto tono de sombra en el desastre
me invento en blanco tu estatuilla:
pletóricos senos, creyéndote en ella,
queriéndola mucho.
Ahora pudiera ser taimada,
ponerme la eutanasia sobre el nervio
donde terminaba tu ficción.
De Chelsea Hotel
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Por Maida M. García
Hazme el amor,
pero antes conquístame.
Adivina que no estarás haciéndole cariños a un cuerpo,
estarás fusionándote con un alma si de ellas sabes.
No serán abrazos fuertes ni intensos,
serán delicados y pacientes,
sin posturas inventadas.
No imagines hurgar en carnes duras,
serán flácidas, tiernas y suaves como las pomarrosas.
No esperes improvisaciones,
todo está probado,
no serías la primera, sí la elegida.
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Por Yadira Troche
Nunca podré escribir si no en la sima
que erosiona en taludes mi demencia.
No lograré versar sin la sentencia
de la daga brutal que me lastima.
No digo: no lo intento… pero ultima
este ocultar las lágrimas, mi amencia.
Prefiero la hojarasca, la estridencia
que muere de fundar mi pantomima.
De fracturas el alma me estremece...
y es que soy solo versos cuando existo
bajo el tenor del golpe en mi costado.
Siempre abrazo mi numen donde crece
de tristeza y espina un anticristo.
No escribo sin dolor, si no he sangrado.
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I
Por un momento pensamos escuchar la primavera
Pero otra música surcaba el aire
Contaminado con estelas
La interferencia de una radio afónica
Las antenas captaban los vellos de los brazos
Ondas a través de la atmósfera
Cortando nuestras cabezas como la guadaña de la muerte
El correr de nuestros pies como los tambores del Apocalipsis
Y después
La fractura de la Tierra
Del orden lógico de los cuerpos
De la belleza
Y luego la primavera
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No voy a hablar de mi ciudad
queridos poetas franceses
voy a ocultar las cosas que se ocultan
aferrarme al murmullo de la isla
y sus puntos neurálgicos de amaneceres rotos.
Aderezar la lógica dentro del óvalo enfermo de la urbe
meter el dedo en la llaga
meter la lengua en boca de la fiera
medir los potenciales de su úvula
para estar despierta cuando grite.
Las cláusulas de mi sangre han renunciado.
Mis tejidos entumecen el sueño.
Por una hendija carrasposa se hunde el ojo impune
ojo cobarde y despavorido
ojo que vomita mi angustia iridiscente.
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